El estreno más esperado. ¿Cuál es el mejor James Bond de la historia?
Llega la película número 25 del agente secreto y crece la expectativa por la sucesión de Daniel Craig; la estrategia detrás de la saga más longeva del cine y todos sus protagonistas
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James Bond está de vuelta. Llega por fin después de una larga espera con su aventura número 25 en el cine. Un número redondo que se abre a numerosas lecturas y significados. Sin tiempo para morir (No Time to Die) se estrena mañana en los cines de la Argentina y llegará, días antes o después, a todos los rincones del planeta.
Ese regreso incluye un ritual, que los fans bondianos conocen de sobra y repetirán como un mantra en el momento de la despedida. Es una leyenda ya clásica, impresa en la última imagen que aparece en la pantalla, tras el largo desfile de los créditos finales. La historia cinematográfica del agente secreto con licencia para matar está hecha de pequeños grandes momentos que se conservan inalterables.
La fiel legión de seguidores de 007 estará lista para volver a ver una frase que ya conoce de memoria: “James Bond Will Return” (James Bond volverá). Y será imprescindible esta vez volver a leerla y tenerla en cuenta, porque aventura un tiempo de cambios a los que también los bondianos se acostumbraron. El momento en que un actor identificado con el personaje deja su lugar a la llegada del nuevo Bond.
Desde esa leyenda, el cine nos ofrece la máxima garantía de continuidad de un contrato que se renueva desde hace 59 años para sorpresa de algunos y satisfacción de muchos más. Bond llegó al cine en 1962 como exponente de una época política, cultural y social que hace mucho se extinguió, según cuentan hasta los manuales de historia más básicos. Si el tiempo que le dio sentido pasó, entonces el personaje también debió habernos dejado. Pero Bond sigue en este mundo. El tiempo demostró otra cosa. La de 007 es la saga cinematográfica más longeva de la historia y su personaje central logró vencer al tiempo de muchas maneras.
La principal es su capacidad de reinventarse y conservar intacta su esencia más allá de las modas y de los nombres que circunstancialmente se encargaron de representarlo. Esa vigencia se apoya en una cuidada maquinaria que sostiene la identidad del mito Bond a partir de una rigurosa premisa: todo cambio es posible si se mantienen vivos a lo largo de los años ciertos rasgos, señas y marcas de comportamiento que el público reconoce de inmediato. El inexorable cambio de rostro que se produce de tanto en tanto puede abrir y cerrar ciclos, como ahora, pero sobre todo funciona como factor esencial de construcción de identidad. Cada una de las caras del personaje encarna una mística única, inalterable.
Todo eso es lo primero que imaginamos de regreso cuando Sin tiempo para morir está por llegar después de varias demoras y no poca incertidumbre. La quinta y última aventura de 007 protagonizada por Daniel Craig fue una de las primeras víctimas del estrago que causó la pandemia en el mundo del entretenimiento. Su lanzamiento original estaba previsto para abril de 2020 y debió postergarse varias veces, sorteando inclusive las especulaciones de una posible llegada directa al streaming. Aquí también se impuso la memoria. Si esperamos tanto para verla es porque desde el comienzo se tomó la decisión de estrenarla sí o sí en los cines.
La de Bond es una historia que no podría manifestarse fuera de la pantalla grande, al menos en la primera visión de cada nueva aventura. La grandiosidad desde la que se conciben las peleas de 007 para salvar al mundo, sus viajes por lugares exóticos y remotos, sus enfrentamientos con villanos casi inverosímiles y sus autos y gadgets convertidos en armas letales nunca podrían apreciarse con la misma intensidad en la pantalla de un celular o de una tablet. Bond también se define como un clásico por su pertenencia a la pantalla grande.
Larga espera
Antes de que el coronavirus forzara sucesivos cambios en la fecha de estreno, Sin tiempo para morir también tuvo que soportar otro tipo de postergaciones. El rodaje de la película, que se hizo entre abril y octubre de 2019 (¡hace ya dos años!) estuvo marcado por varios accidentes e infortunios, entre ellos una lesión en el tobillo sufrida por el propio Craig, que debió someterse a una cirugía menor y pasó unos cuantos días alejado de los sets.
