El podcast: una película de ciencia ficción que logra los máximos resultados con los mínimos recursos
Con referencias a La llegada y 2001, es una reflexión sobre el lugar de la verdad en la era de los medios digitales
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El podcast (Monolith, Australia/2022). Dirección: Matt Vasely. Guion: Lucy Campbell. Fotografía: Michael Tessari. Edición: Tania Nehme. Música: Banjamin Speed. Elenco: Lily Sullivan. Duración: 90 minutos. Disponible en: Max. Nuestra opinión: buena.
El cine de ciencia ficción suele ser excesivo: sufre de exceso de pretensiones presupuestarias, exceso de efectos especiales, exceso de velocidad en las escenas de acción y, a veces, exceso de ambición. Nada de esto es necesariamente malo pero hace que el género tienda al maximalismo. Esta película, sin embargo, presenta las características opuestas y, aun así, se las arregla para ser parte del rubro.
Un poco como las obstrucciones que el realizador danés Lars Von Trier imponía a su cine para reforzar la creatividad, El podcast (título demasiado literal que reemplaza al más significativo Monolith) parece responder a un conjunto de reglas igualmente caprichosas: hay un solo personaje, una sola locación y casi no hay efectos especiales. Es difícil calcular su presupuesto pero, con un poco de buena voluntad de todos los involucrados, bien podría ser cero. Es cierto que ya existe un subgénero de ciencia ficción minimalista al que pertenecen unas pocas películas como la muy elogiada y casi inescrutable Primer, de Shane Carruth, o Coherence, de James Byrkit. Sin embargo, comparada con este film, esos otros casi están en la categoría de Ben-Hur.
Si bien se trata de un guion original de la autora Lucy Campbell, la película se siente más bien como la adaptación de un podcast narrativo de los que proliferaron durante la cuarentena, no solo porque la protagonista se dedica precisamente a hacer un podcast (de ahí el ingenioso título local), sino porque casi todos los avances de la historia se dan en el plano sonoro: diálogos, llamados telefónicos, mensajes de texto, lectura de recortes periodísticos o e-mails. En suma, todos los recursos que caracterizan a un relato verbal. Por otro lado, la situación del único personaje, que pasa todo el metraje sin salir de la mansión modernista de su familia, lleva a pensar en el período de aislamiento social y tiñe a todo de un leve anacronismo, como si la película quisiera evocar una ansiedad que terminó hace poco y, por lo tanto, llegara tarde.
La protagonista (Lily Sullivan) no tiene nombre y en los créditos se la llama “La entrevistadora”. Tras ser despedida de un medio tradicional por no chequear adecuadamente sus fuentes en una denuncia periodística, decide trabajar por su cuenta e inicia un podcast de temática paranormal titulado “Más allá de lo creíble”. Casi al mismo tiempo en el que empieza a rastrear las redes buscando material para el primer episodio, recibe un e-mail anónimo que la dirige hacia Floramae King, una mujer con una historia extraña. En e-mails y llamadas telefónicas, Floramae relata que tuvo en su poder un objeto al que llama “el ladrillo” que parecía tener un aura psíquica que afectaba sus pensamientos. Este objeto, un pequeño bloque de piedra negra, no era artificial, pero tampoco natural de este mundo. Tras un incidente con la familia para la que trabajaba -su hija arruina el mobiliario de la casa con un cuchillo- sus patrones toman posesión del ladrillo y lo venden a un coleccionista de arte para costear las reparaciones. A falta de una historia mejor, la entrevistadora decide seguir el derrotero de este curioso objeto y así va descubriendo sus supuestas extrañas propiedades y el detalle adicional de que no hay solo uno.
Este relato es al mismo tiempo ridículo y, gracias a la convincente interpretación de Sullivan, cautivante. Si bien las motivaciones expuestas (la búsqueda de un ladrillo negro, la rotura de una mesa) parecen insignificantes, absurdas y torpemente imaginadas, a medida que el relato avanza, crece la inquietud que provocan, algo más que meritorio si se considera la radical escasez de elementos puestos en juego. En el tercer acto, sin embargo, los exiguos recursos hacen que, dado que la película se niega a quebrar sus propias normas, la narrativa se dirija hacia el único lugar que le queda y se vuelva predecible.
El título original hace pensar inevitablemente en el monolito negro más famoso de la ciencia ficción: la sonda extraterrestre de 2001: odisea del espacio, acaso una referencia irónica de esta, una de las películas más pequeñas de la ciencia ficción, a una de las más ampulosas. Así como 2001 se preguntaba sobre el lugar del género humano en el cosmos, este film persigue un problema no menos escurridizo: el lugar de la verdad en la era de los medios digitales. Evidentemente, si bien sus fondos son magros, sus aspiraciones no lo son.
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