El exclusivo reducto que las estrellas de Hollywood frecuentan a escondidas para escapar de un boicot
Sobrevivió a una década de boicot a su dueño, el sultán de Brunéi, y parece haber revivido a la pandemia que sepultó al Chateau Marmont, gracias a un arma secreta muy plebeya: su patio con mesas al aire libre, donde actores, productores y ejecutivos planean cómo sobrevivir a una nueva crisis
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LOS ANGELES.- Hollywood está bajoneado. Las candidatas al Oscar —Rey Richard, El callejón de las almas perdidas y Amor sin barreras— se pincharon en la taquilla, y más allá del bombo y la propaganda de los estudios, todo el mundo sabe que la variante ómicron solo tiene parte de la culpa.
Pero cómo, ¿y las impresionantes ganancias de Spider Man: sin camino a casa? Obvio: otro superéxito de superhéroes. Pero eso no cambia el hecho de que en 2019 desapareció un célebre estudio como 20th Century Fox, y que otro estudio, el venerable Warner Bros., ha recortado sus producciones para las salas de cine a casi la mitad. Y a menos que los organismos reguladores hagan de pronto algo inesperado, la MGM será deglutida en breve por Amazon. Así es: las plataformas de streaming están poniendo fin a la era de los cines. “Game Over”, dijo con tristeza un ejecutivo de los estudios en una fiesta corporativa de Año Nuevo. “Ganó la TV”.
Pero existe al menos un lugar donde las luces de Hollywood no se apagan ni parpadean. Basta con poner un pie en el Polo Lounge —como vienen haciendo últimamente las celebridades del cine, desafiando el boicot decretado contra el dueño del establecimiento, el sultán de Brunéi, por aplicar la sharia, o ley islámica en su país— para viajar en el tiempo a aquella época en que las películas tenían el predominio absoluto.
Puertas afuera del Hotel Beverly Hills, donde se encuentra el Polo Lounge, un establecimiento de 88 años de antigüedad, la ola de transformaciones está barriendo el mundo del cine con aterradora velocidad. El sistema de premiaciones de Hollywood, histórica y crucial plataforma promocional de las películas, se está desmoronando, y el mejor ejemplo es el abandono de los Globo de Oro de ayer. Dentro del exclusivo Polo Lounge, poco ha cambiado en las últimas décadas.
Bien podríamos estar en 1937, cuando una Marlene Dietrich de guantes largos fumaba indiferentemente sentada en la barra, con su estola de visón arrojada en la banqueta próxima. “El lugar es uno de los poquísimos lazos que quedan con un tiempo en que las películas realmente importaban”, dice Terry Press, expresidente de CBS Films y un histórico habitué del Polo Lounge.
¿Qué mejor lugar para que los pesos pesados de Hollywood se reúnan para una especie de terapia grupal? O quizás también para planear un contraataque…
Entre los “viajeros frecuentes” del Polo Lounge durante los últimos meses se cuentan David M. Zaslav, CEO de Discovery, que acaba de fusionarse con WarnerMedia; Brian Robbins, el nuevo mandamás de Paramount Pictures; Toby Emmerich, que preside el área de cine de la Warner; Bryan Lourd, líder de la agencia Creative Artists (exmarido de Carrie Fisher, y padre de la actriz Billie Lourd), y Jeffrey Katzenberg, que a pesar de haberse retirado de la dirección de un gran estudio, sigue siendo uno de los que mueve los hilos en Hollywood.
En los últimos meses, en las mesas del Polo Lounge también cerraron negocios Mary Parent, que produjo Duna como vicepresidenta de Legendary Entertainment, y Casey Bloys, jefe supremo de HBO Max. Entre los poderosos que se acercan a almorzar en el lugar también están Emma Watts, exproductora en jefe de la Paramount; Reginald Hudlin, productor y director nominado al Oscar, y Lorne Michaels, creador y productor ejecutivo de Saturday Night Live.
Una reciente noche de viernes también pudo verse a Jimmy Fallon, con la cara debidamente embarbijada y parado junto al gran piano de cola del Lounge para entonar “Sweet Caroline”. Jennifer Lopez y Jennifer Lawrence también fueron detectadas por los radares. Kim Kardashian y Pete Davidson pasaron a comer algo el día después de Navidad, y Caitlyn Jenner intentó entrar pero la rebotaron por no respetar el “código de vestimenta”. (“Nada de jeans rotos”, le dijeron.)
Durante 2021, los ingresos del Polo Lounge estuvieron un 10% por encima de los de 2019, según Edward Mady, gerente general del hotel, y agregó que el salón está recibiendo diariamente unas 150 reservas, de los cuales la mitad quieren una de las 9 cabinas que hay en el patio “¿De qué boicot me hablan?”, dice Mady.
En 2014, Katzenberg, Jay Leno, Ellen DeGeneres, Elton John y otros artistas y ejecutivos de la comunidad hollywoodense impulsaron un boicot contra el dueño del establecimiento, el sultán de Brunéi, por aplicar la ley islámica en su país, que condena a la lapidación a los acusados de homosexualidad o de adulterio. Hollywood en masa le dio la espalda al Polo Lounge, que en un primer momento quedó desierto. Con el tiempo volvió a ser un foco de atracción para las damas de Beverly Hills que suelen almorzar afuera, inmortalizadas por el recientemente fallecido Stephen Sondheim.
