El extraño caso de Manoel de Oliveira
A los 102 años, el director emprende un nuevo film mientras se estrena aquí su última obra
Sesenta años pasaron desde que Manoel de Oliveira concibió el guión de la que es, hasta ahora, su última realización: El extraño caso de Angé lica, que Energía Entusiasta dará a conocer mañana. Hasta ahora, se subraya, porque si bien la inusual veteranía del creador portugués (cumplirá en diciembre 103 años) parecería hacerlo candidato permanente a la solemnidad de los homenajes, él, verdadero fenómeno de energía y vitalidad, se resiste a la inmovilidad del bronce: lo preocupan sus películas: las que todavía están en fase de explotación comercial, como ésta, y más aún las que tiene en rodaje y las que planea para el futuro. En estos días, por ejemplo, está en un estudio de París en pleno rodaje de Gebo y la sombra , adaptación de una pieza teatral de su compatriota Raul Brandão, en la que cuenta con un elenco encabezado por Jeanne Moreau, Claudia Cardinale y Michael Lonsdale. Y entre sus planes figura A Igreja do Diabo , inspirada en un cuento de Machado de Assis, en la que actuarán dos glorias del cine y el teatro brasileños: Fernanda Montenegro y Lima Duarte.
Oliveira opina que la vida significa actividad y que "detenerse es morir". Quizá por eso, desde que cumplió los 70, una edad en que otros están pensando en el retiro, él ha trabajado sin cesar, a veces febrilmente. En este período ha completado veintisiete títulos, sin contar los cortometrajes, muchos de ellos documentales, lo que representa la mayor parte de su filmografía.
Claro que lo que asombra en don Manoel no es tanto su salud física y mental, sino su imaginación y su osadía. Lo habrá corroborado cualquiera que haya visto, por ejemplo, Viaje al principio del mundo , La carta, Vale Abrão, Porto da minha infância, Vuelvo a casa o Belle toujours , su exquisita posdata al film de Buñuel.
La extensa demora en la materialización de El extraño caso de Angélica se explica por las mismas razones que sus largos períodos de ausencia del cine entre los años 30 y los 60: la falta de productores y la censura. El guión procede de una experiencia personal con una prima. Así la evoca: "La joven, muy bella, se hallaba tendida en un canapé azul, en el centro de un salón. Sus cabellos eran dorados y estaba vestida de blanco, como una novia. Yo llevaba conmigo una cámara Leica que en el acto de enfocar producía un desdoblamiento en la imagen (?) Como estaba fotografiando a una muerta de la que se desprendía una doble imagen, me asaltó la idea de que una de ellas correspondiera a la mujer viva y no muerta. Y que esta imagen no encerrara a la otra, y lo trastornara todo. El hecho me afectó profundamente, de la misma manera que al protagonista de Angélica, que, revelando la fotografía de una muerta, la percibe como viva".
Oliveira concibió en 1946 la idea de hacer un film a partir de esa historia y escribió el guión en 1952. "Hitler había matado a millones de judíos y muchos sobrevivientes llegaban a Portugal con la intención de viajar a los Estados Unidos. Ahora también tenemos persecuciones y crisis económicas, además de catástrofes naturales, inundaciones, alteraciones en el clima, polución; todos hechos que causan estragos. Y una pérdida de valores que me hace pensar en Sodoma y Gomorra. Las cosas no han cambiado tanto? Pero en aquella época pensé que nunca iba a poder filmar esta historia porque la cámara no es capaz de captar los sueños ni los pensamientos?" El no lo dice, pero hace tiempo que su cine, así como provee apuntes casi documentales, también consigue atrapar la atmósfera evanescente e incorpórea de los sueños. De todos modos, rendido admirador de Méliês ("deberían haberle dado un Oscar post mórtem, ya que después de sus descubrimientos nada de nuevo se ha hecho, salvo repeticiones y mejoras técnicas; entre él, Max Linder y Chaplin inventaron todo en materia de puesta en escena", dice), también hizo uso de efectos especiales deliberadamente simples y casi artesanales "para no quebrar el sentido ni el tono del film".
El relato gira en torno de Isaac (Ricardo Trêpa, nieto del cineasta y frecuente intérprete de sus films), un joven fotógrafo al que una adinerada familia de Regua, en la zona del Duero, convoca para hacer el retrato de Angélica, la bella hija que acaba de fallecer poco tiempo después de haberse casado. En el momento en el que va a tomar la fotografía, observa cómo la joven (encarnada por Pilar López de Ayala, protagonista de Medianeras , otro estreno de la semana) le sonríe. A partir de ese momento, Isaac se obsesiona por ella y comienza a cuestionar la noción de lo real.
Con esta historia, Oliveira vuelve al escenario de su primera película, Douro, faina fluvial (1931), documental mudo inspirado en Flaherty y en los cineastas soviéticos que describía una jornada en la vida de los trabajadores del puerto. La recepción que mereció el film fue desastrosa y nada cambió con la versión sonorizada de 1934, por lo que el entonces joven cineasta volvió a trabajar en la empresa de su padre y por muchos años sólo volvió a empuñar la cámara para realizar otros ejercicios documentales. Hasta que en los 60 y 70, ya en la madurez, reanudó su tarea con continuidad y definió el estilo y la poética que lo distinguen como un grande del cine. En Portugal y mucho más allá de sus fronteras.
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