Todos estos retrasos no hicieron más que aumentar los ya elevados niveles de incertidumbre que venían manejándose alrededor de la sucesión de Craig. A diferencia de todas las experiencias previas, las especulaciones sobre el futuro rostro de James Bond crecieron mucho antes del estreno de Sin tiempo para morir. Entre otras cosas porque muchos creyeron que Craig no aceptaría una quinta película como Bond.
La posición del actor era muy clara antes de anunciarse esta película. Estaba cada vez más incómodo con un personaje que le condicionaba el futuro. Pero al mismo tiempo sabía que su ciclo como 007 no se había cerrado por completo. Hacía falta una aventura más para completar el largo capítulo que había abierto su llegada y quedó expuesto en la trama de Casino Royale. Estaba claro desde mucho antes que iba a tener una quinta oportunidad como Bond, lo que pocos creían. En medio de la danza de nombres que se aceleró en las últimas semanas, una de las dueñas de la majjj Bond, Barbara Broccoli, debió salir al cruce de todos los trascendidos para mantener el preciado equilibrio con el que maneja su estrategia.
“Es difícil pensar en el futuro hasta que esta película tenga su momento. Creo que realmente queremos celebrar esto y celebrar a Daniel. Y luego, cuando el polvo se asiente, miraremos el paisaje y descubriremos cuál es el futuro. Una cosa que sin duda hemos aprendido en los últimos 18 meses es que nunca se sabe cuál es el futuro. Así que tenemos que sentarnos y pensar en ello”, dijo hace poco Broccoli, la hija de uno de los fundadores de la historia cinematográfica de James Bond y actual dueña de la marca y custodia de todas las tradiciones de este universo autoconsciente.
Fue el neoyorquino Albert Romolo Cubby Broccoli (el segundo nombre siempre aparecía en los títulos sólo con su letra inicial) quien tuvo junto al canadiense Harry Saltzman la idea de adaptar a la pantalla las novelas de espionaje de Ian Fleming. El capítulo inicial, como todos saben, se escribió en 1962, con Sean Connery como protagonista de El satánico Dr. No.
La frase de Barbara Broccoli es clave para entender la encrucijada en la que se encuentra hoy el personaje, que sigue marcado por la sombra de su intérprete original. Muchos consideran todavía a Connery como el mejor Bond de la historia. Nadie duda de que la discusión sobre ese punto reaparecerá muy pronto, cuando se cumpla el 31 de octubre el primer aniversario del fallecimiento del actor escocés.
Cada vez que se habla del futuro de Bond vuelve a aparecer la figura de Connery. Pero habrá que volver a leer entrelíneas las palabras de Broccoli y sobre todo analizarlas a la luz de lo que muestre Sin tiempo para morir para descubrir las pistas que nos ayuden a vislumbrar lo que pasará con 007 a partir de ahora.
En ese sentido, Craig resulta tan importante como Connery para anticiparnos a la idea de futuro que se tiene de James Bond. Craig es el sexto rostro oficial de 007 (después de Connery, George Lazenby, Roger Moore, Timothy Dalton y Pierce Brosnan) pero también es el primero en la historia que encarna una idea de reinvención completa del personaje. Como si a partir de su arribo se quisiera contar de nuevo la historia completa de Bond en el cine, cuatro décadas y media después de su primera aparición.
El 15 de octubre de 2005, en una tumultuosa presentación ante la prensa londinense a orillas del Támesis, Craig fue presentado en sociedad. Lo primero que llamó la atención fue que estábamos en presencia del primer Bond rubio de la historia. Craig tenía 37 años y cuando llegó al encuentro con los medios en una lancha de la marina real británica no estaba en el radar de casi nadie. Su nombre nunca fue tenido en cuenta en los frenéticos pálpitos de los supuestos expertos en la “Bondmanía”.
