Sueño Florianópolis, lo nuevo de Ana Katz: "Cuando empecé a estudiar cine las mujeres éramos muy pocas"
Después de haber protagonizado uno de los recorridos más extensos para una producción nacional por los festivales del mundo el año, Ana Katz está con muchas ganas de compartir por fin el estreno formal de Sueño Florianópolis en la Argentina. Después de un prólogo local muy celebrado, porque fue la película de apertura del último Festival de Mar del Plata, esta coproducción entre Argentina y Brasil llega este jueves a los cines de nuestro país.
El verano aparece como el momento más propicio para descubrir esta obra que tiene muchas marcas agridulces, tiernas, incómodas y patéticas que caracterizan al cine de Katz (El juego de la silla, Los Marziano, Mi amiga del parque). La película está asociada al recuerdo del primer gran desembarco masivo de argentinos de vacaciones en Brasil durante los años 90 y a favor de las ventajas cambiarias de entonces. Un matrimonio de psicólogos ( Mercedes Morán y Gustavo Garzón ) que ya tiene pensado separarse, decide no obstante hacer este último viaje junto a sus dos hijos adolescentes (Joaquín Garzón y Manuela Martínez). Una serie de equívocos, confusiones, azares y atracciones peligrosas pondrá en juego a sus protagonistas y se abrirá a varias situaciones tragicómicas.
"Voy mucho a Brasil. Nombro mucho a Brasil en mis películas. Recibí de ese país enormes muestras y devoluciones de cariño, además de retrospectivas de mi obra. Terminás comprendiéndolos porque no te hablan en ruso, sino a través de un idioma que nos es muy familiar. Además, el portuñol fue siempre la lengua de encuentro en todo este camino", dice Katz, convencida de que al menos en su caso siempre hubo puentes entre dos países que el cine no se animó a acercar como lo indica la cercanía geográfica y cultural.
Katz dice que la película narra una travesía y a la vez es el relato de toda una transformación. "Cómo todo lo que vamos intuyendo termina descuajeringado", agrega entre risas. Cuenta la directora que cuando era chica hizo viajes a Brasil bastante parecidos a los que vive la familia de Sueño Florianópolis. "Ahora también los hago y estoy todo el tiempo online, puedo planificar y anticiparme a cualquier contingencia. En cambio, antes hacíamos 2000 kilómetros sin Internet, sin referencias ni informaciones certeras. Es una linda metáfora de lo que significa el cambio. O dar un paso nuevo, diferente. Ese fue el disparador de la escritura de la película que hicimos junto a mi hermano Daniel. Llegar a una frontera, ver cómo cambian el idioma y la cartelería. Códigos distintos", detalla.
En la memoria de Katz aparecen también algunas de las situaciones vividas en la película. En aquéllos ya lejanos años 90, esa situación precaria en materia de comunicaciones deja casi a la deriva a los personajes del film. "Recuerdo en mis viajes de chica una salida en una ruta que todos pifiaban. Terminabas encontrándote con un millón de argentinos al mismo tiempo en el mismo lugar equivocado. Y también con esos cartelitos pintados a mano ofreciendo alojamiento", evoca.
Y dice que en Sueño Florianópolis se agrega a toda esa atmósfera una pregunta clave: ¿adónde llega nuestra libertad? "Hay algo especial en estos dos psicoanalistas que quieren separarse, pero seguir juntos. Hacer cosas por su cuenta, pero también organizarse para sentarse a la misma mesa y comer fideos. Quería trabajar el tema de las contradicciones permanentes que surgen de vivir en sociedad. Y quería hacerlo de un modo amoroso", apunta Katz.
Mercedes (Morán) y Gustavo (Garzón) han compartido un montón de trabajos, se conocen y se quieren. Además, tuvieron a sus propios hijos actuando en la película
La directora se sorprende al decir que sintió desde el vamos a Sueño Florianópolis como su película "más local" desde que empezó a desarrollarla junto con el productor Nicolás Avruj. Sin embargo, no cesa de viajar con ella por todo el mundo. Ya pasó por los festivales de Karlovy Vary (donde ganó el Premio Especial del Jurado y el de mejor actriz para Morán), Toronto, Oslo, Tesalónica, Zurich y Chicago, mientras se acercan nuevos destinos. "Al principio sentía que había en la película algo muy íntimo relacionado con nuestra idiosincrasia. Y no lo veía con amargura, sino todo lo contrario. Creo que el cine latinoamericano tiene un color propio y me sentía muy agradecida al ver que mi película ayudaba a que el mundo reconociera eso. Pero cuando todo comenzó a expandirse me sorprendió que en cada país al que llegábamos las preguntas del público después de la proyección giraban siempre sobre el mismo tema: la referencia a un vecino idealizado. En Karlovy Vary, a partir de Sueño Florianóplis los checos nos hablaban de los serbios, y así sucesivamente", señala.
Katz no se cansa de destacar el aporte esencial de sus intérpretes protagónicos: "Mercedes y Gustavo han compartido un montón de trabajos, se conocen y se quieren. Además, tuvieron a sus propios hijos actuando en la película. Joaquín es el hijo de Gustavo y Manuela es la hija de Mercedes. En ese auto que recorre las rutas de Brasil había una impronta familiar impresionante. Se involucraron en este proyecto entregando con generosidad su pensamiento, sus experiencias, sus vivencias, sus miradas. Además son dos actores porosos: dejaron que ese material entrase en ellos para que pueda brillar. Son directores y autores, todo lo contrario al intérprete pasivo. Ellos logran imprimir en su trabajo la visión del mundo que tienen. Y a través de ellos, del elenco, de los técnicos, la película recoge la mirada de muchas personas. Esta película es una obra colectiva".
Sueño Florianópolis se suma a una corriente muy intensa que muestra el protagonismo actual que tienen las mujeres directoras en el cine argentino. Y también coincide con un momento en el que aparece una afirmación de derechos desde el mundo femenino en reclamo de más igualdad y de tolerancia cero hacia cualquier situación de abuso. "Cuando empecé a dirigir –dice Katz sobre estos temas- nunca se me ocurrió preguntarme directamente que eso podía relacionarse con situaciones de desigualdad o diferencias. Actuaba como si fuese indiferente por completo a ese machismo real y concreto que nos rodea. El miedo siempre me pasó por el costado, porque siempre sentí que el punto de vista masculino coexiste desde el comienzo con el femenino. Y eso que cuando empecé en la universidad a estudiar cine las mujeres éramos muy pocas. Celebro todo este cambio y creo que tiene que ser algo compartido y natural. Alicia en el país de las maravillas es nuestra Biblia, nuestra brújula. Desde allí siento que el feminismo no asume la necesidad de hacer un esfuerzo para darse así, sino que plantea naturalmente una situación de igualdad".
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