El silencio de los inocentes: la historia perturbadora que nadie se atrevía a filmar
Tres décadas atrás, un libro exitoso pero tan terrorífico y perturbador que nadie quería llevar al cine logró espantar a millones de espectadores en todo el mundo: El silencio de los inocentes era una película que pocos creían que podía funcionar pero que, una vez filmada con bajísimo presupuesto y casi sin expectativas, se volvió un clásico del séptimo arte, recaudó 272 millones de dólares y aún hoy sigue generando interés y ganancias gracias a secuelas en varios formatos.
Revivir el terror
Todo comenzó en octubre de 1998, cuando el escritor Thomas Harris publicó una novela con la que llegó a la cima de los libros más vendidos de los Estados Unidos. El silencio de los inocentes (The Silence of the Lambs) era la historia de una joven agente del FBI, Clarice Starling, y su relación con el Dr. Hannibal “The Cannibal” Lecter, un psiquiatra encarcelado por haber matado y devorado a sus víctimas. Gracias a la ayuda de Lecter, Starling consigue atrapar a un asesino serial de mujeres que, luego de matarlas, las despelleja.
El camino natural de un best-seller es que alguien lo lleve a la pantalla grande pero aquí había un problema: El silencio de los inocentes era la continuación de la novela Red Dragon, cuyos derechos habían sido comprados por el productor Dino De Laurentiis en 1984. De hecho, Red Dragon había sido adaptada por Warner Bros como Cazador de hombres (Manhunter), con dirección de Michael Mann y el protagónico de William Petersen y Brian Cox pero había sido un fracaso en taquilla. Con este pésimo antecedente, la idea de una continuación no atraía a nadie en Hollywood, en donde creían que la audiencia ya le había dado la espalda a esta saga.
Harris, sin embargo, creía en el potencial de sus ideas y logró la autorización de vender los derechos de su nueva obra si cambiaba los nombres y algunos detalles para que no se sintiera como una continuación. Roberto Bookman, su agente, logró que el productor Ned Tanen le diera una reunión y le dijo: “Sé que no vas a querer comprar el libro por lo que pasó con Warner, pero por favor dáselo a alguien en el que confíes, que lo lea y nos volvemos a juntar”.
“Tres días más tarde tuve la segunda reunión y Tanen me dijo: ‘Hice lo que me pediste y me han dicho que tengo que hacer esta película. Ni yo me lo puedo creer’. El problema era que él sabía que nadie quería filmarla y, siendo sincero, entre el fracaso de Cazador de hombres y el asesino serial de protagonista… ¡era entendible! Pero me confesó que el género de ciencia ficción estaba tan muerto como el clavo de una puerta hasta que George Lucas hizo Star Wars. Él creía que podía hacer lo mismo pero con el terror. Así se convenció”, reveló Bookman.
Entusiasmado con esta idea, Tanen ayudó a que Arthur Krim, de los estudios Orion, y Gene Hackman compraran los derechos de El silencio de los inocentes, ya que el actor estaba deseoso de ponerse en la piel de Hannibal Lecter para demostrar su talento luego de una serie de papeles fallidos.
Decidido a recuperar prestigio con este papel, Hackman contrató al guionista Ted Tally para que hiciera la adaptación del texto de Harris. “No fue fácil, Hackman tenía ideas muy firmes de lo que quería hacer y discutimos mucho. Pero le expuse mis ideas, lo convencí e hicimos el primer borrador. Pero ni bien lo leyó empezó a dudar de interpretar a Hannibal, a veces decía que se sentiría más cómodo haciendo de Crawford, el jefe del FBI. Recuerdo que en un par de ocasiones dijo que prefería que ‘Bobby interpretara a Lecter’. Lo dijo tan seguro que no tuve el valor de preguntar de qué Bobby hablaba… ¿Robert? ¿Duvall? ¿Redford? ¿De Niro? ¡Nunca lo supe”, recordó el escritor, que pronto vio el proyecto esfumarse.
Y es que, a medida que avanzaba con la escritura, Hackman comenzó a tener más y más dudas hasta que, una mañana, su hija lo llamó para decirle que había comprado el libro al verlo en una vidriera, lo había leído y le prohibía que lleve al cine, porque lo encontró oscuro y perturbador. Así que el actor le vendió su parte de los derechos a Orion, que se puso a buscar director y lo encontró en Jonathan Demme, que había realizado para ellos dos films de buena repercusión en la crítica, Algo salvaje (Something Wild) y Casada con la mafia (Married to the Mob).
