Terminator: lo que hay que saber y lo que hay que olvidar para ver Destino oculto
Terminator: destino oculto, sexta entrada en la saga que se estrena hoy en los cines locales, marca el regreso de su creador, James Cameron, 28 años más tarde de su último contacto con la franquicia, que fue Terminator 2: el juicio final (1991). Luego siguieron tres films (Terminator 3: la rebelión de la máquinas, Terminator: la salvación y Terminator Génesis) que esta nueva entrada simplemente ignora. Terminator: destino oculto sucede en nuestro presente, que es una continuación del mundo tal como nos había sido mostrado por última vez en el segundo film. Es decir, Cameron (que aquí es coguionista y coproductor) retoma su creación exactamente en el punto en el que la había abandonado.
Todo aquel que recuerde las últimas tres películas difícilmente podrá afirmar que se trata de una mala decisión. Pero tras 35 años, y en una historia de temporalidades cambiadas y futuros alternativos, no queda tan claro qué eventos se supone que tenemos que recordar y cuáles olvidar para estar a tono con el nuevo relato. Aquí, una breve guía para ponerse al tanto.
La primera de las películas se estrenó en 1984 y convirtió en estrella a su protagonista, Arnold Schwarzenegger, yen menor medida a Linda Hamilton (ambos regresan para esta nueva entrada). Cameron pudo dejar atrás su carrera de diseñador de producción y se hizo un nombre como realizador de acción y ciencia ficción que posibilitó que le otorgaran la remake de Alien, uno de los grandes éxitos de los 70. También se gestó una merecida fama de plagiador serial: el novelista Harlan Ellison lo llevó a juicio por tomar ideas de sus guiones para la serie The Outer Limits (el episodio "Soldier" es una inspiración innegable de Terminator, aunque negada por Cameron). Hasta el desaparecido Carlos Trillo le inició un proceso por similitudes entre la historieta Cybersix y la serie Dark Angel, así como el ilustrador Roger Dean, conocido a raíz de las tapas de los discos de Yes, por copiar su estética para el mundo de Avatar.
Pero volvamos al comienzo: ¿cuál es, contada linealmente, la historia de Terminator? Una inteligencia artificial del futuro, Skynet, que conquistó al mundo tras provocar una guerra nuclear, está cerca de ser destruida por la resistencia humana, de modo que envía un robot al pasado, el Terminator del título (Schwarzenegger), para matar a la madre del organizador de los rebeldes antes de que nazca y así erradicar a la resistencia. Este líder, llamado John Connor, también envía al pasado a su propio soldado para proteger a su madre, Sarah (Hamilton), del robot asesino. La vuelta de tuerca es que ese soldado, Kyle Reese (Michael Biehn), aunque es más joven que Connor, es su padre, dado que lo concibió tras encontrar a Sarah en el pasado.
La película concluye con Sarah Connor escapando hacia México, embarazada del futuro líder de la resistencia y con la advertencia de que una tormenta, la guerra global, se aproxima. Aquí resuenan claramente temas centrales de los años 80, como la xenofobia ante la amenaza soviética (representada en la feliz incongruencia de un robot con un espeso acento extranjero) y la ansiedad colectiva frente al conflicto nuclear.
En segunda parte de la saga, Terminator 2: el día del juicio, encontramos a John Connor (Edward Furlong) cuando todavía es un niño, como el hijo adoptivo de una familia de Los Angeles. Su madre Sarah está encerrada en un hospital psiquiátrico por su delirio obsesivo acerca de fin del mundo. Nuevamente, dos soldados del futuro son enviados al presente del film, pero esta vez ninguno es humano. Schwarzenegger, que ya se había convertido en el actor mejor pago del mundo, no podía ocupar un rol antagónico de villano, de modo que esta vez el terminator que interpreta fue reprogramado para proteger a John Connor, mientras que su rival es un modelo superior, el T-1000 (Robert Patrick), hecho de indestructible metal líquido.
La primera película tenía la estructura de una pesadilla por la persecución implacable, continua, de un monstruo que nunca puede ser frenado. En esta segunda parte, la amenaza ya tiene la fluidez del inconsciente, es una siniestra masa sin forma que puede asumir cualquier cara o estar oculto en cualquier lado, bajo la superficie de la normalidad.
Nuevamente Cameron recurre a la célebre "paradoja ontológica", que ocurre cuando el efecto de una acción se traslada al pasado y se convierte en su propia causa. Es decir: causa y consecuencia se confunden en una estructura plegada sobre sí misma, en un bucle, y no hay un punto de origen. Así como en la primera parte John Connor provoca su propia existencia enviando a l pasado a su futuro padre para así poder ser concebido, en esta continuación se revela que los Terminators y la inteligencia artificial que destruye al mundo fueron creados a partir de la tecnología encontrada en los restos del robot enviado al pasado en la película original. Sarah Connor entiende entonces que puede evitar la aparición de Skynet y del apocalipsis nuclear si no quedan rastros del paso de los Terminators por su presente. En la secuencia final, los robots son desintegrados en una fundición de acero y se da a entender que el futuro cambia. Ya no habrá inteligencia artificial, ni "día del juicio": el tiempo de la máquina fue cancelado.
