El Gran Lebowski o cómo Jeff Bridges conoció al mejor personaje de su carrera
Cuando hace algunas semanas Jeff Bridges recogió su premio a la trayectoria en los Globo de Oro, en su discurso habló sobre cómo siempre van a asociarlo con Jeffrey Lebowski, The Dude. Ese personaje, protagonista del film El gran Lebowski, es seguramente el rol por el que Bridges quedará tatuado en la historia del cine. Y no es poco decir de un actor que cuenta con una trayectoria de casi cien películas, y que trabajó con directores tan importantes como Peter Bogdanovich, Francis Ford Coppola, Michael Cimino, Peter Weir o Terry Gilliam. El largometraje de los hermanos Coen está inundado de criaturas extravagantes y situaciones que rozan el absurdo y coquetean con lo onírico (como suelen hacer esos directores, en realidad), pero lejos de ser todo un feliz accidente, los realizadores contaron que su criatura nació luego de muchas horas de cuidado trabajo. Esta es la historia detrás del millonario Lebowski, del hippie viejo Lebowski, y de un secuestro en el que absolutamente todo salió como no debía salir.
Los Coen y el nacimiento de (los) Lebowski
El guionista español Fernando De Felipe señaló en 1999 que el de los hermanos Joel y Ethan Coen era un "cine siamés". El concepto no es casual, los siameses comparten una vida entrelazada que está íntimamente unida a través de un físico en común y a diferencia de otros hermanos o hermanas que dirigen a dúo (las Wachowski, los Dardenne o los Farrelly), en los Coen se percibe una mirada unificada, una sensibilidad mimetizada y una idea muy sólida sobre ambos como parte de un mismo cuerpo (teórico).
En la primera etapa de su filmografía, los Coen jugaron con el noir, con el cine de gánsters clásico, el humor absurdo del Correcaminos y hasta se animaron a una intrincada reflexión sobre el (mal) hábito de la escritura con Barton Fink. Por esa época, a finales de los ochenta, ambos solían fantasear con la saga de un hombre sumergido en una imposible trama policial. Dueños de una forma de trabajo marcadamente metódica, escribieron unas cuarenta páginas de El gran Lebowski, pero pronto sintieron que el camino se bloqueaba. Sin intención de forzar una evolución no natural, abandonaron el guion y siguieron adelante con otros proyectos (los Coen son famosos por acumular guiones, interrumpirlos un tiempo e incluso, a veces, jamás llegar a completarlos). Los años pasaron y cuando las ideas volvieron, ellos hicieron lo mismo con esa historia inconclusa.
A mediados de los noventa, todo estaba listo para comenzar a filmar esta épica lisérgica con artistas plásticas voladoras y gente obsesionada por el bowling, pero las dos estrellas que ellos querían como protagonistas estaban ocupadas. John Goodman (al que los Coen conocieron en su segundo y gran film, Educando a Arizona), pasaba gran parte de sus horas trabajando para la sitcom Rossanne, mientras que Jeff Bridges estaba en Wild Bill, el western crepuscular de Walter Hill. Decididos a no perder el tiempo, se dedicaron a Fargo, film que irónicamente facilitó la concreción de El gran Lebowski. Con esa película, los Coen ganaron su primer Oscar (en la categoría mejor guion original) y las productoras PolyGram y Working Title Films, que habían financiado el policial, aceptaron darle luz verde al nuevo proyecto con un presupuesto de quince millones de dólares. Con la agenda de sus protagonistas despejadas, los Coen comenzaron los preparativos de su nueva obra.
Un Raymond Chandler fumado
La trama de la películacomienza cuando Jeffrey Lebowski, el Dude (Jeff Bridges), recibe a un grupo de extorsionistas en su casa que lo intiman a pagar una millonaria deuda y, lo más grave, orinan sobre su alfombra. El Dude descubre así que tiene un homónimo que es un millonario filántropo (David Huddleston). El excéntrico anciano no solo no soluciona el problema sino que también sumerge al antihéroe en una saga policial cuando le pide que le entregue a unos secuestradores el millonario rescate que le pidieron para devolver sana y salva a su joven novia Bunny (Tara Reid). Junto a su amigo Walter (Goodman), el Dude inicia un viaje en el que desarrollará un inesperado talento por la investigación, mientras dedica largas horas de su día a fumar marihuana, jugar al bowling y escuchar a Creedence.
