El impar Bill Murray cumple 70: el actor que nunca quiso parecerse a nadie
El 21 de septiembre de 1950 nacía, en Wilmette, Illinois, Bill Murray, anotado como William James Murray. Medio siglo después, en 2000, en la redacción de la revista El Amante, preparábamos un informe especial sobre actores y uno de los directores de la revista preguntó jocosamente, como si nadie tuviera ninguna chance de acertar la respuesta: "¿A que no saben quién es ahora el mejor actor del mundo para Cahiers du cinéma?". Y uno de los redactores más jóvenes en ese entonces, dijo sin dudar y sin haber leído el más reciente número de esa célebre revista francesa: "Debe ser Bill Murray". Cara de absoluta sorpresa: lo que parecía que iba a ser una adivinanza extendida durante horas se había resuelto en un segundo. Y no solo eso, había bastante consenso entre los presentes.
Bill Murray no solamente es un actor buenísimo sino además uno extraordinario, un verdadero original, alguien que supo hacerse fuerte como leyenda y como personaje excéntrico, alguien que llegó incluso a actuar de sí mismo en una película de zombis y hasta murió en esa película por… hacer un chiste (es Zombieland de Ruben Fleischer, disponible en HBO Go, Claro Video, Apple TV y Google Play). Hace 20 años, cuando era el mejor, Bill Murray ya era el actor de Los cazafantasmas, de Ivan Reitman (en Claro Video, está también la segunda parte), ¿Qué tal, Bob? de Frank Oz (no está en streaming, porque ni todo el cine ni toda la vida están en un solo lugar ni en un solo encierro); en la mejor película dirigida por Tim Burton (Ed Wood, que puede encontrarse en Claro Video, Google Play, Apple TV), de la todavía semi oculta Kingpin de los hermanos Farrelly y de esas comedias iniciales que en los Estados Unidos son mucho más popularmente míticas que acá: Albóndigas (Reitman), Los locos del golf (Harold Ramis), El pelotón chiflado (Reitman). Hay varias más del Bill Murray modelo siglo XX que también habría que mencionar e incluso desarrollar: hay conexiones con Roald Dahl, Charles Dickens, Geena Davis, plantas carnívoras, Michael Jordan… Es que así son los grandes, pero no caigamos en hipérboles ni exabruptos… o sí. ¡Qué carrera, ¡qué actor, ¡qué personalidad! Uno debería gritar ahora mismo que todo principiante debería imitar a Bill Murray, pero en lo que hay que imitarlo es en su decisión de desarrollar una personalidad actoral, en hacer una diferencia cómica, una singularidad cósmica.
Una de las mejores películas de la historia del cine es, claro, una comedia perfecta, y es una película dirigida por alguien que no fue un autor, ni un director de los que se citan como imprescindibles. Sin embargo, Hechizo del tiempo (también conocida como Día de la marmota, una traducción literal de su título original, Groundhog Day, 1993, disponible en Flow y en Movistar Play) es una de las películas imprescindibles para todo los seres del mundo que quieran habitar el suelo y el cielo del cine. Ahí, entre Ramis, el guionista Danny Rubin y una actuación a la que llamar consagratoria es quedarse corto y ser injusto con Murray y con su interacción plena de química con el resto del elenco, hicieron una película capaz de durar milenios. Parece que durante el rodaje Murray estaba insoportable, más taciturno que nunca y con (por) problemas de pareja, y que los chisporroteos con Ramis motivaron que esa fuera la última película que hicieran juntos. Algunos años después, Murray comenzaría una asociación creativa con uno de los pocos directores menores de sesenta años que merece estar entre los grandes de la historia del cine, pero antes de hablar de eso mencionemos una de las películas muchas veces olvidadas del Murray de los años 90, y que atesora una de sus actuaciones más asombrosas: Una mujer para dos (Mad Dog and Glory, dirigida por John McNaughton, disponible en Claro Video). La mujer es una tal Uma Thurman, y hay un gánster y un héroe (el gánster es Bill Murray; el héroe es Robert De Niro). Ver para creer, y para mucho más.
Y ahora sí, al terreno de lo sublime: en 1998 comenzaría, en la segunda película de Wes Anderson, Rushmore (aquí estrenada con el estólido título de Tres es multitud, disponible en Google Play) la colaboración Anderson-Murray, uno de esos encuentros realmente importantes, que siguen vigentes y que incluyen consecuencias imperdibles como Los excéntricos Tenenbaum, Vida acuática (Claro Video), El gran hotel Budapest (Movistar Play y Flow). El universo Anderson y el universo Murray tienen más intersecciones, de distintos órdenes según la película, pero cada ocurrencia merece el estatuto de milagro de la gracia.
Con una película de 2003 llamada Lost in Translation (Perdidos en Tokio, de Sofia Coppola, disponible en Netflix) Murray recibiría su primera y hasta ahora única nominación al Oscar (lo perdió frente a la sobreactuación de Sean Penn en Río místico). Con esta película, consiguió más devotos que nunca para su iglesia del cansancio vital, del sutil sarcasmo gestual, vocal, postural y actitudinal, para su elegancia cargada de humor a veces melancólico, otras veces cínico, otras veces todo eso y más. Esa actuación deslumbrante sería, sin embargo, una actuación peligrosa: llevaría a Murray a dormirse brevemente en esos laureles, y a actuar en automático en Flores rotas, de Jim Jarmusch (disponible en Movistar Play y HBO Go) y tal vez un poco en St. Vincent, de Thedore Melfi (disponible en Amazon Prime Video y Movistar Play), pero solamente un poco: casi casi que en esa película Murray mostraba que se daba cuenta de que tenía que reírse del Murray cool según la mirada de los jóvenes sensibles y volver a ser el rockero que siempre fue.
Y este feliz cumpleaños al señor Murray no puede ser eterno, así que nos quedarán afuera muchas más películas (la injustamente maltratada Bajo el mismo cielo de Cameron Crowe, por ejemplo, que se puede ver en Netflix y en Movistar Play), participaciones interesantes en papeles menores, cameos, canciones y músicas diversas con su voz y su pasión disfrazada de desapego; las fiestas a las que llega sin avisar, las fotos en las que aterriza para seguir haciendo chistes, y su forma única de ser estrella de cine (sin contratar jamás un agente, por ejemplo).
Hay muchos más detalles y disfrutes que pueden leer y ver con fotos, anécdotas y gracia, en The Big Bad Book of Bill Murray: A Critical Appreciation of the World’s Finest Actor, de Robert Schnakenberg. Ese libro nos recuerda cada película y nos propone un recorrido caleidoscópico, divergente, casi patafísico de un actor, claro, impar, aunque en esta ocasión cumpla un número par y redondo. Habría que celebrarlo todos los años, sobre todo en 2021, cuando cumpla 71, número no solo impar sino también primo, uno de los diez primos que hay entre el medio siglo y el siglo completo.
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