El escuadrón suicida: James Gunn reinventa a los villanos de DC para parodiar al heroísmo norteamericano
El director de Guardianes de la Galaxia elude el fracaso de su predecesora y pisa el acelerador si dejar atrás el alma y la personalidad de este grupo de outsiders
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El escuadrón suicida (The Suicide Squad, Estados Unidos, 2021). Guion y dirección: James Gunn. Fotografía: Henry Braham. Montaje: Fred Raskin, Christian Wagner. Música: John Murphy. Elenco: Margot Robbie, Idris Elba, Viola Davis, Joel Kinnaman, John Cena, Daniela Melchior, David Dastmalchian, Sylvester Stallone, Alice Braga, Juan Diego Botto. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 132 minutos. Calificación: Apta mayores de 16 años con reservas. Nuestra opinión: muy buena.
El desembarco de James Gunn (Guardianes de la galaxia) al mando de la nueva El escuadrón suicida no solo reinventa la enérgica violencia de esos inadaptados al ritmo del pop y el ralenti más cool, sino que ensaya un humor astuto, irreverente desde una mirada más adulta y con la pizca justa de sátira política que exige el mundo contemporáneo. Gunn recupera el oportunismo de aquel Woody Allen de Bananas (1971), que burlaba la geopolítica de Nixon en sintonía con su caída en desgracia, y consigue hacer el mejor entretenimiento con la parodia del heroísmo norteamericano, teñida de gore y sin el exceso de CGI de su predecesora, pero sobre todo aceptando el tono menor de la saga en la galería seria de la factoría DC.
En 2016, la inaugural Escuadrón suicida de David Ayer nacía del luto por el dúo Superman-Batman y asumía el cinismo admonitorio de la agente Waller (Viola Davis) como clave, mientras naufragaba en la pobre mitología de sus héroes, expuesta como esa charla de preparación de la que tanto se quejaba Deadshot (Will Smith), y convertida en un show de brujas digitales, yuppies devenidos en dioses y una serie de villanos de salón. Gunn barre con todo ello, prescinde de la presentación de sus nuevos antihéroes y se zambulle de lleno en la acción con una lógica desenfrenada, que explota al máximo los baños de sangre, la ironía en los juegos temporales y el camino disparatado hacia la máxima conflagración del final.
El escuadrón suicida es, además, una historia de padres e hijos. Siguiendo la fórmula del cine de los 40 que consiguió profundidad estética y complejidad psicológica a fuerza de integrar los hallazgos del psicoanálisis a la dramaturgia de los géneros, Gunn consigue arraigar la epopeya de sus personajes en la tragedia de la infancia. La relación de Bloodsport (Idris Elba) con su hija, la gestación del poder de Ratcatcher II (Daniela Melchior) en el recuerdo de su padre y el Edipo vengativo de Polka-Dot Man (David Dastmalchian) son algo más que el pie para un momento emotivo o un gag cronometrado, representan la esencia de ese mundo cuyas raíces siempre remiten al origen.
Gunn retuerce sin miramientos todas las previsiones de su universo, se libera de las exigencias de la secuela –de hecho dinamita literalmente esa herencia- y pisa el acelerador sin perder el alma de sus personajes; algunos por demás autoconscientes –como la Harley Quinn de Margot Robbie, convertida en ícono al son de “Just A Gigolo”–, otros trasparentes en sus emociones, todos nacidos del artificio del cómic pero habitados por sus propias historias.
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