El polémico Tavernier
Presentó en Mar del Plata "Dejar pasar", un film sobre los artistas que trabajaron en París durante la ocupación nazi
MAR DEL PLATA.- "Hablemos de cine que parezco más un político que un director", propone Bertrand Tavernier. Ocurre que en los últimos tiempos el veterano realizador francés se ha visto envuelto en numerosas polémicas con los críticos de su país y también con los funcionarios europeos que negocian con sus colegas de los Estados Unidos las nuevas reglas de juego de la industria audiovisual.
El creador de "El relojero de San Pablo", "Un domingo en el campo", "El juez y el asesino", "La muerte en directo", "Cerca de medianoche", "La carnada", "Capitán Conan" y "Todo comienza hoy" llegó a Mar del Plata para presentar fuera de competencia su nueva y más ambiciosa película: "Laissez passer" ("Dejar pasar"), un controvertido retrato sobre los técnicos y artistas que trabajaron durante la época de la ocupación nazi en París.
El film, que obtuvo dos premios en el reciente Festival de Berlín (mejor actor para Jacques Gamblin y mejor música), se estrenó en Francia en medio de durísimos enfrentamientos en el campo de los intelectuales y de los medios de comunicación.
Este film de 12 millones de dólares de costo ("el más caro de mi carrera", admite el director) fue la excusa perfecta para que se reeditara una confrontación que ya lleva casi medio siglo entre el sector que reivindica el cine clásico de preguerra y el de qualité (al que adscribe Tavernier) y sus detractores de la nouvelle vague hoy ligados a Cahiers du Cinéma, el diario Libération y la revista Les Inrockuptibles.
"Dejar pasar", una historia de casi tres horas con un centenar de personajes, una minuciosa reconstrucción en estudio del París de 1942 y complejas escenas bélicas con hasta 600 extras, se centra en dos controvertidas figuras: el asistente de dirección Jean Devaivre (Gamblin), que fue empleado de la productora alemana Continental, creada por Joseph Goebbels, y al mismo tiempo activo miembro de la resistencia, y el guionista Jean Aurenche (Denis Podalydes), un sólido intelectual que se las ingenió para evitar a los nazis.
La película revaloriza a Devaivre y especialmente a Aurenche (guionista de varios de los primeros films de Tavernier) y sienta una posición muy clara respecto de su vieja disputa con la nouvelle vague. "François Truffaut se equivocó al citar a Devaivre y Aurenche, al castigar a gente como Claude Autant-Lara y Henri Georges Clouzot en su célebre artículo "Una cierta tendencia del cine francés". Durante la ocupación se hicieron 260 películas, de las cuales 30 fueron producidas por la Continental. Pero, a pesar del estado de censura, de las presiones que ejercía la gente de Goebbels, estos artistas apelaron a un gran ingenio y a una enorme valentía para hacer películas casi subversivas, que fueron muy importantes para mantener la moral de una población que era humillada", indicó Tavernier en diálogo con LA NACION.
-¿Por qué quiso recuperar a estos artistas olvidados?
-Porque fueron víctimas de una caza de brujas muy injusta, cuando en verdad fueron héroes. Mientras Goebbels pedía que la Continental hiciera "películas insípidas, divertidas y anodinas que durmieran la conciencia del pueblo francés", ellos desafiaban el régimen de Vichy con historias que mostraban las contradicciones y ambigüedades de la dictadura, guiños que el público no sólo descubría perfectamente sino que valoraba mucho. Es cierto que Clouzot era el director de guiones de la Continental, pero también hizo un film oscuro y provocativo, "El cuervo". Pero en la posguerra fue masacrado por George Sadoul y la prensa del Partido Comunista, hasta que luego se dignaron a "rehabilitarlo" cuando hizo "El salario del miedo". "Dejar pasar" es como una carta de amor a Aurenche y a esa gente por su sentido del humor, de la rebelión y de la libertad.
-Las nuevas películas de Costa-Gavras ("Amén") y de Gérard Jugnot ("Monsieur Batignol") también se ocupan de esa época. ¿Por qué el cine francés regresó ahora al período de la ocupación nazi?
-No sé si es por azar o porque se alcanzó la distancia necesaria. Pero todavía existe una fuerte resistencia: hubo que esperar mucho tiempo para que esto sucediera y además esos dos films fracasaron comercialmente. Yo tardé tres años en armar esta película y todos mis amigos me decían que no la hiciera. Por suerte, aparecieron Canal Plus y productores alemanes que la hicieron posible.
-¿Siente que los críticos franceses lo ubican como exponente de un cine convencional, anticuado, y lo oponen a la modernidad?
-"Dejar pasar" no es una película convencional hecha con el estilo del cine francés de los años 40. Tiene una estructura coral ligada con la obra de Robert Altman o con el Jean Renoir de "La gran ilusión". No tiene como eje el clímax en el sentido en que lo utiliza el cine norteamericano y hasta presenta la audacia de que sus dos protagonistas nunca se cruzan.
-¿Se siente perseguido, de alguna manera?
-Un sector de la crítica me quiere ver como el enemigo, y no se da cuenta de que la amenaza no somos los directores franceses que no hacemos las películas que ellos quieren, sino el liberalismo a ultranza, los fanatismos religiosos, la globalización, que apunta a la mirada única. El problema no es "Amélie", sino la avidez y voracidad de un cine norteamericano que ha cambiado para mal en los últimos 20 años. Los críticos de hoy no están dispuestos a admitir sus errores, como los de antes tampoco pidieron perdón por haber basado sus teorías en la ideología maoísta. Yo escribí libros y artículos, pero nunca me consideré un crítico. Admití muchas veces que me equivoqué, por ejemplo, al atacar a Akira Kurosawa.
-Usted suele alternar proyectos ambiciosos, como "Capitán Conan" y éste, con otros más austeros, como "Todo comienza hoy". ¿Es premeditado?
-Sí. Es excitante trabajar en una gran producción, con un equipo inmenso, cientos de extras y grandes decorados, pero es bueno no acostumbrarse al lujo y luego volver a la calle y filmar un documental con tres colaboradores. Hay que cuestionarse constantemente.
-Por eso usted tiene además una producción muy fecunda de documentales...
-Sí, el último ("Historias de vidas quemadas") tiene que ver con los inmigrantes indocumentados que son capturados y deportados brutalmente a sus países. Yo me siento muy feliz cuando soy aceptado tanto por un actor profesional como por un africano que está haciendo una huelga de hambre y me deja filmar su protesta.
-¿Su próximo proyecto será entonces intimista y actual?
-Seguramente será una historia actual y con una producción pequeña. Es probable que vuelva a trabajar con mi hija: tenemos muchas ganas de hacer un film sobre la adopción. Ya veremos. Las películas llegan a un director cuando tienen que llegar.
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