Gabriele Amorth ofreció sus servicios al Vaticano desde 1986 hasta su muerte en 2016; realizó miles de exorcismos, escribió decenas de libros al respecto y fundó la Asociación Internacional de Exorcistas
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“¿Quién mejor que un gladiador para enfrentarse al diablo en igualdad de condiciones?”, bromeó uno de los productores de la película The Pope’s Exorcist (“El exorcista del Papa”) recién estrenada.
El productor Michael Patrick Kaczmarek hacía alusión al protagonista de esa película, el actor Russell Crowe, conocido por su papel estelar en el filme “Gladiador” de 2000 por el cual ganó un Oscar.
Pero “El exorcista del Papa” está basada en los encuentros con “el demonio de la vida real” del sacerdote católico Gabriele Amorth, principal exorcista del Vaticano desde 1986 hasta su muerte en 2016.
Amorth afirmó haber realizado más de 60.000 ritos de exorcismo, escribió decenas de libros al respecto y fundó la Asociación Internacional de Exorcistas. En uno de sus textos, “El último exorcista”, comparó el ritual con una batalla.
Mientras el gladiador de la Antigua Roma se protegía con armadura y empuñaba una espada corta de doble filo (gladius) o una lanza y tridente, el exorcista se enfrenta al demonio vestido con una estola púrpura y armado de agua bendita para rociar a los poseídos y aceite sagrado para untarles la señal de la cruz en la frente.
Sin embargo, este cura de cara apacible, que de niño hacía travesuras durante la misa y siguió estudios laicos, nunca imaginó que terminaría siendo designado por la iglesia como un guerrero de Jesucristo contra la acción de Satanás.
De bromista a exorcista
Gabriele Amorth nació en Modena, Italia, en 1925. De niño practicó deportes como esgrima y básquetbol, luchó con valentía en la Segunda Guerra Mundial, se graduó en Derecho y Periodismo y probó suerte en la política con el Partido Demócrata Cristiano.
Pero ya había descubierto temprano su vocación eclesiástica y fue ordenado sacerdote en 1954.
Sin embargo, su nombramiento como exorcista llegó como una total sorpresa y fue el resultado de una conversación en broma que tuvo con el cardenal Ugo Poletti, obispo vicario de Roma.
Son los obispos los encargados de delegar en los sacerdotes de sus diócesis el poder conferido por Jesús para expulsar demonios. Una mañana de 1986, Amorth decidió visitar de sorpresa al cardenal Poletti para contarle unos chistes nuevos y, como era su costumbre, alegrarle el día.
Durante la conversación informal, se le ocurrió mencionar al padre Cándido Amantini, en ese entonces exorcista de la diócesis de Roma durante 36 años, que solía tratar en solo una mañana a entre 70 a 80 personas con sospecha de posesión diabólica.
“¿Conoce al padre Cándido?”, preguntó Poletti, sorprendido. “¡Sí!” respondió Amorth. “Quería conocer, por curiosidad, el lugar donde hace exorcismos”, dijo medio en broma. “Lo conocí y, de vez en cuando, voy a visitarlo”, explicó.
En ese instante, Poletti abrió un cajón de su escritorio, tomó una hoja con el membrete de la diócesis y, en silencio, comenzó a escribir. Metió la hoja en un sobre y, con una sonrisa, se la entregó a Amorth: “¡Felicitaciones!”.
Amorth quedó enmudecido con lo que decía la carta: “Yo, el cardenal Ugo Poletti, vicario arzobispo de Roma, nombro al padre Gabriele Amorth, religioso de la Santa Sociedad de San Pablo, exorcista de la diócesis. Colaborará con el padre Cándido Amantini el tiempo que sea necesario”.
“Su Eminencia, yo… solo soy bueno contando chistes y haciendo bromas”, tartamudeó el sacerdote. “La Iglesia necesita desesperadamente exorcistas”, interrumpió el cardenal.
“El padre Cándido, hace un tiempo, me pidió un ayudante. Siempre tuve un pretexto. Ahora que me dices que lo conoces, ya no lo tengo. Harás bien el trabajo. No tengas miedo”, le animó Poletti.
Combatiendo a Satanás
Gabriele Amorth realizó el primero de sus más de 60.000 exorcismos el 21 de febrero de 1987 a un campesino de 25 años que cuando entraba en trance gritaba blasfemias en inglés que otra voz extraña (dentro de él) traducía.
En otra ocasión, una mujer analfabeta pronunció insultos en un idioma que, después de investigar, resultó ser arameo (una lengua antigua de Medio Oriente).
Amorth había memorizado las 21 reglas que preceden el rito del exorcismo que aparecen en el Rituale Romanum del papa Pablo V, escrito en 1614. “Sin estas reglas serás derrotado”, le advirtieron.