La historia, con un personaje timón que poco a poco va desarticulando un crimen y en la que tiene un breve affaire con una excéntrica femme fatale (Juliana Moore), toma prestada su estructura de las clásicas novelas noir, los relatos de detectives perdedores en la línea de Dashiell Hammett o Richard Stark y su mítico Parker. Sobre esto, Ethan Coen explicó: "Buscábamos algo que tuviera esa sensación narrativa como una historia moderna a la Raymond Chandler. Queríamos esa fluidez, una trama que se moviera como un libro de Chandler a lo largo de distintas partes de la ciudad y con distintas clases sociales. Claro que en las adaptaciones al cine de ese autor, es el protagonista el que todo el tiempo habla en off, pero nosotros no queríamos utilizar es recurso".
Como también sucede en esas novelas, la trama no es necesariamente el corazón del relato sino más bien el carisma de sus protagonistas y cómo ellos enamoran al lector mucho más allá de las vueltas de tuerca. Refiriéndose a esto, Joel Coen reflexionó: "La trama en realidad es secundaria con respecto a otras cosas que componen la pieza. Creo que si la gente se siente un poco confundida, eso no necesariamente les impedirá disfrutar la película". Y la mayor prueba de ello, es que pocos recuerdan de dónde salió en realidad el famoso dedo cortado de Bunny, pero muchos sí pueden citar, recordar, imitar y homenajear al gran Jeffrey Lebowski, el corazón de este atípico policial.
Dude y Bridges, parecidos razonables
En una entrevista realizada para el ciclo Inside Actor´s Studio, Bridges contó que cuando leyó el guion por primera vez, les preguntó a los Coen si acaso lo habían conocido en sus años en la secundaria. Ese tono casual, esa forma desarticulada de aceptar todo lo que pasa y esa vibra relajada (que exaspera a todo su entorno) parecían la firma ya no del personaje, sino de la persona. Bridges, un actor prestigioso y famoso por su profesionalidad, se metió en la piel de Lebowski como si él lo hubiera estado esperando desde siempre. La mimetización entre ambos fue tal, que el actor utilizó para el largometraje su propia ropa y su obsesión por construir un retrato sólido lo llevó al punto de preguntarles a los Coen, antes de cada escena, si Lebowski había fumado marihuana. Si los directores le decían que sí, Jeff se frotaba los ojos para lucir una mirada dilatada. Un rasgo particularmente interesante que quedó eliminado en un borrador inicial, tenía que ver con la fuente de sus ingresos. A lo largo de la película jamás se explica de qué vive el protagonista, pero en un primer boceto del guion, los Coen revelaban que era heredero del creador del Cubo mágico, y por ese motivo las regalías le permitían vivir sin preocuparse de la plata, pero Joel descartó esa idea.
Realidad y ficción mezcladas
A los Coen les gusta jugar mezclando realidad y ficción, desestructurando límites y salpicando de verdad fábulas eminentemente fantasiosas. Fargo, que rezaba estar basada en una historia real, jamás se inspiró en ningún evento verídico; en Inside de Llewyn Davies, un músico folk parecía estar condenado a vivir un loop dantesco hasta que Bob Dylan rompe esa estructura de pesadilla, y en ¿Dónde estás hermano? la leyenda de Robert Johnson se viste de mito griego. En tanto, El gran Lebowski, los Coen volvieron a tomar retazos de realidad para vestir su thriller detectivesco.
Uno de los grandes mitos del largometraje gira alrededor del protagonista para quienes los Coen armaron un verdadero collage. La inspiración surgió a partir de Peter Exline, un supervisor de guiones que los directores conocieron en la Universidad del sur de California, y que les contó varias anécdotas que terminaron volcadas en el film, como el encontrar la tarea de un adolescente en su auto robado o el acuñar la frase "It really tied the room together", para referirse a esa alfombra/santuario que le profanan al comienzo de la película. Por otra parte, el Dude también está inspirado en Jeff Dowd, un productor de cine independiente que trabajó con ellos en Blood Simple, que se vestía como el Lebowski y también como él, aseguraba falsamente ser uno de los autores del manifiesto político de Port Huron e integrante del colectivo universitario denominado los Seattle Seven.
Para el personaje de Walter se basaron en John Milius, director de Conan yRed Dawn. Ese realizador es famoso por su obsesión por las armas y su lookde barba y anteojos fue calcado por John Goodman. Con respecto a Juliana Moore, la base fue la artista conceptual Carolee Schneemann, ícono del arte feminista. Al margen, el interés de la actriz por participar del film era tan grande, que cuando recibió el guion durante el rodaje de Jurassic Park: el mundo perdido, no dudó en adaptar su agenda para dedicarle dos semanas completas a trabajar con los Coen.
