El peor destino para un melodrama
Una película que no logra conmover
Noches de tormenta (Nights in Rodanthe, EE.UU./2008, color; hablada en inglés). Dirección: George C. Wolfe. Con Richard Gere, Diane Lane, Scott Glenn, Viola Davis. Guión: Anne Peacock y John Romano, sobre la novela de Nicholas Sparks. Fotografía: Alfonso Beato. Música: Jeanine Tesori. Edición: Brian A. Kates. Presentada por Warner. 96 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: regular
Como un bolero. Hay dos almas heridas a las que el destino les da una segunda oportunidad. Hay un huracán que se avecina y anticipa la pasión que encenderá los ánimos. Hay viajes que separan, cartas que se cruzan, rendición de cuentas con el pasado, gozos, sombras y penas de amor como en cualquier historia sentimental que aspire a estremecer el corazón y generar alguna lágrima. Pero no hay caso.
Por mucho que se esfuercen Diane Lane y Richard Gere para disimular la inconsistencia de sus personajes, por más que intenten reverdecer una química que se suponía infalible y a pesar de que la música hace todo lo posible por elevar la temperatura a fuerza de énfasis y azúcar y la dirección de arte propone el romántico escenario de un caserón sobre el mar, no hay quien pueda con un guión descalabrado y colmado de frases artificiosas, con personajes ídem que carecen de cualquier rasgo humano y creíble y, sobre todo, con una dirección tan falta de convicción y de calor que parece haber sido ejecutada con burocrática apatía.
Apuntes superficiales
En este caso, que el autor del original sea Nicholas Sparks, favorito de muchas aficionadas a la novela romántica, no supone una garantía. Aquí relata el encuentro de un médico cargado de culpas (por haber perdido a una paciente en el quirófano y por haber sacrificado a su familia en aras de la profesión) con una mujer que viene de un fracaso matrimonial y sufre la conflictiva relación con su hija.
Ella tiene que hacerse cargo por unos días de una posada marítima de Carolina del Norte un poco para tomarse un descanso y reflexionar y otro poco porque se lo ha pedido su mejor amiga, dueña del lugar. Total, sólo se espera a un huésped (no hace falta decir quién) y el huracán que se anuncia no será peor que tantos otros que pasaron por ahí.
Ya puede suponerse casi todo lo que sigue. Salvo que habrá un toque de compromiso social y algún apunte tan superficial como el resto acerca de la relación entre padres e hijos. Nada que interese y mucho menos que conmueva.
No puede haber peor destino para un melodrama.