El estornino: drama y comedia en un fallido relato sobre personas que tratan de superar la adversidad
La nueva película de Theodore Melfi resulta un paso en falso, pese a contar con un elenco con grandes nombres como Melissa McCarthy, Chris O’Dowd y Kevin Kline
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El estornino (The Starling, Estados Unidos/2021). Dirección: Theodore Melfi. Guion: Matt Harris. Fotografía: Lawrence Sher. Música: Benjamin Wallfisch. Edición: Matt Friedman y Peter Tescher. Elenco: Melissa McCarthy, Chris O’Dowd, Kevin Kline, Timothy Olyphant. Duración: 102 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: regular.
Algunas crónicas periodísticas recientes nos recuerdan que los estorninos son vistos como una plaga en cualquier lugar en el que decidan instalarse. Es un pájaro de tez oscura, tan pequeño como robusto y con un aire muy simpático a primera vista, que por su carácter invasor, su facilidad para reproducirse y su condición de animal omnívoro tiene una especial tendencia a convertirse en invasor y provocar daños irreversibles en cultivos y cosechas.
También mencionan que al volar en bandadas (cuando se agrupan en gran cantidad pueden construir en el aire vistosas coreografías) se convierten también en un enorme peligro para los vuelos y es imprescindible alejarlos de los aeropuertos. En 1960, varios estorninos penetraron en los motores de un avión que despegaba del aeropuerto de Boston y provocaron una falla que terminó con la nave estrellada y un saldo de 62 muertos.
Con semejantes antecedentes solo es posible entender como un chiste de humor negro la alusión constante a este pájaro que empieza en el título mismo de la película y prosigue a través de los padecimientos que un ejemplar de esta especie construido digitalmente provoca en la humanidad de Lilly Maynard (Melissa McCarthy). Ella trata a su manera de superar una pérdida irreversible tratando de recomponerse entre su trabajo como repositora en un supermercado y su vida en una casa con una pequeña huerta. Peor la pasa su esposo Jack (Chris O’Dowd), alojado a tiempo completo en un centro de salud mental.
El duro camino hacia la superación del dolor que tratan de llevar adelante como pueden los Maynard adquiere en esta película una extraña forma narrativa. Es una mezcla entre el típico drama humano “inspirador” (tan característico del cine de vertiente cristiana) y una comedia que apuesta claramente al absurdo en los remates de cada situación.
El resultado es raro, en el más negativo sentido del término. Más avanza la historia y más empalagosa se torna, en buena medida por culpa de una música incidental enfática y tan invasiva como los propios estorninos. Como si no alcanzaran la imagen y las palabras para sensibilizar. Por esa misma razón, los momentos de comedia aparentemente pensados como un equilibrio frente a tanto sentimentalismo quedan casi siempre fuera de lugar.
Atrapados entre la contención y el siempre latente riesgo del desborde sentimental, dos excelentes comediantes como McCarthy y O’Dowd quedan casi siempre descolocados. Más todavía lo está el gran Kevin Kline, que recurre a toda su autoridad interpretativa para asumir un papel tan desconcertante como la película misma, el de un veterinario que algún tiempo atrás ejerció la psicología.
El estornino es un paso atrás en la carrera de Melfi, que venía mostrando en sus películas anteriores (especialmente en Talentos ocultos) una genuina sensibilidad.
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