Otro importante personaje es Jesús Quintana (John Turturro), el gran rival de los protagonistas en el bowling y el único que se anima a enfrentar al intimidante Walter. Para su rol, Turturro le hizo varias sugerencias a los Coen, quienes son famosos por respetar a rajatabla las ideas de sus guiones (es sabido Bridges se sorprendió cuando ninguno de los directores tuvo que reescribir ninguna escena, una práctica muy común en Hollywood). Pero Turturro, que había trabajado mucho con los realizadores y tenía una relación profesional más cercana, tuvo luz verde para improvisar varias de sus partes, principalmente aquella en la que mientras suena Hotel California, hace gala de su peculiar forma de pulir sus bolas de bowling. Pero el desparpajo de su personaje, lo llevó a confesar sentirse algo abochornado por su representación aunque eso no impidió que, como el resto de los antihéroes del film, fuera objeto de veneración para los fans de la película.
Una herencia inabarcable
El 6 de marzo de 1998, El gran Lebowski llegó a los cines de los Estados Unidos y fue un fracaso de taquilla. En su fin de semana inicial solo recaudó cinco millones de dólares, una cifra muy pobre y a duras apenas en las siguientes semanas pudo recaudar los quince millones que costó su realización. La crítica especializada la recibió de manera tibia y muchos periodistas coincidieron en que estaba lejos de la calidad mostrada por los Coen en trabajos previos. Pero como sucede con las piezas de culto, el fracaso es solo el primer paso hacia la grandeza. En los años inmediatamente posteriores y con el lanzamiento al mercado hogareño, el largometraje no tardó en convertirse en un fenómeno impulsado por el boca a boca, e incluso una nueva generación de críticos la elevó a estatus de obra maestra. El film esperó pacientemente a que un público idóneo la recibiera y El gran Leboswki se convirtió en un hito cultural que hoy se encuentra más vivo que nunca. Locales temáticos, funciones especiales subtituladas tipo karaoke para que el público recite los fragmentos más famosos ("I’m the Dude. So that’s what you call me") y una suerte de seudoreligión llamada Dudeism son solo algunos de los ritos que llevan adelante los fans del largometraje alrededor del mundo. La pieza tocó una fibra que sorprendió a los propios Coen, al punto que Joel dijo en una entrevista: "Esa película es motivo de fascinación para mucha gente y tiene una importancia que para nosotros no posee".
Por otra parte, el afán del público con reencontrarse con ese mundo, no se agota. En decenas de oportunidades los Coen confirmaron que no había en marcha ningún plan de continuación. Joel, sin entrar en mucho detalle sobre el asunto, más de una vez sentenció: "Simplemente no me gustan las secuelas", ahogando las ilusiones de sus fans. Jeff Bridges, que recientemente personificó a Lebowski para una publicidad, también manifestó su entusiasmo frente a una posible segunda entrega: "Maude quedó embarazada de él. Hay un pequeño Lebowski. ¡Todo debería estar preparado!". Por lo pronto, el proyecto más cercano a una continuación es Going Places, película protagonizada y dirigida por Turturro en el rol de Jesús Quintana. Ese largometraje, que ya fue filmado pero aún no tiene fecha de estreno, será la posibilidad de reencontrarse con el universo de Lebowski, pero sin que él aparezca en pantalla.
Lebowski, más grande que la vida
En 2013, Joel Coen contó una anécdota que sintetiza el lugar de Lebowski en la cultura popular. Mientras estaba junto a su hermano de paseo por California, vio un cine lleno de carteles con la imagen de su película. Ambos le preguntaron a una adolescente que se encontraba en la cabina de venta de entradas el por qué de esos afiches y la joven les contó que varias veces por semana, proyectaban El gran Lebowski en función nocturna y que la gente iba disfrazada de los personajes: "Deberían venir si les gusta este tipo de cosas. Es realmente algo muy divertido". Ella nunca supo que estaba invitando a los padres del Dude. Obviamente los Coen nunca fueron. Si bien ellos no tienen el reconocimiento popular como Spielberg o Tarantino, al inventar a Lebowski se ganaron un lugar en la industria pop con el que probablemente jamás soñaron (pero que tampoco los desvela) y lograron con el Dude un ícono que derribó los límites del fílmico para convertirse en un símbolo de peso propio.
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