El mochilero del hacha: interesante documental de Netflix que funciona como historia criminal y radiografía social
El caso de Caleb “Kai” McGillvary fue furor en redes sociales: un joven vagabundo que primero fue celebrado como un héroe justiciero y luego terminó preso por asesinato
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El mochilero del hacha (The Hatchet Wielding Hitchhiker, Estados Unidos/2023). Dirección y guion: Colette Camden. Fotografía: Patrick Smith. Edición: Simon Barker. Disponible en: Netflix. Duración: 85 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
El caso de Caleb Kai McGillvary tiene todo para encajar en el gusto masivo de esta era de las plataformas de streaming. Así como el true crime es tendencia en las ficciones, los documentales sobre criminales y personajes border despiertan automáticamente el interés popular, y El mochilero del hacha ya anuncia desde su elocuente título una historia con clima de terror y violencia. Pero este documental de Netflix admite también algún abordaje que exceda el magnetismo que suele ejercer el morbo.
La historia de Kai, hoy preso en una cárcel de New Jersey con una condena que todavía lo obliga a más de cincuenta años de encierro, revela la negligencia con la que toman decisiones algunos medios de comunicación, la impunidad con la que se mueven los oportunistas del negocio del “entretenimiento” y la crueldad y el cinismo que son moneda corriente en las redes sociales. En el actual contexto, nadie está del todo seguro de que volverse “viral” sea necesariamente bueno, pero casi todos quieren experimentar ese reconocimiento y muchas veces a cualquier costo. Lo sabe de sobra Kai, víctima también de los desvaríos de un sector de la sociedad norteamericana, demasiadas veces al borde del desquicio, amante de la hipérbole e inclinado al culto instantáneo al héroe individual con inmolación incluida (eso que curiosamente critican de algunos de sus enemigos ideológicos).
El mochilero del hacha es un documental sobre un joven vagabundo, un homeless simpático, creativo y bastante tarambana observado socialmente como una curiosidad hasta que se desató la tragedia. Y también un tratado sobre la psicosis colectiva, una patología caracterizada por la ausencia de empatía y la perversa costumbre de observar todo bajo la perspectiva del show en un entramado donde el racismo y las inequidades siguen naturalizados.
La película cuenta al detalle el origen de la popularidad de Kai, una reacción muy celebrada del joven ante una situación complicada: hizo dedo en una ruta de California y lo levantó Jett Simmons McBride, un hombre que estaba convencido de que algo terrible ocurriría durante el Super Bowl de 2013 porque lo había leído en esos sitios y foros conspirativos de Internet en los que se cocinaron las insólitas fake news contra Hillary Clinton en la campaña presidencial de 2016 y el asalto al Capitolio de 2021. McBride se preparó durante meses para detener un supuesto atentado y cuando estaba en camino hacia New Orleans se cruzó con Kai, lo llevó en su vehículo, le dijo que su nombre era Jesucristo y fumó marihuana con él, antes de atropellar intencionalmente en la ruta a un grupo de trabajadores de Pacific Gas & Electric. Después se bajó del automóvil, gritó que estaba dispuesto a matar a mucha gente, especialmente si eran afroamericanos, y atacó a una mujer que estaba socorriendo a uno de los embestidos.
Conmocionado, Kai detuvo al agresor golpeándolo varias veces en la cabeza con el mango de un hacha. Unos minutos más tarde del incidente, Fox News lo entrevistaba como si se tratara de una estrella y las afiebradas declaraciones de Kai, incentivado justamente por esa condescendencia de la prensa, se volvieron virales: alguien transformó su discurso en un rap pegadizo apoyado en un estribillo armado con la exclamación “Smash!” (aplastar) que el justiciero usó repetidamente para describir su festejada intervención.
Kai pasó de marginal a invitado al famoso talk show de Jimmy Kimmel y candidato posible para el elenco del exótico reality de las Kardashian. Pero solo dos meses más tarde fue arrestado como principal sospechoso de un brutal asesinato: Joseph Galfy, un abogado de 73 años de New Jersey, fue hallado por la policía en su casa sin vida y con señales claras de haber sufrido una tremenda paliza. Muchas pistas delataban al protagonista de este documental, entre ellas algunas imágenes de cámaras de seguridad en las que se lo podía ver con Galfy en una estación de trenes pocas horas antes del crimen. No fue difícil detenerlo en una estación de autobuses de Filadelfia mientras seguía su habitual derrotero sin destino fijo, sin demasiada conciencia del riesgo que corría. Cuando lo interrogaron, Kai dijo que había estado en la casa de Galfy y que el anfitrión lo había drogado y violado; no lo ayudó mucho una publicación en su perfil de Facebook donde preguntaba qué reacción era la más adecuada en caso de sufrir una agresión sexual, sobre todo porque su propio consejo para un caso así no era del todo pacífico.
Que toda esta historia digna de un thriller de clase B de Hollywood y oro en polvo para decenas de podcast que circulan por networks tan tóxicas como Reddit haya ocurrido en pleno auge de las redes sociales y de la tecnología aplicada a la vigilancia, dejó todo servido en bandeja para un documental como este. No sería extraño, de hecho, que alguien esté pensando seriamente en una recreación desde la ficción. Porque el caso de Kai tiene condimentos de sobra para saciar la sed de los amantes de la truculencia, que no son solo un producto de esta época, claro: el género del terror sangriento y revulsivo tiene una larga tradición, y de Alfred Hitchcock a Gaspar Noé, la inclinación por el morbo también. Y porque al mismo tiempo puede leerse como una eficaz pintura de un presente en el que la extravagancia y lo bizarro se volvieron valores. El mochilero del hacha es el reflejo bien documentado de un caso policial y también una radiografía social de un país poderoso y contradictorio donde se puede llegar a presidente a fuerza de provocaciones y desafíos al sentido común.
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