El portazo de Kevin Hart es todo un dilema para la Academia de Hollywood
A Kevin Hart , el trabajo soñado de toda la vida le duró apenas 48 horas. Envuelto en una controversia que escaló a velocidad supersónica, el exitoso comediante renunció a conducir la ceremonia número 91 del Oscar y dejó a la Academia de Hollywood de nuevo frente a un incómodo escenario. Hace algunos días, un premonitorio título periodístico anticipó la realidad: ser maestro de ceremonias del Oscar hoy es el trabajo menos buscado en toda la industria del entretenimiento.
En apenas dos días, Hart pasó de ser el presentador más apropiado para sacar a la máxima ceremonia del Oscar de una pendiente pronunciada a convertirse, como lo insinuó Owen Gleiberman en una filosa columna publicada por Variety, en la peor elección posible. Otro gesto premonitorio: el texto se escribió antes de que estallara la fortísima polémica que terminó con Hart afuera del Oscar.
La escalada que terminó con la salida de Hart se ubicó en el mismo ambiente que la Academia tuvo en cuenta para promover su fallida designación: las redes sociales. Un nuevo mundo que para cierto perfil de la entidad organizadora del Oscar todavía resulta inasible y en el que el ahora renunciante presentador se mueve como pez en el agua. Primero dijo vía Instagram (57 millones de seguidores) que no iba a disculparse ante la Academia por los viejos comentarios homofóbicos que reaparecieron en las últimas horas, además de insinuar que había trolls detrás de una supuesta campaña en su contra. Luego, a través de Twitter (34 millones y medio de seguidores), se arrepintió de sus dichos ante la comunidad gay y anunció que decidía bajarse del Oscar para no convertirse "en una distracción".
I have made the choice to step down from hosting this year's Oscar's....this is because I do not want to be a distraction on a night that should be celebrated by so many amazing talented artists. I sincerely apologize to the LGBTQ community for my insensitive words from my past.&— Kevin Hart (@KevinHart4real) December 7, 2018
Se abre así un escenario de doble derrota. Para Hart y para la Academia. Al ver sumado su nombre en la historia de los presentadores del Oscar (una selecta lista que hasta ahora contaba apenas con tres figuras de raza negra en sus 91 años), podía legítimamente aprovechar ese título como una de las llaves maestras del gran objetivo que lo desvela: llegar a ser uno de los nombres más influyentes de la industria del entretenimiento.
Dedicado desde hace años a estudiar los secretos del mundo de los medios, Hart estaba como pocos de sus pares en condiciones de llegar muy alto por su perspicacia para mezclar modelos tradicionales (cine, TV) con las nuevas herramientas que ofrece el mundo de las redes sociales. Hasta ayer. Cualquier calificativo que resulte políticamente incorrecto, aunque haya sido dicho como en este caso hace ocho años, es un activo tóxico que llegó a arruinar carreras enteras muy encumbradas. Los ejemplos recientes sobran y Hart tendrá que mirarse en esos espejos para recalcular su sueño de convertirse en multimillonario a los 45 años. Hoy tiene 39.
A la Academia de Hollywood, en tanto, también se le achica el margen de maniobra. A once semanas del próximo Oscar perdió al conductor que imaginaban como artífice del golpe de timón que la fiesta necesitaba para recuperar en plenitud el lugar preferencial que ocupa en el calendario de Hollywood, hoy devaluado por el impiadoso y constante descenso en las mediciones de audiencia de la transmisión televisiva. La más reciente, en marzo último, se esperaba con el atractivo de una celebración redonda, la número 90. En cambio, tuvo el rating más bajo de toda la historia.
La Academia se enfrenta a la ardua misión de encontrar en el menor tiempo posible un nuevo presentador capaz de enfrentar todos estos dilemas. Quien mejor entendió este dilema es Ricky Gervais , que desde Twitter y con la rapidez del rayo, se autopropuso como reemplazante de Hart. Después de referirse de un modo escatológico a las personas "que están a cargo del Oscar", el filoso comediante británico dijo que si llegaran a nombrarlo presentador no va a ofender a nadie. "Ni siquiera a Mel Gibson, a quien ustedes nominaron el año pasado", completó. Gervais dejó todo a la vista.
Dear cunts in charge of The Oscars, let me host your show, and I promise I won't offend anyone. Not even Mel Gibson, who you nominated last year. pic.twitter.com/JTp1CefQoy&— Ricky Gervais (@rickygervais) December 7, 2018
Para estar a la altura de su propia realidad y honrar una tradición que está cerca de cumplir cien años, la Academia debería elegir para la conducción de su máxima fiesta a una figura capaz de exhibir una certera irreverencia. Pero al mismo tiempo necesita garantizar cierto marco de corrección política impuesto por la época. Encontrar ese nombre sin correr el riesgo de caer en una contradicción es un desafío enorme. Si no aparece, habrá que volver a la historia para encontrar otra solución drástica. Entre 1969 y 1971, la fiesta del Oscar directamente no tuvo presentador. La última vez que ocurrió algo así fue en marzo de 1989. En esos momentos tampoco eran muchos los que soñaban con ese trabajo.
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