Pero el tiempo le dio la razón a quienes lo eligieron y Casino Royale (2006), una de las mejores películas de toda la historia bondiana, empezó a insinuar que Craig podría convertirse en el mejor 007 para este tiempo. Violento, áspero y expeditivo en su nuevo traje (de paso hay que decir que luce mejor que nadie la indumentaria a medida diseñada por Tom Ford), Craig exigió a fondo toda su fibra de notable actor para que afloraran los fantasmas interiores del personaje, su pasado desconocido, un ánimo de venganza desconocido hasta aquí y un corazón roto, detalle que explicaría mucho más que la adecuación a un tiempo de mayor corrección política el modo en que ahora se acerca a las mujeres.
Adiós al seductor incansable
Aquí sí la tradición se rompe. Desde la llegada de Craig ya no corre más la antigua y estereotipada imagen de Bond como un seductor incansable. La idea misma de las “chicas Bond” desaparece en esta etapa y pasa a formar parte de una historia previa que tiende a esfumarse. La vieja costumbre de mostrar cómo un espía puede ser capaz de llevar a la cama a todo tipo de mujeres (incluyendo a algunas de sus archienemigas) deja su lugar a un Bond atormentado también por cuestiones afectivas. Y sobre todo por la muerte en Casino Royale de Vesper Lynd (Eva Green), el gran amor de su vida (mucho más que Teresa “Tracy” Draco, con quien se casa en Al servicio secreto de su Majestad) y a la vez su némesis desde el momento en que se trata de una doble agente.
Esa desaparición deja su sello en las siguientes aventuras de Bond y al mismo tiempo va dejando de a poco la sensación de una certeza mayor. Toda la etapa Craig, que se propone desde el vamos contar de nuevo la historia completa de 007, funciona en definitiva como un ciclo. A lo largo de esas películas (Casino Royale, Quantum of Solace, Operación Skyfall, Spectre y la que está por estrenarse) se plantean los mismos temas, que entran y salen en distintos momentos al igual que algunos personajes.
En la cabeza de sus ideólogos (con Barbara Broccoli y su hermanastro Michael G. Wilson a la cabeza en EON Productions), el “nuevo” Bond que llegó en 2006 quiere ser lo más parecido al Bond original imaginado por Ian Fleming en sus novelas. Con otra mirada, con otro semblante y hasta con otro color y corte de pelo. Mientras trata de volver a las fuentes, el Bond de Craig se instala en la actualidad y responde desde su frialdad de agente secreto del MI6 británico con licencia para matar (otra condición esencial, insoslayable, decisiva) a los desafíos de un tiempo histórico marcado sobre todo por las amenazas terroristas. Los científicos locos decididos a apoderarse del mundo con las armas más sofisticadas de los tiempos de Connery y de Moore ahora son los ideólogos del terror globalizado. Y hasta se las ingenian para infiltrarse en la inteligencia británica. Basta ver Operación Skyfall para comprobarlo.
Muchos estudiosos sostienen que este último requisito (la conexión con una actualidad reconocible, dominada por las amenazas terroristas y el nuevo mapa geopolítico internacional) es la otra garantía de la continuidad de Bond, que en las últimas décadas vio peligrar la exclusividad de su liderazgo en el mundo de los espías de ficción, condicionado y amenazado desde la llegada de colegas mucho más “modernos”, más creíbles y menos anacrónicos como el Ethan Hunt de Tom Cruise (Misión Imposible) y el Jason Bourne de Matt Damon.
El personaje más conocido del plantea
En 2002 se aseguraba que unos 2000 millones de personas (el equivalente a dos quintos de la población mundial) vieron alguna vez en su vida al menos una película de 007, convirtiéndolo en el personaje de ficción más conocido de todo el planeta. Todo eso, claro, pasó antes de que llegara Harry Potter o que el mundo de Star Wars y el universo de Marvel superaran en expansión todo lo imaginado hasta ahora en el terreno del entretenimiento. Todos los cambios exigen una adaptación.
