El hombre de los sueños: un guion onírico y un papel a la medida del mejor Nicolas Cage
Un film que transita entre el humor y lo siniestro, con guiños a Charlie Kaufman y una historia tan original como desestabilizadora, que se materializa en pantalla gracias a la brillante elección del protagonista
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El hombre de los sueños (Dream Scenario, Estados Unidos/2023). Dirección y guion: Kristoffer Borgli. Música: Owen Pallett. Fotografía: Benjamin Loeb. Elenco: Nicolas Cage, Dylan Gelula, Julianne Nicholson, Lily Gao, Michael Cera, Jessica Clement y Lily Bird. Duración: 100 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
Paul Matthews (Nicolas Cage) transita la delgada línea que, llegada la mediana edad, separa la comodidad de la mediocridad y la monotonía: da clases de biología en una universidad ante alumnos poco entusiastas, está confortablemente casado y vive con su esposa y dos hijas en el caserón que heredó su mujer. Bajo esa cáscara de tranquilidad, se gesta su frustración: tiene accesos de ira ante el éxito ajeno y resiente que un colega más exitoso nunca lo invite a sus cenas con intelectuales reconocidos. Paul quiere ser alguien. De modo totalmente impredecible su deseo se hace realidad. Sus hijas y personas cercanas comienzan a soñar con él: es una presencia indiferente en escenas oníricas que van de la turbación a la violencia extrema. Luego, no solo sus conocidos sino también completos extraños experimentan lo mismo: inexplicablemente, el abúlico profesor transita por los sueños de millones de personas. Sin haber hecho nada para merecerlo, se vuelve una celebridad instantánea. Tras el desconcierto inicial, Paul se da cuenta de que puede sacar provecho de la situación y obtener el reconocimiento intelectual que desea. Las cosas, desde luego, no se desarrollan tal como hubiera querido.
El titulo original, Dream Scenario, no solo hace referencia a las escenas de ensueño sino que, de modo más literal y autorrefencial, también puede aludir a un guion ideal. Desde este punto de vista, la película tiene una estructura clásica y perfectamente lograda: está dividida en tres actos muy diferenciados. El primero presenta su concepto extraordinario y desconcertante. La idea bien podría pertenecer a un guion temprano de Charlie Kaufman. Es original y desestabilizadora, transita de lo surrealista y lo siniestro al humor con total naturalidad. Sacando a David Lynch, los sueños no suelen estar bien representados en el cine: son demasiado poéticos o demasiado realistas. Esta película captura a la perfección la inquietud irracional que suele anidar en ellos.
El segundo acto normaliza la singularidad del primero: la metáfora escurridiza que caracteriza el arte que más nos interpela se hace clara y entendemos que se nos está hablando de la fama gratuita que proporcionan las redes sociales y luego, cuando la apatía de Paul en los sueños se convierte en algo distinto, también de la cultura de la cancelación. En poco tiempo, Paul empieza a experimentar una persecución tan injustificada como su fama y es forzado, como tantas otras celebridades en el mundo real, a una disculpa pública igual de falsa que los crímenes que se le adjudican. Resulta alentador que el cine empiece a permitirse ironizar sobre los excesos de la corrección política, tal como también hace la venidera American Fiction, luego de años de bajar la cabeza.
El tercer acto, cuando ya se agotó lo que había para decir, es sencillamente, un episodio poco memorable de Black Mirror. El lento declive desde la fascinación de estar ante algo nuevo a la desazón de lo ya visto que padecemos los espectadores no alcanza para borrar los logros de este film. El casting de Nicolas Cage, cuya fama de mejor actor de su generación se diluyó en decenas de contratos mercenarios y memes de internet, es inmejorable y contribuye a engrosar la dimensión meta de la historia. Esta es, además, la actuación más contenida de su carrera. Cage sigue siendo un talento de uno en un millón y, cada tanto, alguna de las películas que elige le permite demostrarlo.
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