El gran año de Olivier Assayas
En Mar del Plata se hizo una retrospectiva de sus films, y dos serán estrenados
Olivier Assayas parece destinado a convertirse en el gran descubrimiento del año para el público argentino. Si bien su penúltimo film, "Fines de agosto, principios de setiembre", se vio hace dos años en la primera edición del Festival de Buenos Aires, durante esta temporada se está produciendo un definitivo encuentro con este talentoso director nacido en París hace 46 años. El mes último, en la muestra de Mar del Plata, se pudo disfrutar de una retrospectiva casi completa de su filmografía, mientras que las dos películas que se están proyectando ahora en la sección Panorama del encuentro porteño -la experimental "Irma Vep" (1996) y la ambiciosa historia de época "Los destinos sentimentales" (2000), con Emmanuelle Béart e Isabelle Huppert- ya han sido adquiridas para su estreno comercial.
En persona, Assayas combina la profundidad conceptual de un intelectual formado en la Academia de Bellas Artes con una amabilidad y generosidad poco frecuentes entre los artistas franceses. En diálogo con La Nación pocas horas después de su arribo a Buenos Aires, el realizador de "Una nueva vida" y "El agua fría" manifestó: "Este viaje tiene un significado muy especial e íntimo para mí, porque mi padre se escapó de la Segunda Guerra Mundial y vivió en esta ciudad entre 1941 y 1945. El ha sido, básicamente, un guionista reconocido, pero llegó a filmar dos películas: una en la Argentina y la otra en Chile. Por eso, yo tenía una imagen mítica de este país, era un lugar ligado con la aventura, que me despertaba una enorme curiosidad".
Acompañado por su esposa, la extraordinaria actriz hongkonguesa Maggie Cheung ("Con ánimo de amar"), Assayas aprovechará su estada para reunirse con amigos (anteanoche cenaron con Jim Jarmusch y con el crítico Jonathan Rosenbaum) y para viajar unos días por la Argentina, antes de iniciar el rodaje de "Demonlover", un film en inglés y francés protagonizado por otra actriz exquisita: la estadounidense Chlo‘ Sevigny. "Es una suerte de secuela de "Irma Vep", de espíritu muy moderno, libre y experimental, que filmaré en el próximo verano francés. Poco después rodaré un nuevo film con Maggie", adelanta.
Miembro distinguido del consejo editorial de la influyente revista Cahiers du Cinéma durante los años 80, guionista de directores como André Téchiné o Laurent Perrin y especialista en cine asiático (organizó ciclos y escribió libros sobre películas de Hong Kong y Taiwan y hasta filmó un largometraje documental sobre Hou Hsiao-hsien), Assayas dice vivir inmerso en una gran paradoja: "Provengo de una tradición cinéfila, pero trato de que mi cine sea lo menos cinéfilo posible; fui parte de Cahiers du Cinéma, y ahora "Irma Vep" forma parte de la retrospectiva-homenaje a los 50 años de esa revista, pero yo me siento muy lejos de la línea que ha seguido esa publicación, cada vez más ligada al mercado y menos a la crítica en serio".
Puntos de referencia
Durante la amable charla, Assayas hablará de distintos realizadores con los que su cine "dialoga", comparte búsquedas similares: el canadiense Atom Egoyan, los taiwaneses Hou Hsiao-hsien y Edward Yang, sus compatriotas André Téchiné, Claire Denis y -claro- sus ídolos de cinefilia, como Carl Dreyer, Kenneth Anger, Andrei Tarkovski, Ingmar Bergman, Robert Bresson, Franois Truffaut y Eric Rohmer, entre muchos otros.
-¿Qué lo une con estos directores?
-La idea de que el cine debe dar cuenta del mundo en que vivimos de una manera realista y al mismo tiempo imaginaria. Creo que el cine debe reinventarse todos los días tanto desde lo estético como desde lo temático. Es una disciplina que está muy bien ubicada para contestar las preguntas que propone el mundo contemporáneo. El cine actual está muy definido, codificado, es demasiado restrictivo, y por eso debe renovarse: hay una materia pendiente en cuanto a la reflexión, ya que considero que puede ser de mil maneras distintas de la que es hoy. Por eso existe un desafío apasionante desde lo visual y lo conceptual, que consiste en buscar y preguntar, alejarse de las ideas decididas, del conformismo y de la gratificación inmediata del cine de entretenimiento actual. Estamos en una época de mutación, de hipótesis que tienen que ser experimentadas.
-¿"Los destinos sentimentales" forma parte de esta mutación?
-Esa fue mi intención, pero el único lugar en el que no puedo ubicarme con respecto a mis películas es en el exterior. Me resulta imposible hacer una abstracción, pero puedo hablar de la dimensión de mis experiencias. Esta película es como un corte, un hecho muy importante en mi carrera de cineasta. Busqué entender la importancia de lo literario en el cine, ser lo más fiel posible a la materia escrita, al valor de la palabra.
-La película evita, además, todos los clisés del cine histórico.
-Sí, quise contar una épica histórica de forma frontal, clásica, sin el barroquismo ni la pomposidad del cine de qualité. Por supuesto que me imbuí del universo de principios del siglo último, de su comportamiento, de su vestuario, de su cultura, de su moral. Pero había una intención de barrer con el posmodernismo, de volver a la sencillez, a las emociones más simples y genuinas, a contar el amor entre dos personas, sus conflictos laborales. Por eso no apelé a una estilización ni a efectos visuales. Mi modelo fueron los pintores impresionistas, que sacaban los caballetes a la calle y retrataban a los seres queridos. Quise desnudar mis ideas sobre el cine.
-¿A qué pintores impresionistas estudió particularmente?
-Básicamente a Pierre Bonard, un posimpresionista que fue contemporáneo y amigo de Jacques Chardonne, el autor de la novela original. La manera en que iluminaba los interiores o pintaba la luz del sol en los jardines fue muy importante para la construcción visual de la película.
-¿Por qué fue tan compleja la realización del film?
-Porque de alguna manera navega contra la corriente de lo que el cine francés actual pretende. La aspiración y la tradición literarias no son algo que esté muy de moda, pero los sentimientos y las emociones de la novela calaron muy profundo en mí y quise exprimirlos en la película. Pretendí mostrar el pasado como si fuese ahora. La idea de filmarla comenzó en 1991, y luego de que el productor Bruno Pesery consiguió los derechos tardamos cinco años en financiarla y en reunir el elenco.
-¿En su próxima película volverá al cine de bajo presupuesto y gran libertad formal de sus primeros trabajos?
-Sí, necesito regresar a la experimentación, a la anarquía a veces absurda y apasionante de, por ejemplo, "Irma Vep", una obra de grandes rasgos autobiográficos respecto de las dudas que se plantea constantemente un director frente al sentido o utilidad de su obra.
-¿Y cómo ve su cine dentro del actual contexto de la producción francesa?
-El cine francés es uno de los más dinámicos, prolíficos, diversos e interesantes del mundo, porque se filma muchísimo y siempre hay jóvenes incorporándose al circuito. Nosotros dialogamos con nuestro pasado, con nuestra propia identidad, pero también con el cine estadounidense y con el contexto internacional en un intento por posicionarnos, situarnos en el mundo y trasponer nuestra cultura. De esa dialéctica, que a veces es complementaria y otras contradictoria, surgen cosas muy interesantes.
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