El placer estético de Bertolucci
"Los soñadores" ("The dreamers", Francia-Gran Bretaña-Italia-EE.UU./2003, color). Dirección: Bernardo Bertolucci. Con Michael Pitt, Eva Green, Louis Garrel, Robin Renucci, Anna Chancelor. Guión: Gilbert Adair, sobre su novela "The Holy Innocents". Fotografía: Fabio Cianchetti. Supervisión musical: Janice Ginsberg. Edición: Jacopo Quadri. Presentada por Fox. Duración: 108 minutos. Sólo apta para mayores de 16 años, con reservas.
Nuestra opinión: muy buena
Sexo, cine y política. Son los tres temas que Bertolucci atiende en esta recreación del París del 68 (y las tres cuestiones en torno de las cuales giran las acciones de los juveniles protagonistas de la historia), aunque con el progreso de la narración cada uno vaya adquiriendo relevancia y funciones diversas. Lo puramente político --es decir, las tumultuosas jornadas de mayo que de algún modo se anticiparon en la reacción de cinéfilos y cineastas contra la destitución del director de la Cinemateca Francesa-- ocupa el fondo del cuadro, y si bien se filtra a veces en alguna referencia verbal o se percibe en ciertos comportamientos de los personajes, sólo irrumpe en el centro de la escena sobre el final, y quizás únicamente para precipitar un desenlace algo forzado.
El cine es una presencia doblemente constante. Por un lado, ha impreso su marca en la personalidad de los tres muchachos, ha moldeado su cultura, les ha dado modelos de carácter, de lenguaje y de conducta; alimenta sus frecuentes juegos intelectuales y hasta parece tentarlos a refugiarse en una suerte de realidad paralela donde son al mismo tiempo ellos mismos y los personajes de un film en perpetuo rodaje. Por otro, es para Bertolucci un privilegiado elemento de referencia, explícito en las citas, sutil en las alusiones.
La historia tomada de la novela de Gilbert Adair expone el proceso vivido por tres jóvenes --Matthew, un estudiante norteamericano, y los apegados Isabelle y Théo, hijos gemelos de un matrimonio perteneciente a la burguesía intelectual francesa-- en su difusa exploración de sí mismos, de sus deseos y de su sexualidad. Esas búsquedas eróticas son ilustradas en planos que se demoran en los cuerpos desnudos e incluyen ciertas imágenes explícitas acaso destinadas a reeditar el escándalo generado treinta años atrás por "Ultimo tango en París". Sólo que aquí, aunque también se imponen la tersa sensualidad y la elegancia que Bertolucci sabe conferir a sus imágenes, no hay desesperación ni acentos rituales, sino una confusa mezcla de curiosidad, arrebato juvenil y voluntad transgresora.
Un americano en París
Hechizado por la efervescencia de París, donde hay palacios que albergan cines, la cultura se discute en las calles y la remoción de un funcionario público (para el caso, Henri Langlois, el legendario fundador y propulsor de la Cinemateca Francesa) puede generar una movilización popular, al vivaz e ingenuo Matthew también lo seducen la liberalidad y la osadía de esos dos hermanos que el azar pone en su camino y le ofrecen franca camaradería, además de hacerle un lugar en su estrecho, íntimo y ambiguo vínculo. Si en el sueño de Théo hay espacio generoso para las cuestiones políticas, el de Isabelle se nutre especialmente de la pasión por el cine, compartida por los otros dos. Tramos de viejas películas de Hollywood o de realizaciones de los años sesenta que hoy son casi clásicos se intercalan en este homenaje que el film rinde quizá más a los cinéfilos que al cine mismo, y que constituye uno de los mayores atractivos de "Los soñadores".
Escenas y diálogos de películas conocidas de memoria son el tema de los desafíos en los que los tres invierten buena parte de sus jornadas cuando los adultos de la casa se van de vacaciones y los dejan solos y bien pertrechados. En el cómodo refugio que rara vez abandonan, los desafíos que se plantean tienen sus prendas, y éstas van comprometiéndolos cada vez más en un juego sexual sin limitaciones. Será el estrépito callejero el que los arranque bruscamente del encierro y los empuje a la realidad, en la que deberán asumir su aceptación o su rechazo de la violencia. El recurso --la pedrada en el vidrio de la ventana-- es muy eficaz en términos cinematográficos, pero conduce a un remate dramático en el que suena más de una nota falsa.
"Los soñadores" se abre a unas cuantas lecturas que podrán avivar la discusión tanto en su interpretación de los hechos del 68, un fenómeno que todavía está sujeto a la revisión de la historia, como en la descripción del estado social que les dio fermento. Los esquematismos y artificios que pueden descubrirse en el film, sin embargo, no disminuyen el enorme placer estético que Bertolucci proporciona con su escritura tersa y persuasiva, su refinamiento visual, sus imágenes deslumbrantes y la fluida cohesión de un montaje casi musical. Sin descollar como actores, Michael Pitt, Louis Garrel y la sugestiva Eva Green aportan al film frescura juvenil y naturalidad, además de sus agraciadas presencias. En la banda sonora, hábilmente concebida, se mezcla mucha música popular de la época (de Janis Joplin y Bob Dylan a Charles Trenet y Edith Piaf) con temas de las películas a las que se hace referencia.
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