Por eso, es muy probable que los planes de los responsables de la marca Bond y los deseos de los fans confluyan en un punto: para darle futuro al personaje hay que sostenerlo dentro de un universo propio, reconocible, autorreferencial. Habrá que mirar con mucha atención lo que muestre Sin tiempo para morir como desenlace de la etapa Craig y extraer desde allí las claves para el futuro.
Habrá tiempo de sobra para hacerlo, porque Sin tiempo para morir es la película más larga de la historia de James Bond: dos horas y 45 minutos. Supera así a las dos horas y 23 minutos de Operación Skyfall. Todos descuentan que el Bond 25 cerrará unas cuantas historias abiertas desde Casino Royale y al mismo tiempo abrirá otras. Será clave en ese sentido lo que ocurra con Blofeld (Christoph Waltz), el eterno villano de Bond que se suma en este terreno a Rami Malek, y también con Madeleine Swann (Lea Seydoux), alguien que también reaparece y será el personaje femenino más cercano a nuestro héroe. Una psicóloga transformada en objeto de deseo de un héroe atormentado. Para más de una lectura.
Hay otros personajes secundarios recurrentes como M (jefe inmediato de Bond, encarnado ahora por Ralph Fiennes), Q (el clásico creador de su armamento, con el rostro de Ben Whishaw) y la señorita Moneypenny (ahora más activa y decidida, de la mano de Naomie Harris) que contribuyen al armado de un universo propio en el que Bond, para algunos, hasta podría dejar de ser un personaje y convertirse en otra cosa: un nombre cifrado en clave que pasa de mano en mano (y de persona a persona) como si se tratara de un instrumento. Desde esa perspectiva, Bond no sería una persona de carne y hueso sino un código. Y el arma más sofisticada y racional de la inteligencia británica. Un arma mortal, en el sentido más amplio del término.
Desde esta especulación, que tendrá que probarse en la película, también empieza a definirse de otra manera la construcción del futuro de James Bond. La ardua elección de su protagonista estará determinada por todos estos requisitos. Hay una veintena de nombres dando vueltas. A primera vista parecen muchos, pero vale recordar algo que contó Wilson hace poco: antes de decidirse en 2005 por Craig fueron evaluados unos 200 actores.
¿Una mujer?
Por lo pronto, ya tenemos en los trascendidos que rodean la llegada de la nueva película un primer indicio de este cambio de configuración. Es el posible final de la confluencia de Bond con la sigla 007, que identifica a los agentes con licencia para matar. Todos los adelantos de Sin tiempo para morir mencionan que entre los agentes “doble cero” ese número pasa a manos de una mujer, interpretada por Lashana Lynch. Esa mención alcanzó en su momento para entusiasmar a quienes creen que llegó el momento de que el futuro Bond tenga cara de mujer.
Pero Barbara Broccoli, en enero de 2020, ya se encargó de aplacar todas las expectativas. Dijo de manera tajante que Bond solo puede y podrá ser interpretado por hombres. “A mí no me resulta interesante tomar un personaje masculino y poner a una mujer a representarlo. Creo que nosotras estamos para más que eso y tenemos que trabajar para crear nuevos personajes femeninos fuertes que podamos representar”, señaló la productora.
Aunque haya decepcionado a quienes soñaban con un futuro femenino para Bond, las palabras de Broccoli funcionan como otro guiño para el futuro, en este caso relacionado con la ingeniería empresaria y corporativa de Hollywood. Hace un tiempo que las películas de James Bond llevan el sello de Metro-Goldwyn-Mayer, el viejo y clásico estudio que acaba de ser adquirido por Amazon. Y ya se sabe que el gigante del comercio electrónico (que además cuenta con un estudio de cine y una plataforma propia de streaming) tiene la intención de aprovechar de todas las maneras posibles el potencial de las marcas. ¿Estaría imaginando Amazon un multiuniverso alrededor de James Bond para el futuro, con varios desprendimientos (spin offs), aventuras propias de personajes secundarios y toda clase de interconexiones entre ellos? El caso de Nomi (el personaje interpretado por Lynch) puede ser un anticipo de todo lo que viene.
