Netflix: El juicio de los 7 de Chicago entrega una lección del pasado para mirar el presente
El juicio de los 7 de Chicago (The Trial of the Chicago 7, Estados Unidos/2020). Dirección y guion: Aaron Sorkin. Elenco: Eddie Redmayne, Sacha Baron Cohen, Jeremy Strong, Joseph Gordon Leavitt, Frank Langhella, John Carroll Lynch, Mark Rylance, Ben Shenkman. Duración: 129 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: muy buena
Como guionista, Aaron Sorkin (Red social) suele tener dificultades para esbozar personajes femeninos con matices y espesura dramática. Además, cada tanto, se apoya en herramientas narrativas de resonancia más teatral que cinematográfica y en ocasiones exagera el sentimentalismo de ciertas escenas. Su primera película como director, Apuesta maestra, fue una demostración de todos esos pasos en falso que, en menor medida, están presentes también en El juicio de los 7 de Chicago, el film que estrena hoy Netflix. Claro que la película, basada en el conflicto legal que surgió como consecuencia de las protestas realizadas por un grupo de jóvenes activistas contra la guerra de Vietnam en 1968, también expone todas las fortalezas de Sorkin como escritor y realizador que, puestas en la balanza, superan ampliamente a sus debilidades.
Para contar lo sucedido en el juicio y reconstruir los sucesos ocurridos durante la movilización de cientos de miles de jóvenes a Chicago, Sorkin construyó un guion impecable, ágil y repleto de sus marcas de autor. Conocido por las escenas en las que sus personajes caminan veloces mientras dicen los parlamentos con ritmo similar, un recurso conocido como walk and talk, en esta oportunidad el realizador lo utiliza para poner en marcha las diferentes líneas del relato con una efectividad notable. Pero no solo eso: frente a unos hechos trágicos que ayudaron a cambiar la historia de los Estados Unidos, Sorkin usa el humor no como alivio cómico sino como un elemento más que les aporta verosimilitud a sus personajes. Que sea Sacha Baron Cohen, interpretando al iconoclasta militante Abbie Hoffman, el responsable de los momentos más graciosos de la trama habla de la inteligencia del director que además pone al intenso Jeremy Strong (Succession) como el Sancho Panza de su melenudo Quijote.
Al retratar a personajes reales atravesando situaciones ampliamente documentadas, muchos guionistas y directores tienden a dejar de lado su humanidad para resaltar sus ideales y objetivos. En este caso, el peligro de transformar en íconos para la pantalla a quienes ya lo son en la conciencia colectiva de los Estados Unidos era considerable, pero Sorkin lo esquiva al cuestionar a todos y cada uno de sus personajes. Los héroes, esos siete hombres de convicciones acusados por motivos más políticos que legales, tienen claroscuros: sus momentos de valentía son tan importantes para definirlos como aquellos en los que la cobardía o la insensatez puede con ellos. Así muestra a Tom Hayden (Redmayne) y lo mismo ocurre con los villanos del cuento. El fiscal que interpreta Joseph Gordon Levitt, tironeado entre su deber como funcionario público y la evidente irregularidad de todo el proceso y el juez –a cargo del magnífico Frank Langella– un hombre de otro tiempo para el que los acusados representan los cambios sociales que tanto teme. El fin de una era que Sorkin explora con la latente intención de reflejar también el actual punto de quiebre por el que atraviesa la sociedad norteamericana.
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