El regreso de Martin Wuttke
Hitler y Artaud, mano a mano
Anteayer llegó a Buenos Aires el actor alemán Martin Wuttke y, con el estreno de hoy de la obra "Artaud recuerda a Hitler y el Romanische Café", un delicado círculo parece cerrarse. Wuttke fue el mismo que, en aquella primera edición del Festival Internacional, protagonizó "La resistible ascensión de Arturo Ui", de Bertolt Brecht con dirección de Heiner Müller. Y aunque en aquel momento la expectativa estaba puesta en ver por primera vez una puesta del autor de "Máquina Hamlet", a quien el actor conoció en un bar tomando copas, Wuttke, merecidamente, se convirtió en una de las indiscutibles figuras de aquel encuentro.
Quizá por ese motivo, anteayer, en una rueda de prensa con algunos pocos medios, se percibía un clima especial. De hecho, se lo esperaba. Y él, aunque pidió compasión porque había llegado a Buenos Aires apenas unos minutos antes, demostró tener hambre de comunicarse con el público local. La oportunidad la tendrá mañana, a las 12, en el noveno piso del San Martín (Corrientes 1530) donde los organizadores del festival armaron un encuentro entre el artista y sus seguidores.
Como en la vez anterior, en esta oportunidad también viene bajo el ala del Berliner Ensemble. La obra que presentará aquí fue el último trabajo en la célebre compañía fundada por Brecht y Helene Weigel, en 1949. Por lo cual, según aclaró el actor, es una suerte de epílogo de su paso por una compañía de la cual fue su director tras la muerte de Müller. Cosas del destino, un epílogo se convierte en un nuevo punto de intercambio para continuar el diálogo entre este artista soberbio (algunos habrán tenido el gusto de verlo en la película "La leyenda de Rita", de Volker Schlšndoff) y una ciudad que, según dice, lo impresiona.
Artaud y Hitler, cara a cara
La obra de Tom Peuckert que se presentará en el San Martín tomó como punto de partida una carta que Antonin Artaud escribió en 1943, en una clínica psiquiática de Rodez. La carta está dirigida a Adolf Hitler y en ella hace referencia al supuesto encuentro que tuvieron en mayo de 1932 en el café Romanische, que era el lugar de encuentro de los artistas de la época.
"Ahora bien -apunta Wuttke en la perfecta traducción de Silvia Fhermann-, esa carta existió pero nunca le fue enviada a Hitler. Por lo que sabemos, Artaud nunca se encontró con Hitler. Seguramente, si los nazis hubieran agarrado a Artaud lo habrían enviado a un campo de concentración por su condición de "artista degenerado", de drogadicto o de enfermo psiquiátrico... O sea, en este caso un oprimido le está hablando al represor en un diálogo a la misma altura. Le habla también como a un colega artístico, ya que habría que recordar que Hitler había estudiado arte en Viena".
"Artaud recuerda a Hitler y el Romanische Café" tiene como subtítulo "Una alucinación" porque es una persona que alucina, por un lado, que es Artaud y, por otro, que se ha encontrado con Hitler. "No interpreto ni a Artaud ni a Hitler, pero por momentos uno puede evocar a Artaud o reconocer gestos de Hitler. Cuando trabajé con Müller en "Arturo Ui" me sugirió que trabajara con las grabaciones de Artaud puesto que en los años 30 había dos grandes voces histéricas: la de Artaud y la de Hitler. Pero no sólo eran sus voces, cuando uno escucha registros sonoros de la época hay un tono de crispación, como si la tierra estuviera temblando". Por cierto, la tierra estaba temblando.
El texto de Peuckert está escrito como una pieza radiofónica, un monólogo en verso adaptado al teatro. Para la puesta, Paul Plamper, presente en la conferencia de prensa de anteayer, ideó una caja en cuyo interior se encuentra Wuttke evocando viejos fantasmas. "Esta caja admite múltiples interpretaciones -apunta el actor- . En primer lugar, aunque trabajo adentro de una caja sí hay una cuarta pared. Yo no veo ni escucho a los espectadores, estoy en un espacio aislado. Solamente me veo a mí adentro de una caja espejada, como si fuera una cámara Gesell. Uno podría pensar que es un estudio de radio para grabar la pieza o una sala de interrogatorios judiciales. Es más, no se sabe si la persona que está ahí adentro tiene que ser protegida del mundo exterior o si el mundo exterior tiene que ser protegido de esa persona que está ahí adentro. Por lo pronto, el personaje está aislado."