Los principales signos de posesión, según el libro, son hablar idiomas desconocidos, manifestar hechos ocultos y demostrar una fuerza superior a su condición física.
Una vez, durante una sesión de exorcismo, Amorth vio a un niño de 11 años sostenido por cuatro hombres corpulentos. “El muchachito los hizo volar”, afirmó. En otra ocasión, un niño de 10 años levantó una mesa pesada sobre su cabeza. “Nunca lo hubiera logrado solo”, atestiguó.
Pero el síntoma más grave es la aversión a lo sagrado, como por ejemplo la persona que se desmaya cuando va a misa o echa espuma de rabia cuando ve a un sacerdote. Uno de los episodios más “aterradores” está descrito en su libro “Mi primera vez contra Satanás”, en la intervención a un menor que se creía estaba poseído.
De un momento a otro, los ojos del niño se pusieron en blanco y su cabeza cayó sobre el respaldo de la silla. Poco después, la temperatura en la habitación bajó horriblemente y Amorth comenzó a sentir un frío gélido.
Más adelante, según la descripción del exorcista, el poseído comenzó a levitar. “Medio metro por encima de la silla”, escribió Amorth. “Allí permaneció inmóvil, suspendido en el aire durante varios minutos”.
Demonología y Hollywood
Si algunos de los eventos descritos arriba te parecen conocidos, muy probablemente se debe a que hayas visto la película “El exorcista” de 1973, con guión de William Peter Blatty basado en su libro del mismo nombre.
Blatty se inspiró en la historia real de un chico de 14 años que sufrió una posesión y fue exorcizado por un sacerdote jesuita, en un caso que tuvo lugar en 1949 en la ciudad de Cottage City, en el estado de Maryland (EE. UU.).
Gabriele Amorth elogió la película que le dio el Oscar al guionista. “Estoy agradecido con ‘El exorcista’”, dijo en uno de sus libros. “Aunque algo sensacionalista, con escenas poco realistas, es sustancialmente fiel. Llegó a una gran audiencia y promovió la figura del exorcista”.
Años después, en 2016, el director de “El exorcista”, William Friedkin, solicitó a Amorth permiso para filmar un exorcismo. El sacerdote autorizó el rodaje, pero le impuso tres condiciones: tenía que ir solo, llevar una sola cámara de video y no interferir en el ritual.
El resultado del exorcismo de Cristina, una arquitecta italiana de 46 años, fue un documental titulado “El diablo y el padre Amorth”. Cuatro meses después de rodado, Gabriel Amorth murió en Roma a la edad de 91 años.
Además de dejar decenas de libros sobre sus conjuraciones contra el demonio, Amorth escribió dos memorias: “Un exorcista cuenta su historia” y “Un exorcista: más historias”. Estas sirvieron de base para la nueva película “El exorcista del Papa”, en la que el actor australiano Russell Crowe interpreta el papel del afamado sacerdote.
La inquietante película empieza cuando una madre estadounidense se muda a un castillo antiguo en España con sus dos hijos y uno de los menores cae poseído.
El exorcista es llamado a intervenir, pero este demonio es particular; se nutre de las inseguridades y remordimientos del religioso, que descubre en el proceso unaantigua conspiración que el Vaticano ha intentado desesperadamente ocultar.
La interpretación de una figura religiosa podría generar críticas, pero en entrevista con la agencia Reuters, Crowe afirmó que se había aferrado a los relatos de Amorth. “Cada uno tendrá su propia opinión, pero estos son libros que han sido escritos desde una experiencia de primera persona”, dijo.
Una lucha diaria
En los últimos años de su vida, Gabriele Amorth realizaba una media de cinco exorcismos al día. Pero hubo un tiempo en que abordaba entre 10 y 15. Tantos, que tuvo que dejar un mensaje en su contestador automático para restringir las solicitudes de exorcismos a una hora a la semana.
De cada diez exorcismos que realizó, nueve fueron sobre mujeres. Devoto de Nuestra Señora de Fátima, Amorth nunca supo explicar por qué, pero supuso que el diablo quería vengarse de la Virgen María.
Un exorcismo nunca es igual a otro, indicó. Salió de algunas batallas con moretones por todo el cuerpo, tras recibir patadas, puñetazos, mordiscos y algún que otro escupitajo, según relató. En una ocasión, un sacerdote estadounidense le preguntó a Amorth si le tenía miedo a Satanás.
“Yo no soy el que le tiene miedo. Él debería tenerme miedo a mí y a todos los que viven en Jesucristo”, respondió Amorth.
Y cuando alguien le dijo que “creía en Dios, pero no era practicante”, respondió con su acostumbrado sarcasmo: “¡Ah, sí! Los demonios también… Creen en Dios, pero no son practicantes. Por cierto, nunca conocí a un demonio ateo”.
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