El juego de las lágrimas: el consejo de Stanley Kubrick, el rechazo británico y la redención estadounidense de un film adelantado a su época
Dirigida por Neil Jordan, la película de 1993 consiguió desandar los malos augurios, se convirtió en un éxito de taquilla y obtuvo varias nominaciones a los premios Oscar
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“Es la historia de la rana y el escorpión. La rana le ofrece al escorpión ayudarlo a cruzar el río, en su lomo, pero teme que el escorpión la pique. El escorpión le explica que no va a hacerlo, porque de hacerlo él también moriría ahogado. En medio del viaje, la pica. ‘¿Por qué lo hiciste? Ambos moriremos’, pregunta la rana moribunda. ‘Está en mi naturaleza’, responde el escorpión”. La historia la relata un personaje de El juego de las lágrimas, el clásico que cumple 30 años desde su estreno en el Festival de Venecia, la película que se atrevió a desafiar todas las expectativas y prejuicios sexuales, políticos y raciales, al contar una historia de amor con una protagonista transexual.
El consejo de Kubrick
La idea fue del novelista irlandés Neil Jordan. El cine no le era un espacio extraño y ajeno, porque en 1986 había tenido éxito con Mona Lisa, pero la taquilla no lo acompañó en las siguientes tres películas que dirigió. En su última apuesta relataba la historia de Fergus (interpretado por Stephen Rea) un voluntario del Ejército Republicano Irlandés (IRA) que participa en el secuestro de un soldado inglés (Forest Whitaker, en uno de sus primeros roles), como custodio del prisionero.
Captor y cautivo establecen una relación muy particular a través de los diálogos que mantienen y, ante una fatalidad, el irlandés se compromete a visitar a Dil, la novia del inglés raptado. El primer giro argumental era, por supuesto, que el hombre se enamoraba de la mujer. Hasta ahí, la historia era un thriller político sobre un tema muy sensible para la sociedad británica. El título del guion era “La mujer del soldado”, pero Stanley Kubrick le aconsejó a Jordan cambiarlo. “Da entender que es una película bélica, y ya no venden. Y que tenga una mujer significa que está feliz, en pareja: aburrido”, explicó a Jordan el director de La naranja mecánica.
El productor Stephen Woolley y Neil Jordan empezaron a buscar un título más seductor entre los hits de radio en el Reino Unido a través de los años. Llegaron a 1964 y descubrieron “The Crying Game”. Ese nombre sugestivo tenía todo lo que estaban buscando porque no significa nada en concreto, pero está latente la posibilidad del drama y el engaño, lo ideal para vender una historia de suspenso y romance.
Pero a Jordan se le ocurrió otro giro argumental que sería clave para El juego de las lágrimas cuando estaba visitando un pub londinense y le dijeron que una de las chicas que bailaba era un hombre travestido. “No había manera de darse cuenta a simple vista de que esa mujer en realidad era un hombre. Así que pensé que la chica de la que se enamora el protagonista en realidad es un chico”, explicó. Para ese papel no podían llamar a ningún actor reconocido que vendiera entradas, porque no sería creíble. “Tenía que ser un ‘él’ que pudiera convencernos de que es ‘ella’”. Los directores de casting recorrieron todos los pubs de Londres en busca de una persona que pudiera hacer todo eso, y al final encontraron a Jaye Davidson.
La ley de Murphy
El guion de El juego de las lágrimas fue rechazado por todos los posibles productores. Nadie quería invertir en esa película. Buscando financistas, el equipo se encontró con un distribuidor en París que escuchó cómo intentaban venderle la película y acotaba todo lo que estaba mal en términos comerciales: “Transcurre en Irlanda del Norte. Eso es negativo. El héroe es de IRA. Eso es negativo. El soldado inglés es negro. Eso es otro negativo. El héroe se enamora de la novia del soldado, que es una travesti. Eso también es negativo”. Al final del relato comentó: “Es todo negativo. Pero la amé”.
Para alcanzar el presupuesto de 2.3 millones de libras esterlinas tuvieron que conseguir inversores de Francia, Alemania, Italia, España, Japón e Inglaterra, por lo que empezaron a filmar sin tener a todos los coproductores abordo. La película ni siquiera tenía seguro contra riesgos ante alguna eventualidad que obligara a posponer un día de rodaje. Ante la ausencia de inversores, el productor Woolley tuvo que pagar con su tarjeta de crédito todo lo que faltaba en los primeros días de rodaje. Pero cuando llegaron las inversiones también llegaron las exigencias. Querían que Jordan cambiara el final por uno donde los protagonistas están de compras navideñas viviendo felices para siempre, y el protagonista citando la frase de Una Eva y dos Adanes (“Bueno… ¡nadie es perfecto!”) hacia su pareja travesti; esa secuencia se filmó, pero todas las partes decidieron que el final original era mejor.
