El infiltrado del KKKlan: por qué debería ganar el Oscar a la mejor película
Spike Lee pasó algo más de la mitad de su vida haciendo películas. Tiene hoy 61 años, un reconocimiento muy bien adquirido como un autor de cine con todas las letras y un lugar de indiscutida influencia en algunos de los grandes debates culturales del momento en Estados Unidos. Debates que hoy parecen resonar con más fuerza que nunca alrededor de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, la propietaria del Oscar .
Para un premio como éste, la máxima distinción a la que pueden aspirar quienes trabajan dentro de la industria del entretenimiento más poderosa del mundo, esa clase de debates resultan muy pertinentes. Con mayor fuerza que en otro momento del pasado y de los 90 años de historia del Oscar, podríamos agregar, en lo que respecta a los asuntos que desvelan a artistas como Lee.
A la cabeza de todo está la cuestión de la diversidad, una causa que hoy la Academia levanta con más prudencia y diplomacia que el propio Lee, un hombre de modales muy agradables, trato cordial y conceptos muy bien afirmados que no dudó en plantar su bandera en las propias narices de la entidad que en noviembre de 2015 decidió otorgarle su primer Oscar. Eso sí, honorario.
"Podemos hablar todo el tiempo al respecto, pero necesitamos tener alguna vez discusiones serias acerca de la diversidad. ¡Y poner un poco de actitud en eso!", dijo Lee en esa ocasión frente a la plana mayor de la Academia y los selectos invitados a la segunda fiesta en importancia del calendario anual de la entidad, la noche del Governors Award, un banquete que exige de sus asistentes rigurosa indumentaria de etiqueta. Lee remató el sermón con una frase que debe haber obligado a muchos ejecutivos a aflojarse el moño con incomodidad y empezar a mirar el suelo. "Es más fácil para una persona negra ser el presidente de Estados Unidos que convertirse en el jefe de un estudio".
Tres años y unos meses después, Lee llega a la ceremonia número 90 del Oscar con la primera nominación de su vida para él como director y para una de sus películas, El infiltrado del KKKlan (Blackkklansman). A ellas se suman otras cuatro nominaciones: música original, guión adaptado, edición y actor de reparto ( Adam Driver ). ¿Qué ocurrió en el medio? Al parecer, dos cosas. Primero, la Academia parece haberse tomado en serio su decisión de abrir el juego a esas cuestiones sobre la diversidad que preocupaban tanto a Lee en 2015. Varias de las películas que llegan con aspiraciones fundadas a la ceremonia del domingo 24 de febrero aluden a esta cuestión y plantean dilemas, debates, conflictos y problemáticas sobre el tema en clave política y social. Segundo, la entidad organizadora del Oscar profundizó la reivindicación de Lee iniciada en 2015. Ya conocemos de sobra el sentimiento de culpa que la Academia procura exorcizar a través de alguna nominación tardía luego de haber ignorado durante años los méritos sobrados de algunas figuras para llevarse el premio.
En el caso de Lee, esa omisión se remonta a tres décadas exactas atrás, cuando una obra consagratoria (y enorme disparadora de debates en su momento) como Haz lo correcto apenas obtuvo una nominación como guion original, mientras una obra que sobrevolaba las mismas cuestiones desde un enfoque anodino y ciertamente superficial (Conduciendo a Miss Daisy) conseguía en ese mismo 1989 el Oscar a la mejor película. "¿Quién vería hoy esa película?", ironizó Lee hace poco.
No fue aquélla la única ocasión en la que Lee debió ocupar algún lugar protagónico en el Oscar. Muchos se preguntan con toda razón por qué películas de extraordinario valor como La hora 25 (2002) y El plan perfecto (2006) resultaron olímpicamente ignoradas por la Academia, sobre todo la primera. Ahora, en el año de Green Book, Pantera negra, La favorita, Roma y El vicepresidente, títulos en los que resuenan discusiones sobre el poder, la discriminación, las intrigas políticas, las manipulaciones y las preguntas sobre el estado actual del mundo planteadas desde situaciones ocurridas en el pasado, El inflitrado del KKKlan aparece por fin como una tardía puesta en valor de los méritos cinematográficos de Spike Lee.
De todas las películas que protagonizan hoy la carrera por el Oscar, El infiltrado del KKKlan es la que mejor refleja y describe el cuadro social y político de los Estados Unidos marcados a fuego por la administración de Donald Trump , que acaba de llegar a la mitad de su mandato de cuatro años. A la vez, es una película atrapante y muy entretenida de principio a fin, que incluye sabiamente elementos propios de varios géneros en una virtuosa integración: hay comedia, hay drama, hay tensión, hay intriga policial, hay romance. Y también hay un planteo testimonial que responde al manual del buen cine político: la mirada de Lee, feroz contra las pretensiones del supremacismo blanco, está allí para ser comprendida por el espectador y jamás impuesta. A todo esto se agrega el componente clásico, la tradición encarnada en el personaje que interpreta Harry Belafonte, dueño absoluto de una admirable secuencia.
Hay una cosa más, esencial por cierto, que reconoce en todo momento la Academia como razón del Oscar: el mérito y la excelencia en los distintos componentes de una obra cinematográfica. A diferencia de lo que ocurre en los grandes festivales, aquí hay premios a la fotografía, al montaje, a la música original, al sonido, a la dirección artística, al vestuario y al maquillaje. Todos estos aspectos brillan con naturalidad en El infiltrado del KKKlan. Pero por encima de ellos sobresalen tres aspectos: el guion, la dirección y la producción (que es, en definitiva, lo que se reconoce cuando se juzga cuál es la mejor película). La película de Lee aparece este año en esos tres lugares, valorada además por sus respectivas entidades profesionales con sendas nominaciones en los premios de los actores, los productores y los directores.
¿Qué más tendría que pasar para que El infiltrado del KKKIan se lleve este año el Oscar a la mejor película? Quizás un consenso que todavía no se aprecia, aunque en la consideración de los expertos que comparten casi todos los días sus pronósticos en el sitio Gold Derby, la película de Spike Lee aparece en cada actualización un poco más arriba. Si la Academia de Hollywood quisiera completar de verdad la reivindicación de Spike Lee iniciada en 2015 y honrar una vez más su tradición de redimirse con un artista después de largos, inmerecidos y tardíos olvidos, El infiltrado del KKKlan debería ganar el premio máximo de Hollywood en 2019.
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