El sacramento del diablo propone sustos con climas enigmáticos
Una médica llega a un convento para conocer detalles de la misteriosa muerte de su hermano sacerdote, mientras la acechan visiones del pasado, presente o futuro, en este film protagonizado por Jena Malone
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El sacramento del diablo (Consecration, Reino Unido/2023). Dirección: Christopher Smith. Guion: Christopher Smith, Laurie Cook. Fotografía: Rob Hart, Shaun Mone. Música: Nathan Halpern. Edición: Arthur Davis. Elenco: Jena Malone, Danny Huston, Thoren Ferguson, Will Keen, Janet Suzman, Ian Pirie, Steffan Cennydd. Duración: 91 minutos. Distribuidora: Imagem Films. Calificación: apta para mayores de 13 años con reservas. Nuestra opinión: buena.
Si en el cine se quiere dar miedo e ir sobre seguro, una buena idea es ambientar cualquier historia en un entorno que sea fuera de lo habitual para el personaje principal. Y si el lugar en cuestión es cerrado, misterioso, lleno de símbolos y personajes inquietantes, como por ejemplo un convento escocés en medio de la nada, mejor todavía.
Precisamente allí llega Grace (Jena Malone), para conocer detalles de la misteriosa muerte de su hermano sacerdote. Médica oculista de profesión y de poca tolerancia a las cuestiones de fe, la chica se ve obligada a pasar un tiempo en el lugar, al mismo tiempo que la acechan visiones del pasado, presente o futuro, que develan que tanto a la iglesia como a sus ocupantes los une algo demoníaco.
En su primera mitad, El sacramento del diablo se toma su tiempo para presentar el conflicto, vestido de vaivenes temporales inquietantes y momentos de tensión que guardan cierta conexión con títulos de terror de la década del 70. Sin duda, es en este segmento donde aparecen los mayores logros del film. Sin caer en el sobresalto, la tensión se mantiene y transmite a un ritmo implacable y eficaz. Promediando el relato, cuando llega el momento de jugar con los elementos presentados, el guion se enreda en sí mismo exageradamente. Lo que era regocijo se vuelve confusión, y la propuesta se descascara por acumulación de lugares comunes. Pareciera ser que todo vale a la hora de sumar ideas que complejicen la trama. Porque a las visiones fantasmales, imágenes demoníacas, monjas de dudosas intenciones y maldiciones bíblicas, se agregan temores más terrenales como el abuso infantil, las enfermedades mentales, o la Iglesia como elemento opresor de voluntades.
Y aunque cada uno de estos temas se suceden como posibles obturadores para la insanía de la protagonista, no todos superan el enunciado, quedándose más bien en excusas para la adición de un momento inquietante, gráfico o desagradable. De esta manera, y para completar esta “suma de todos los miedos”, el director aprovecha de la pérdida de la cordura de la protagonista, para abusar del recurso de pasar de la fantasía a la realidad, y de paso ofrecer algunos golpes de efecto donde la sangre es la protagonista.
La película va de mayor a menor. Luego de un comienzo de curiosidad y disfrute, de a poco comienza a derrumbarse hasta llegar al último tercio, donde se empecina a toda costa en justificar lo ya visto a modo de cierre. Es en esa innecesaria necesidad cuando peca de confusa o, lo que es peor, confirma lo que se veía venir: que nada de lo presentado era para tanto. Lo que parecía ser un misterio insondable de ribetes místicos, era más bien una obsesión sin resolución a la vista, más allá de la sobreexplicación de la escena final, que es también la del principio.
Sinuosa en el buen (pero también en el mal) sentido, El sacramento del diablo construye una atmósfera atractiva, de personajes enigmáticos y planteo seductor, pero no encuentra la manera de sostener ese interés por 90 minutos. A veces, menos es más.
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