Completada la postproducción, el primer mercado al que intentaron vender la película fue el Festival de Cannes. Fue rechazada. “Pensamos que tal vez no les había gustado porque enviamos una copia sin subtítulos, así que preparamos una subtitulada y mi esposa, que hacía poco había sido madre, viajó a Francia con la película en latas de 35mm. Pero, de nuevo, nos dijeron que la película no les había gustado”. Sí la aceptó el Festival de Venecia, donde la recepción fue tibia, aunque cálida en comparación con el estreno en el Reino Unido.
La película recibió críticas desde sectores de izquierda y derecha por la representación que hacía sobre IRA. Algunos decían que humanizaba a los terroristas y otros decían que los convertía en villanos. Semanas antes del estreno, aumentó la violencia social cuando IRA hizo un atentado con un coche bomba donde murieron algunas personas. No parecía el momento para estrenar una película sobre un tema tan sensible. Los críticos de cine no la trataron mucho mejor y en sus textos revelaron el giro más importante. “Para los críticos ingleses, el secreto de ese giro era un truco efectista”, cuenta el productor. Ni siquiera acompañaron la decisión de casting: criticaban que Forest Whitaker estaba fuera de estado y no se veía como un soldado. “Pero por eso era justo para el papel”, confiesa Jordan.
El equipo de marketing tampoco sabía cómo vender la película. Diseñaron los afiches imitando a los de James Bond. Para promover las ventas se hizo una reversión de la canción escrita por Geoff Stephens, ahora con la voz Boy George y la producción musical de Pet Shop Boys, el dúo tecno pop que no paraba de tener hits. Pero la nueva versión de “The Crying Game” apenas quedó en el puesto 22 en la lista de los singles más escuchados. La película fue un fracaso en su paso por salas de cine del Reino Unido.
Redención y éxito inesperado
Sin esperanzas, llegó el momento de estrenarla en Estados Unidos. Los encargados de la distribución en ese país eran los hermanos Bob y Harvey Weinstein, con su empresa Miramax; lo primero que decidieron hacer fue darle un lavado de cara a la publicidad. Ya no se vendía más como una de 007, sino como un film noir, y decidieron mantener el secreto el giro sobre la sexualidad de Dil. Contra todo pronóstico, el estreno de El juego de las lágrimas en Estados Unidos fue un éxito descomunal.
Las críticas estadounidenses definieron a la película como una de las mejores del año y acompañaron el secreto sobre los temas que desarrollaba el argumento. Las salas de cine se llenaron, con filas en la calle, y se tuvieron que agregar más funciones. “El público norteamericano veía a la película de una manera muy distinta. No les preocupaba la representación de IRA. Para ellos era un thriller erótico. Fui a ver la película en Estados Unidos y una señora gritó en la sala en el momento en el que Dil revela sus genitales. Le encantó la película y al final me confesó que su amiga ya la había visto, pero la llevó a ella sin contarle nada. El público también se sumó al juego”, recordaba Jordan.
Al final de su recorrido en los Estados Unidos, la película recaudó más de 59 millones de dólares, coronándose como el título independiente más taquillero del año, y hasta figuraba como una de las más rentables (en relación costo/beneficio) de 1993, junto con Jurassic Park. Recibió 6 nominaciones al Oscar, incluyendo película (perdió contra Los imperdonables, de Clint Eastwood), actor de reparto para Jaye Davidson, y guion original, el único premio que El juego de las lágrimas ganó esa noche y se llevó Neil Jordan.
Sobre el salto a la fama, Davidson comentó: “Me hierve la sangre cómo se percibe a los homosexuales en los medios. La gente gay puede ser tan mala como la gente heterosexual. Todos somos personas, todos tenemos deseos. No creo ser un gran actor, mi rol era muy interesante. Mi nominación al Oscar fue una casualidad”. El desnudo frontal de la revelación de Jaye Davidson en El juego de las lágrimas luego fue parodiado en películas como La pistola desnuda 33⅓ y Ace Ventura. El actor actuó en una película más, Stargate, y luego se alejó del cine y los medios.
Stephen Rea, el protagonista, recuerda el éxito sorpresivo: “Un día estaba caminando por Nueva York y había un desfile gay. Me reconocieron y empezaron a gritar con alegría mi nombre. Algo así nunca me hubiera pasado en Londres. Creo que la película se adelantó a su tiempo. Lo más seductor que el soldado inglés le dice a mi personaje es ‘eres un hombre bueno Fergus, es tu naturaleza’. De pronto, Fergus se da cuenta que no es el hombre que creía ser, se convierte de nuevo en un ser humano. Los personajes que aceptan el cambio son los que pueden sobrevivir. El juego de las lágrimas es importante para mí porque demuestra que el cambio es posible”.
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