El juego de la fortuna
Una película apasionante e inteligente, con una notable actuación de Brad Pitt
El juego de la fortuna (Moneyball, Estados Unidos/2011) / Dirección: Bennett Miller / Guión: Steve Zaillian y Aaron Sorkin, basado en la novela de Michael Lewis / Fotografía: Wally Pfister / Música: Mychael Danna / Edición: Christopher Tellefsen / Diseño de producción: Jess Gonchor / Elenco: Brad Pitt, Jonah Hill, Philip Seymour Hoffman, Robin Wright, Chris Pratt, Stephen Bishop / Distribuidora: Sony Pictures / Duración: 133 minutos / Calificación: apta para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: muy buena
En principio, una película sobre béisbol basada en hechos reales y con el uso de estadísticas sobre las actuaciones de los jugadores como principal evolución en la estrategia de un equipo no parecería la propuesta más tentadora, al menos para el público masivo de la Argentina, que no sigue ni ese deporte ni se apasiona con los números. Sin embargo, contra todos los pronósticos (o, para seguir con la línea de la historia, las probabilidades), El juego de la fortuna resulta un film apasionante, de una inteligencia y una nobleza que pocas producciones de Hollywood han alcanzado este año.
Buena parte del mérito –más allá de la ajustada dirección de Bennett Miller (el mismo de Capote) y del impecable trabajo de Brad Pitt (un actor injustamente subvalorado)– hay que repartirlo entre los dos guionistas: Aaron Sorkin (Red Social, The West Wing) y Steven Zaillian (La lista de Schinlder, Pandillas de Nueva York). En el entramado de intereses siempre contradictorios y en la competencia por el manejo de la información con que se define al negocio del béisbol, en la riqueza de las relaciones humanas (con énfasis en los encuentros y desencuentros de un padre con su hija) en medio de situaciones muchas veces abstractas, y en cada uno de sus frenéticos y punzantes diálogos se nota el sello de estos dos grandes creadores de historias.
El film –basado en un libro de Michael Lewis– sigue el derrotero de Billy Beane (Brad Pitt), manager del equipo Oakland A’s (uno de los más pobres de la liga profesional) que revolucionó hace una década la forma de elegir los jugadores. Con un presupuesto mínimo (no podía pagar a figuras) hizo mucho: batió el récord histórico de triunfos consecutivos (veinte), aunque perdió una recordada final frente a los poderosos New York Giants.
Podrá argumentarse que sus 135 minutos son un poco excesivos, que por momentos resulta un poco críptico y demasiado solemne, que no termina de aprovechar del todo a un notable como Jonah Hill (un experto en informática y economía graduado en Yale que se convierte en el fiel asistente de Beane) y que desaprovecha casi por completo al gran Philip Seymour Hoffman (el entrenador del equipo), pero así y todo es un placer toparse hoy con una película que se toma las cosas en serio, que crea un universo propio, que sostiene la tensión, que regala logradas pinceladas de humor, que construye una atractiva propuesta visual a cargo de Wally Pfister (habitual director de fotografía de Christopher Nolan) y que entrega lúcidas observaciones a la hora de contraponer las nuevas técnicas de análisis numérico a la tradición y la experiencia de los viejos expertos del ambiente. Y todo eso sin apelar a golpes bajos, recetas demagógicas ni manipulaciones.
El film –impiadoso y despiadado en muchos pasajes, como cuando muestra la forma cruel en que los equipos se deshacen de la noche a la mañana de un jugador– encuentra en Brad Pitt a un protagonista perfecto, capaz de encarnar a un innovador dispuesto a llevar sus ideas hasta las últimas consecuencias y, al mismo tiempo, dueño de una impronta y de unos valores dignos de los mejores "héroes" del Hollywood clásico.
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