La única puerta que abrió Broccoli es la de imaginar al próximo Bond “de cualquier color que quieran”. Wilson agregó, para darle una perspectiva geopolítica al asunto, que el Commonwealth (la mancomunidad británica de naciones) es lo suficientemente amplia y diversa en términos raciales como para explorar al respecto toda clase de posibilidades. El próximo Bond debe conservar el acento británico, pero puede llegar desde el enclave más exótico. La amplia lista de candidatos que circula hasta ahora contempla también esta posibilidad.
El mejor ejemplo es el de Idris Elba, siempre arriba de todo en la ronda de herederos al título de futuro Bond. Pero hay más: acaba de sumarse con parecidas chances el ascendente Regé-Jean Page, galán de Bridgerton. También podrían pelear ese lugar Daniel Kaluuya (reciente ganador del Oscar por Judas y el Mesías negro) y John Boyega (el Finn de Star Wars), ambos de ascendencia nigeriana, por un lado, y Henry Golding (nacido en Malasia, con padre inglés), por otro.
Habrá que tener en cuenta el factor racial (y hasta exótico), pero siempre subordinado a un elemento esencial: la continuidad de un camino que viene definido de antemano y que en los últimos años, de la mano de Craig, mostró un regreso al origen. Cada nuevo Bond cuenta con la ventaja de tomar como referencia, por acción u omisión, lo que hicieron y dejaron como legado sus predecesores. Hacia adelante, Bond es un modelo para armar. Y la historia tiene mucho para decir sobre un retrato que nunca es definitivo.
Los Bond y sus sellos
Sean Connery empezó a escribir la historia como un caballero inglés decidido, viril y muy aguerrido. Un hombre fiel a lo que imaginó Fleming desde el papel: alguien dispuesto a cumplir su misión como espía y agente secreto sin el mejor complejo mientras se dispone a disfrutar de lo mejor de la vida, sobre todo en materia de placer. El Bond de Craig tomó el primer factor y desdeñó el segundo.
George Lazenby es el ejemplo fallido de una segunda búsqueda, la de un héroe con marcado espíritu patriótico y rostro humano, expresado a través de las vicisitudes de una historia de amor que concluye en tragedia. También hay huellas visibles de este comportamiento en el Bond encarnado por Craig.
Tras el fracaso de Lazenby (protagonista de una única aventura, la de Al servicio secreto de su Majestad) y el regreso fugaz de Connery en Los diamantes son eternos llegó la etapa de Roger Moore, el Bond más divertido de la historia, que en cada nueva película se volvía más y más autoparódico. El Bond de Craig puede ser tan cínico y elegante como el de Moore, pero no tiene una pizca de aquel humor y está más lejos aún de la vida de seductor a toda prueba del tercer 007 de la historia. Además, Craig muestra en sus películas que sufre por cada golpe recibido. Todo lo contrario a lo que le pasaba a Moore, a quien las balas y los puñetazos no le hacían ni cosquillas.
Cuando Moore envejecía y ya se acercaba peligrosamente a la caricatura después de ocho apariciones, llegó Timothy Dalton con promesas de intensidad, entereza y otros atributos propios del retrato originario de Fleming, pero nada de eso funcionó y los 25 años de Bond se cumplieron con el temor de que la historia terminara allí. Tuvo que llegar Pierce Brosnan para rescatar a 007 del naufragio y hubo que esperar hasta Craig para ese soñado regreso a las fuentes.
Brosnan fue el Bond más carismático, de un encanto tan fuerte como su riqueza psicológica. Impecable en la percepción de su trabajo y consciente más que cualquier otro 007 de su lugar en el tablero geopolítico. Esa misma autoconciencia, de manera mucho más directa, áspera y brusca, aparecerá con la llegada de Craig, sucesor directo del actor irlandés.