-¿Cómo es actuar adentro de una caja sin contacto visual ni sonoro con el público?
-Es como cuando a la mañana uno se pone a hacer teatro delante del espejo del baño y, al rato, se da asco a sí mismo. Esa es una de las ideas básicas de esta puesta.
Todo por una mujer
Martin Wuttke comenzó su carrera actoral a los 18 años. No tuvo esos padres que impulsan a sus hijos a que descubran sus cualidades artísticas, nada de eso. Aquel joven Wuttke se inició en esto "por una mujer, como siempre", confiesa. Ella era actriz y lo impulsó a estudiar actuación y "como no tenía nada que hacer, me inscribí", apunta muy suelto. Ella actualmente es una artista visual y él es uno de los actores más importantes de Alemania, tanto que en 1995, por su trabajo en "La resistible ascensión de Arturo Ui", fue elegido como el actor del año.
Después de haber trabajado con directores de gran calidad como Einar Schleff, Heinir Müller, Bob Wilson o Cristoph Marthaler, desde hace unos años Wuttke dejó el Berliner Ensemble para instalarse en la Volksbühne (de esa genial compañía aquí vimos "Murx, una velada patriótica", del mismo Marthaler). A ese teatro con pinta de acorazado ubicado en la ex Berlín del Este, Wuttke partió porque "si bien siento una fuerte identificación porque pasé muchos años en el Berliner, cuando cambió la dirección artística me sentí más identificado con los objetivos artísticos de la Volksbühne", dice.
Los objetivos de los cuales habla, seguramente tienen que ver con el peso que la Volksbühne tiene en lo que se refiere a la vanguardia escénica y el peso de su actual director, Frank Castorf, a quien Wuttke considera, así lo dijo en una teleconferencia realizada hace dos años, como "el director que más modificó el paisaje teatral alemán en los últimos años".
Con Castorf -de quien hace catorce años el Instituto Goethe trajo "Miss Sara Sampson" y que dictó una clase magistral en la última edición del Festival lnternacional-, el lunes (sí, lector, ha leído usted bien) Wuttke tiene una función de "Los idiotas", de Dostoievski, autor a quien leyó por primera vez cuando tenía 16 años.
Más allá de que "Artaud recuerda a Hitler y el Romanische Café" tenga para Wuttke el valor de un epílogo y para el público local sea una nueva posibilidad de dialogar con un actor magnífico, el camino de Martin Wuttke está marcado por el hecho de hacer cosas que lo sorprendan. "Diría -apunta- que es un intento desvalido por lograr volar, aunque siempre termine en una especie de aterrizaje forzoso. Por un lado es el sueño de otra cosa y a la vez describe la imposibilidad de ese sueño."
Relación especial con la Argentina
¿Que le quedó de su primer paso por Buenos Aires, en 1997? Contesta el mismo Martin Wuttke con un dejo de nostalgia y alegría: "Aquella primera visita me impresionó muchísimo. De alguna manera cuando uno viene a la Argentina comienza a ver a Europa con otra mirada. No sé si tiene que ver con el mero hecho de que cuando uno recorre 13 mil kilómetros mira las cosas desde otro lado... Pero también hay muchos kilómetros de distancia con Los Angeles y en ese caso no funciona y, por alguna razón, aquí sí. Podría filosofar horas analizando en qué consiste eso pero no sé ni por qué me pasa; la cuestión es que me pasa algo muy especial acá..."
¿Típica respuesta de un actor que quiere ser amable con la prensa local? Puede ser. Pero no es éste el caso. Antes, en una entrevista publicada por la revista alemana Humboldt, a la misma pregunta respondió: "En Buenos Aires el público vibra, reacciona con gran nitidez no sólo a las sutilezas de la presentación, sino sobre todo ante la dimensión política de la historia". Luego agregó: "Una vivencia fabulosa, realmente magnífica, fue la noche en el Teatro Colón. En un teatro de ópera más grande y suntuoso que todos los que conocemos en Europa, 4500 personas en traje de noche y smoking asisten a una musicalmente maravillosa representación de "Rigoletto" -¡de improviso, ahí estaba la vieja Europa del siglo pasado! Me pareció estar viviendo en el interior de una película de Luchino Visconti-. Fue una experiencia inolvidable, especialmente debido al contraste con la gris cotidianidad de aquella metrópoli".
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