Este es el mundo que retoma Terminator: destino oculto, solo que tres décadas más tarde: Sarah Connor vive (en T-3 había muerto) y nunca hubo un apocalipsis nuclear. Aunque Cameron pone fuera de la línea temporal "oficial" de la saga las contribuciones de los últimos tres films, lo cierto es que la nueva película recupera mucho de lo planteado en ellos. La primera pregunta que se impone es, dado que Sarah Connor alteró los eventos que originaron el futuro terrible, ¿cómo puede ser que reaparezcan Terminators para intentar asesinarla? La respuesta está en Terminator 3: la rebelión de las máquinas.
La película ya no tiene el rigor lógico que Cameron impone a la construcción de su argumentos y presenta abiertamente una contradicción: por un lado, explica convincentemente que el destino es inmodificable, que no importa lo que se haga en el pasado, siempre sobrevendrá la guerra nuclear; por otro lado, hace de una cita de T-2 su leit-motiv: "no hay destino sino el que construimos". ¿En qué quedamos? Esta contradicción parece remitir a uno de los grandes temas de las tragedias clásicas, la inflexible fuerza del destino contra la voluntad humana o, parafraseado como una pregunta filosófica: ¿somos realmente libres o estamos determinados?
La fuerza del destino
La película quiere decirnos que somos libres, que creamos nuestro destino, pero dado que establece que ciertos acontecimientos centrales son inevitables, en realidad, se asienta en el fatalismo. Pero uno, teniendo en cuenta el argumento de T-3, pensado a medias, débilmente razonado y no del todo negativo, al menos para los personajes: dado que si el destino es inevitable, esto no solo implica que siempre habrá una rebelión de las máquinas sino también un triunfo de la resistencia humana. Si los humanos no pueden alterar con sus acciones la llegada del "día del juicio", las máquinas tampoco podrán con las suyas alterar la victoria humana. En consecuencia, no hay que preocuparse demasiado y dejar que la fuerza del destino arrastre todo hacia ese final tallado en piedra, en lugar de insistir con el voluntarismo de intentar cambiarlo, que es lo que quieren hacer los héroes del film, evidentemente contra sus propios intereses.
Cameron y sus coguionistas regresan en esta nueva entrada a la idea de la lucha contra el destino y plantean que, en efecto, la aparición de Skynet es inevitable, solo que, aquí, tiene el nombre Legión y proviene de una línea temporal alternativa (tal como en T-5, donde se llamaba "Génesis" y también provenía de un tiempo paralelo). A pesar del ninguneo a las películas menores de la franquicia, Cameron fue fiel a su naturaleza y no pudo dejar de saquearlas.
En las dos primeras películas resuena el conflicto nuclear como la principal ansiedad de su tiempo, pero ahora, en el microclima de Hollywood, se identificó una nueva: la discriminación o la falta de inclusión sería el problema número uno de nuestro presente. Así, en la nueva versión de Watchmen (recién estrenada por HBO), de modo análogo a este film, se cambia el temor a la guerra atómica del original por el racismo como la mayor amenaza existencial.
Aquí, no solo las tres protagonistas son mujeres (Destino oculto obtendría un "felicitado" en un test de Bechdel) sino que buena parte transcurre en México y en castellano (aunque las locaciones reales no son de ese país: negocio siempre mata buenas intenciones). Ante un presidente racista y xenófobo que llama "violadores" y "pandilleros" a los mexicanos e "invasión" a la inmigración, la película se pone en el lugar de ese "otro" de Donald Trump: sus protagonistas son inmigrantes sin papeles que deben atravesar todo el proceso de detención que se volvió un debate nacional en los Estados Unidos por su crueldad y presunta ilegalidad. Si en las entradas anteriores de la saga la víctima de las máquinas era simplemente un humano, aquí, a tono con las actuales políticas identitarias, se trata de una víctima interseccional: mujer, latina, pobre e ilegal. Para esta película, Legión, la inteligencia artificial asesina del futuro, sería un upgrade de lo que el progresismo percibe como la ideología trumpista.
La actualización más notoria del mito fundacional de la saga está en que la historia es llevada adelante por tres mujeres (algo afín a la filmografía de Cameron, casi siempre atenta a lo femenino): Sarah Connor (Hamilton), Grace (Mackenzie Davis) y Daniela (Natalia Reyes), quien se nos da a entender, ocupa el rol que antes había ocupado Sarah, es decir, es la víctima del nuevo Terminator porque dará a luz al líder de la resistencia. Sin embargo, en una revelación que no tiene ninguna consecuencia narrativa –solo ideológica– Grace, quien llegó del porvenir para protegerla, le dice: "Tú no eres la madre de un hombre que salva el futuro, tú eres el futuro".
Probablemente más como manifestación de la corrección política que domina el mainstream de Hollywood que del zeitgeist, Terminator ya no puede ser la historia de un hombre que salva a la humanidad, porque eso pertenece al mundo del pasado. Para nuestro presente, el futuro solo puede ser mujer.
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