Cuatro años pasaron desde 007: Otro día para morir (2002), la cuarta y última aparición de Brosnan, hasta Casino Royale (2006), el debut de Craig. Todo el tiempo que se tomaron Broccoli, Wilson y su equipo para encontrar al nuevo Bond podría repetirse en esta oportunidad. Es lo que indica la tradición. Del otro lado están las ansiedades, las urgencias y las demandas de este tiempo: la certidumbre de futuro reclama certezas y decisiones rápidas. No puede esperarse demasiado, porque de lo contrario el espacio será ocupado por otros.
Próximos nombres
Los tiempos se aceleran y los nombres que circulan son muchos. A la cabeza de todos los pronósticos siempre aparece Tom Hardy, cuya apariencia de tipo duro y resuelto se aproxima bastante al perfil de Craig. Su carrera en el cine, de paso, registra más apariciones como villano que como héroe.
También se menciona a Henry Cavill, el último Superman, que según todos los indicios estuvo cerca de convertirse en Bond cuando se decidió el reemplazo de Brosnan. Cuenta con la gran ventaja de su edad (37), la misma que tenía Craig cuando fue elegido, lo que le asegura si todo funciona bien un par de décadas como propietario de un personaje que para su último dueño siempre sintió como una jaula de oro. Ese es otro aspecto a tener en cuenta: el riesgo de que un actor se sienta atrapado por un personaje que en vez de satisfacerlo termine haciéndolo sufrir y bloqueando otras posibilidades de crecimiento profesional. Es un riesgo siempre latente.
Hay más nombres. Está Cillian Murphy (el Thomas Shelby de Peaky Blinders), que podría responder a las necesidades de un Bond introspectivo, de personalidad compleja y tendencias agresivas. Además, con sus 44 años respondería a un nuevo Bond, marcado por los efectos el paso del tiempo, un aspecto que también adquiere relevancia, según se anticipa, en Sin tiempo para morir. Y también Sam Heughan, el héroe-galán de Outlander, con una presencia física y escénica muy adecuada y un aire renovador, además de ser escocés como Connery (sería el segundo Bond de la historia con ese origen).
James Norton, Jack Lowden, Richard Madden, Riz Ahmed, Michael Fassbender, Aidan Turner, Tom Holland (el actual Hombre Araña) y Jamie Dornan (50 sombras de Gray) suman algunos puntos menos en las encuestas. Entre todos ellos la sorpresa podría ser una figura que llega desde Marvel y que abriría toda clase de interrogantes y expectativas si llegara a ser designado: Tom Hiddleston, que dejaría el mundo legendario de Loki para entrar en la historia de otro mito mucho más contemporáneo.
Conclusión: cada actor dejó su marca en el personaje, pero Craig logró acopiar lo mejor de cada uno. No será el Bond definitivo, porque la historia todavía se está escribiendo, pero en la suma de aptitudes y en su adecuación a este tiempo no hay manera de superarlo. Se lo va a extrañar mucho.
Mientras tanto, los fans ya empiezan a imaginar a cada uno de los candidatos en momentos icónicos de las películas de 007. La música que inicia cada una (el “James Bond Theme” compuesto por Monty Norman) junto al ojo que sigue a Bond y la pantalla teñida de rojo sangre luego de un par de certeros disparos. El momento en que se acerca a la barra para pedir un Martini agitado (shaken), pero no mezclado (not stirred). La visita al bunker de Q para conocer qué clase de objetos de uso cotidiano esconderán esta vez las armas letales que en algún momento usará contra sus enemigos. Y el momento infaltable en el que se presenta. La hora del “Bond, James Bond”.
¿Cuál será la cara del agente secreto más famoso de la historia en su sexta década de vida cinematográfica? El juego va a empezar en el mismo momento en que termine la película número 25. Apenas aparezca en pantalla esa leyenda que dice “James Bond Will Return”?