El fotógrafo y el cartero: potente documental que reaviva la memoria de un crimen repleto de implicancias políticas
A través de testimonios y material de archivo, Alejandro Hartmann construye un minucioso relato del asesinato de José Luis Cabezas
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El fotógrafo y el cartero: el crimen de Cabezas (Argentina / 2022). Dirección: Alejandro Hartmann. Guion: Tatiana Mereñuk, Gabriel Bobillo, Alejandro Hartmann. Fotografía: Alejandra Martín. Elenco: Gabriel Michi, Mariano Cazeaux, Alejandro Vecchi, Eduardo Duhalde. Duración: 105 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
“No se olviden de Cabezas”. La consigna era un grito para pedir justicia, en un país en el que un hecho terrible pasa al olvido muy rápido, cuando otro hecho terrible le quita el lugar en las noticias y en la preocupación de la ciudadanía.
La necesidad de preservar la memoria del fotógrafo asesinado el 25 de enero de 1997, en Pinamar, es uno de los ejes fundamentales del relato de El fotógrafo y el cartero: el crimen de Cabezas. Desde la explicación sobre cómo surgió aquella consigna y el porqué, pasando por los testimonios de aquellos que lo vivieron de cerca y no quieren que se olvide, la memoria se constituye como la propia razón de ser de la película.
El documental de Alejandro Hartmann, cuyo trabajo más reciente fue Carmel: ¿Quién mató a María Marta?, la serie sobre otro crimen argentino resonante, demuestra haber sido creado por personas interesadas en algo más que explotar el hecho dentro de la tendencia audiovisual del true crime. Sin dudas, el interés del público por los relatos sobre crímenes verdaderos ofrece una oportunidad para producir un documental sobre el asesinato de José Luis Cabezas. Pero Hartmann y los guionistas Tatiana Mereñuk y Gabriel Bobillo no buscaron el efectismo morboso en la crueldad del crimen, sino que construyeron un minucioso relato de los hechos y sus múltiples implicancias.
La muerte del fotógrafo es una tragedia humana, una pérdida irreparable para su familia y amigos, pero también es una consecuencia de un país inmerso en la corrupción y entregado a la impunidad del poder.
El fotógrafo y el cartero pone en contexto el crimen en la época, fines de la década del 90, y subraya el entramado político alrededor de él. Conecta al empresario Alfredo Yabrán, quien se suicidó antes de testificar por su participación en el crimen, y su relación con el gobierno de Carlos Menem; describe la situación del entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, que estaba por lanzar su campaña para la presidencia cuando sucedió el hecho; ahonda en la participación de Cabezas como fotógrafo en una de las notas más impactantes de la revista Noticias sobre la policía bonaerense (titulada “Maldita policía”). No se trata solo de contar lo que sucedió, sino de darle un sentido histórico-político y, de esa manera, también reforzar la importancia de no olvidar este crimen.
Hartmann elige un formato clásico para el documental, combinando material de archivo con testimonios a cámara y breves agregados filmados especialmente para completar el relato. Hay un trabajo de edición muy ajustado, a cargo de Santiago Parysow, que redunda en la sensación de que no hay nada de más en la película, que todo tiene un propósito.
El film mantiene el suspenso propio de un thriller para aquellos que no conozcan la historia, como será el caso de espectadores de todo el mundo que descubran el documental en Netflix. Los que la recuerdan encontrarán datos no tan conocidos y experiencias contadas en primera persona, que aportan perspectivas diversas que van más allá de lo leído en los diarios y visto en los noticieros de la época.
Los testimonios, que incluyen a Duhalde y al abogado de la familia Cabezas, Alejandro Vecchi, son claros y potentes. Se destaca en especial el conmovedor relato de Gabriel Michi, periodista y amigo de Cabezas, quien estaba cubriendo la temporada en Pinamar junto con el fotógrafo cuando éste fue asesinado. La familia de Cabezas solo aparece hablando sobre el caso en entrevistas de la época y sus testimonios son desoladores. El dolor de las personas cercanas a la víctima y de sus colegas periodistas está presente en toda la película, pero no se regodea en él. Hay una clara decisión de demostrar el horror del crimen en una magnitud que excede la tragedia personal.
El documental es también, en un segundo plano muy cercano, sobre el periodismo, sus responsabilidades, su importancia como sostén de la democracia y la amenaza que implica para el poder. El asesinato de Cabezas fue una venganza por revelar lo que el poder quería esconder y también una advertencia, tal como lo confirma cada testimonio de los periodistas en la película.
El final de El fotógrafo y el cartero: el crimen de Cabezas tiene el poder devastador de la realidad: la certeza de que la justicia fue insuficiente, que la impunidad triunfó otra vez en la Argentina y quienes cometieron el crimen están en libertad. Por eso la consigna “No se olviden de Cabezas” sigue teniendo que ser repetida y este documental funciona como una alarma para despertar la memoria adormecida.
El fotógrafo y el cartero: el crimen de Cabezas, de Alejandro Hartmann, se puede ver en el Bafici (viernes 22 a las 13.45, en Gaumont; domingo 24 a las 17.30, en Multiplex Monumental Lavalle 4), y a partir de 19 de mayo estará disponible en Netflix.
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