En busca de Lecter y Starling
“Leí el libro original y quedé atrapado: una clásica historia estadounidense, un protagonista increíble y mucho ritmo. De inmediato me di cuenta que la clave tenía que ser atemorizar al máximo a la audiencia. Debíamos lograr dejar a todos al filo de sus asientos”, contó años más tarde Demme.
Demme le pidió a Orion que para la protagonista fuera Michelle Pfeiffer, con quien había trabajado en Casada con la mafia. Los estudios aceptaron pero la actriz encontró el papel demasiado oscuro y la cinta demasiado violenta: “El final de la película es sobre la maldad ganando, porque la maldad es liberada... Estaba incómoda con ese cierre, no quería ser parte de eso”, reveló la intérprete.
Frente a esta negativa, Tally propuso hablar con Jodie Foster, que venía de ganar un Oscar por Acusados (The Accused). “Tenía la edad adecuada para el personaje. Tenía la inteligencia adecuada para interpretar a alguien así...¡era una actriz fabulosa y punto”, aseguró.
Sin embargo, a Foster no le hacía nada de gracia interpretar a una agente de la ley que perseguía femicidas si no tenía garantías de cómo iba a ser retratada. Y es que en 1982 la estrella había quedado envuelta en un increíble episodio en el que un fanático con problemas psiquiátricos llamado John Hinckley Jr intentó matar a Ronald Reagan para llamar la atención de la actriz. Fue la ayuda del FBI la que la rescató de lo que pudo ser una verdadera tragedia.
“Sólo aceptaré el rol si me das tu palabra de que no se van a retratar a los agentes del FBI como republicanos tontos, sino con sus luces y sombras. Siento toda la responsabilidad hacia las mujeres que son victimizadas. Si quieres que sea tu héroe, tienes que retratarlos de la manera correcta”, le dijo muy seria a Demme. Y el realizador le dio su palabra.
Sólo restaba encontrar el actor nada menos que para Lecter, que tenía el potencial de convertirse en uno de los grandes villanos del cine del siglo XX. En la lista de candidatos en danza estaban Robert De Niro, Robert Duvall y Dustin Hoffman pero quien pateó el tablero fue Sean Connery, que envió un mensaje a través de su agente para que quede claro que estaba interesado en el rol.
La idea de que una estrella de la talla de Connery se sumara al proyecto entusiasmó a todos los involucrados pero las esperanzas se desvanecieron en el aire cuando el escocés recibió la primera versión del guion y a los pocos días lo rechazó de plano diciendo que lo encontraba “asqueroso”. Tras el desplante, en una reunión de producción alguien mencionó a Anthony Hopkins, que por ese entonces estaba haciendo en teatro la obra Equus.
“Fue muy fácil para mí darme cuenta que Anthony sería un excelente Dr. Lecter porque había sido un excelente médico en El hombre elefante. Había sido un doctor tan creíble como puedas imaginar y era bueno… ¡era obvio que sería un gran Dr. Lecter, un buen médico que se volvió malo! Anthony estaba haciendo M. Butterfly en Londres. Volé hasta allí y nos pusimos de acuerdo en los puntos más importantes, fue muy fácil”.
Uno de los problemas con los que se encontró Tally y Demme fue que, por contrato, debían cambiar los nombres de los protagonistas que sus derechos en cine le pertenecían a De Laurentiis. Juntos pensaron alternativas para Hannibal Lecter pero nada los convencía. Así que decidieron llegar a un acuerdo con el productor para poder usarlo.
“No puedo imaginar esa película sin Hannibal Lecter. Si hubiera sido otro nombre, la franquicia no habría tenido el mismo valor. Dino De Laurentiis era inteligente y supo que si la película era exitosa él podría hacer eventualmente una secuela”, recordó Bookman.
Tensión en el aire
Durante la primera lectura del guion con todo el elenco, la tensión que se generó entre Hopkins y Foster fue perfecta. “Fue una semana antes de comenzar a filmar. Todos los ejecutivos de Orion estaban ahí. Se sentía una especie de electricidad en esa habitación, proveniente de lo que estaba haciendo Anthony y lo que provocaba en Jodie. Cuando leyeron la última línea todos nos quedamos varios segundos en silencio, con la piel de gallina. Era obvio que debíamos hacer la película más aterradora de la historia”, reveló Demme.