Para 2017, la mayoría de las celebridades que se habían sumado al boicot habían: a la industria del entretenimiento le gusta protestar, pero también tiene memoria frágil. En 2016 fue elegido presidente Donald Trump, y la indignación de Hollywood fue tan generalizada que ya nadie se acordaba del enojo con el dueño del Polo Lounge.
Además, la gente añoraba sus ensaladas, de las cuales la más demandada es la McCarthy, famosa por su extravagante precio (44 dólares) y porque sus ingredientes vienen cortados tan finitos que en vez de masticarla, casi se puede beber.
Los personajes VIP volvieron, pero ninguno quiso hablar sobre el Polo Lounge para este artículo. Unos estaban de vacaciones, otros se negaron para no convertirse en blanco de “los activistas” del boicot, y otros se excusaron desde una óptica extraña: no quieren aparecer asociados a un restaurant de lujo justo cuando los grandes estudios se preparan para una nueva ola de despidos.
Pero los activistas del boicot no se dan por vencidos. En 2019, George Clooney publicó un artículo de opinión donde llamaba a extender el boicot. (Clooney tampoco respondió al requerimiento periodístico.) En octubre, uno de los más fervorosos impulsores del boicot, James Duke Mason, le escribió otra carta al sultán Muda Hassanal Bolkiah para reclamarle la revocación de las “leyes draconianas” de su reino.
“El boicot sigue en pie”, dice Mason, consultado telefónicamente. “Es un tema de valores. ¿En serio es más importante comerse una ensalada McCarthy que los derechos humanos de un país? Mason agrega que junto a varios colegas piensan redoblar la campaña contra el hotel y el resto de los hoteles de la cadena Dorchester Collection a lo largo de todo 2022. (Mason también pertenece al mundo del espectáculo: es hijo de la cantante Belinda Carlisle y del exagente y productor Morgan Mason.)
Dorchester Collection, una empresa que opera hoteles de lujo con sede en Londres y propiedad de la Agencia de Inversiones de Brunéi, afirmó en un comunicado: “Somos operadores autónomos y abrazamos nuestros históricos valores de inclusión y pertenencia”.
En cierto sentido, el Polo Lounge está perfectamente posicionado para la vida en pandemia: tiene un gran comedor al aire libre, adornado con pimenteros brasileños, rosales y Santa Ritas moradas. Desde marzo de 2020, las oficinas de los estudios permanecieron mayormente cerradas, así que los peces gordos que solían realizar sus comidas de negocios dentro de los estudios necesitaban un lugar al que ir, y muchos viven cerca del lugar. Zaslav, por ejemplo, se aloja de manera intermitente en el hotel Beverly Hills porque está reformando un palacete histórico a cuatro cuadras de distancia.
La escena de los restaurantes más poderosos de Los Ángeles también sufrió sacudones. El Chateau Marmont, legendario hábitat de las estrellas más rebeldes de Hollywood y de la industria musical, cerró su restaurante al público al comienzo de la pandemia. (También ha tenido problemas de boicot). El Palm fue vendido, provocando la salida de su carismático abanderado, Bruce Bozzi. Y para algunos, en el Península todavía se siente el hedor de Harvey Weinstein, que según sus denunciantes citaba a mujeres allí con la excusa de una reunión de trabajo para acosarlas.
San Vicente Bungalows, un candente club privado que abrió sus puertas en 2019, ha llenado gran parte de ese vacío. El San Vicente parece ser el preferido de la clientela más joven y diversa de Hollywood (y por su ceremonioso maître, ex del Sunset Tower).
Pero el Polo Lounge todavía sigue en carrera. Es cierto que Hollywood ha perdido algo de su glamour, debido a los recortes presupuestarios y a la fusión de empresas, por no hablar de la pandemia. Pero el Polo Lounge, donde una tostada con palta cuesta 36 dólares, exuda la misma excentricidad que en 1998, por ejemplo, un año en que 57 millones de espectadores vieron como Titanic arrasaba en los Oscar. (En 2021, la transmisión atrajo 10,4 millones de espectadores, menos que el Concurso Nacional de Perros).
Cerca del atril de la recepcionista del Polo Lounge se suelen exhibir menús de cenas navideñas de épocas pasadas, cuando según parece los magnates y las estrellas de cine se gratificaban con “cazuela de mollejas de ternera a la crema” y “helado de ponche de manzana”.
Pero el presente, claro, se cuela en las conversaciones. En las mesas preferidas por los grandes ejecutivos del cine, respingan la nariz para hablar del imparable avance de Silicon Valley en el negocio del entretenimiento: ¿cuánto está dispuesta a gastar Apple en la nueva película de Martin Scorsese?
Para colmo, los bárbaros golpean a las puertas del castillo: los creativos de TikTok y los influencers de Instagram ya descubrieron que el césped del hotel es un interesante telón de fondo para tomarse una selfie. A Mady, gerenta general del hotel, no le gusta demasiado que le pregunten por ese gentío de personajes de las redes sociales que merodea en la puerta. “Muy contentos no nos pone –dice–. Hacemos todo lo posible por desalentarlos.”
(Traducción de Jaime Arrambide)
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