El memorable encuentro entre Isabel Sarli y John Waters, fanático de la estrella argentina, en el Bafici 2018
Una de las tantas grandes alegrías de todos estos años trabajando en el Bafici fue poder conocer a Isabel Sarli, que murió esta mañana, a los 89 años. Primero en ocasión de la presentación del documental de Diego Curubeto, Carne sobre carne, en 2008, en el que la Coca vino a la sala de cine en el Abasto. Luego tuvieron que pasar diez años –"eso que llaman una década", como decía Robert Duvall en Pacto de justicia– para el regreso de la dama al festival. Porque se dio, sí, se dio, ese encuentro cumbre por el cual el festival había trabajado e insistido durante muchos años y que tuvo altísimas cuotas de suspenso, incluso con zozobras y angustias en la mismísima noche de apertura de la edición número veinte. La Coca Sarli yJohn Waters tenían que encontrarse: era una cuestión de honor, un deber que había que cumpir con la cinefilia en general y también con la particular del señor Waters, un fan devoto de la Coca y de su insoslayable cine con Armando Bo.
En abril de 2018 Sarli ya no estaba en condiciones de salud como para llegar a una sala de cine en Recoleta, y habíamos prometido un encuentro con Waters para la proyección de Fuego. No iba a poder ser, por lo menos no de esa forma. Pero había que juntar a Sarli y a Waters. Y registrarlo y compartirlo: y así fue que se produjo, y se hizo y se editó en tiempo récord –y con cariño récord– un video de ese encuentro, que fue en un hotel unas horas antes de la función en cuestión en donde se proyectó.
¿Nervios por parte de quienes estábamos en ese momento acompañando a Waters y a Sarli? Claro que sí, no era para menos. ¿Emoción? Muchísima. Y ese conjunto de adrenalina se veía potenciado por la mirada ilusionada de Waters ante la inminencia de un sueño cumplido. La Coca estaba preparándose en un sillón en una habitación, y con Waters esperábamos en el pasillo. Le preguntamos a John si quería conocerla, saludarla antes de que se filmara con cámaras el encuentro y respondió, con brillo baziniano en los ojos: "No, me gustaría que quede el registro del verdadero encuentro". Y ese encuentro verdadero quedó inmortalizado con ese relieve evidente que tienen los momentos únicos, genuinos, inolvidables en su potencia cargada de personalidad, esa cualidad inimitable que incluye algunas verdades y que, por suerte, va mucho más allá.
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