Hace algunos días, con motivo de los 30 años del estreno, la revista Variety organizó un encuentro por videoconferencia entre los protagonistas en el que recordaron ese momento: “Recuerdo la voz y el tono metálico que usaste en la primera lectura del guion. Cuando te convertiste en Hannibal Lecter sentí un escalofrío. Después de eso estaba demasiado asustada como para charlar”.
Todos recuerdan que esa misma química se trasladó al rodaje. El realizador estaba obsesionado con los primeros planos y muchas escenas tuvieron que hacerse varias veces para poder tener diferentes tomas. Sin embargo, la dupla protagónica nunca se mostró cansada y ni preocupada por trabajar de más: íntimamente sabían que estaban haciendo uno de los papeles de su vida.
Uno de los aciertos de El silencio de los inocentes fue que deja mucho librado a la imaginación de los espectadores: en numerosas ocasiones el terror está sólo insinuado, como cuando Clarice ve la foto de una víctima de Lecter y la cámara se queda fija en su reacción o cuando encuentra la cabeza de un cadáver. El guionista Tally, que estaba presente en el rodaje, le solía decir al director si no era necesario ser más explícito pero por fortuna no era escuchado: “En la escena en la Clarice encuentra una cabeza en el depósito recuerdo que le sugerí a Jonathan que lo muestre más. ‘¿No deberíamos hacer un zoom en esa cabeza?’ Y él me dijo: ‘Una cabeza en un frasco no es nada en esta película. No es necesario que desperdiciemos munición en algo así. Eso no es nada”.
Hopkins cree que estas decisiones artísticas fueron clave para que la cinta funcionara: “El director se propuso no mostrar ninguna escena realmente horrible sino dejar que se formen en la mente del espectador. Por ejemplo, en el guion el Dr. Hannibal Lecter le corta la cara a alguien pero en la película sólo hay planos muy cortos. Está, por supuesto, una escena de autopsia muy detallada pero eso es porque es una realidad muy importante. Pero después sólo hay destellos de violencia. Jugar con el terror psicológico sin dudas fue increíble”.
“Desde el momento en que leí el guion me di cuenta que la violencia no era un elemento tan necesario dentro de la película. Por eso decidí que el terror se representara a través de las actuaciones. Sabemos que Lecter ha cometido crímenes horribles pero Anthony le da esta humanidad, esta compasión… ¡únicas!. Hay una escena en la película en la que Clarice se abre con él y le cuenta sobre una crisis de su pasado. Y Lecter se preocupa. A él le importa. Hace que su personaje sea muy complicado y algo impredecible”, puntualizó el realizador.
En el caso de Foster, además, fue la manera en la que se muestra a la pareja protagónica lo que la atrajo al proyecto, más allá del género: “Ni por un momento pensé que esto fuera otra cosa que una película basada en personajes e historias. Es lo que la distingue de una película de terror. Lo que realmente me encanta de Clarice Starling puede ser una de las primeras veces en la que veo a una heroína que no es una versión de Arnold Schwarzenegger con esteroides femeninos. No es una mujer corriendo en ropa interior con una ametralladora sino que Clarice es muy competente y es muy humana. Lucha contra el villano con su emocionalidad, su intuición, su fragilidad y su vulnerabilidad. No creo que haya habido nunca una heroína en el cine así”.
Y si bien tal vez sea exagerado afirmar que no hubieron heroínas así antes, en muchos otros sentidos El silencio de los inocentes fue un éxito que no volvió a repetirse. No sólo porque con un presupuesto de 19 millones de dólares recaudó más de 270, sino que es la única película catalogada de terror que ganó un premio de la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood como mejor película y que se llevó estatuilla en cinco de las categorías principales.
En la noche de los Oscars nadie esperaba llevarse más que algún premio consuelo: Orion no tenía dinero para hacer una campaña entre los votantes y el film se había estrenado más de un año atrás. Además, sus contrincantes eran nada menos que JFK, El príncipe de las mareas, Bugsy y La bella y la bestia.
A pesar de este suceso, el escritor Thomas Harris jamás vio el film. Y no fue porque no confiara en el equipo, sino porque una vez leyó que cuando John le Carré vio un episodio de la adaptación de la BBC de su libro Los hombres de Smiley, con Alec Guinness en el papel de Smiley, el novelista dijo que nunca más podría volver a escribir Smiley, porque “ahora Alec Guinness lo posee”. Alertado de que Hopkins era un Lecter perfecto, decidió no verlo.
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