Por qué hay que ver Parasite, la película que puede abrir una grieta en Hollywood
En el cine coreano es uno de los más prolíficos y exitosos del mundo. Sus películas van desde lo más autoral hasta incursiones tan comerciales como sorprendentes en los más diversos géneros. Sin embargo, hasta ahora nunca había conseguido llamar la atención de los votantes de la Academia de Hollywood. Esa sequía (¿injusticia?) terminó hace unas horas gracias a quien probablemente sea el director coreano más importante de los últimos veinte años: Bong Joon-ho.
Y estamos hablando de un país que ha dado magistrales realizadores (todos vigentes) de la talla de Lee Chang-dong, Park Chan-wook y Hong Sang-soo, entre varios otros. Y no fue solo una sino que terminaron siendo nada menos que seis las nominaciones a los premios Oscar que su séptimo largometraje, la provocadora comedia negra Parasite, que se estrena el jueves próximo en la Argentina, consiguió esta semana: Mejor Película Internacional (donde competirá, por ejemplo, contra Dolor y gloria, del español Pedro Almodóvar), Dirección (donde tendrá como rivales a Martin Scorsese, Quentin Tarantino, Todd Phillips y Sam Mendes), Guion Original, Edición, Diseño de Producción y -la más importante de todas- Mejor Película.
Tras construir una brillante carrera con inquietantes y fascinantes films como Perro que ladra no muerde (2000), Memorias de un asesino (2003), The Host (2006), Madre (2009), Snowpiercer (2013) y Okja (2017), Bong Joon-ho dio el gran salto con Parasite, una inclasificable, disruptiva e impactante sátira sobre la lucha de clases; una tragicomedia que trascendió las barreras idiomáticas, geográficas y culturales para convertirse en un fenómeno de crítica y público pocas veces visto.
Desde su estreno mundial en el último Festival de Cannes (donde ganó la consagratoria Palma de Oro), Parasite no paró de recibir reconocimientos y de batir récords de recaudación que parecían intocables en los distintos mercados (lleva recaudados 135 millones de dólares en todo el mundo y sigue sumando). La Argentina será uno de los últimos países en los que tendrá su estreno comercial, pero justo a tiempo para que el público local la disfrute antes de la gran noche de los Oscar del domingo 9 de febrero.
¿Será, como varios auguran, la sorpresa de la 92ª edición? Difícil que se le escape la estatuilla a Mejor Película Internacional, pero unos cuantos analistas le otorgan serias chances de conseguir también algunos de los premios mayores.
Parasite -fábula que enfrenta a una familia pobre y otra rica con derivaciones y alcances insospechables- puede ser vista como una sumatoria y una síntesis de las distintas obsesiones de Bong Joon-ho, un guionista y director que suele abordar las miserias familiares, la paranoia social, la crisis del capitalismo y dotar a sus historias de potentes alegorías políticas. La máxima de León Tolstói, "Pinta tu aldea y pintarás el mundo" es perfecta para definir a un film inspirado en un caso real que conmovió a los surcoreanos, pero que parece haber impactado con similar fuerza en los espectadores del resto del mundo.
¿Pero quién es realmente Bong Joon-ho, el hombre del momento, el director de moda? Se trata de un observador implacable, un guionista punzante y un narrador de un virtuosismo apabullante. A los 50 años, es uno de los realizadores más exitosos de la historia en su país (Parasite, The Host y Snowpiercer superaron los ¡diez millones! de espectadores cada una), ya es un "abonado" a Cannes (la Palma de Oro lo ubicó en un pedestal reservado solo a los grandes autores del cine contemporáneo), ha trabajado para Netflix (Okja es un film original del gigante del streaming), tiene una proyección internacional sin techo (en Snowpiercer ya se dio el gusto de rodar con Chris Evans, Tilda Swinton, Ed Harris, John Hurt, Jamie Bell, Octavia Spencer, Ewen Bremner y Alison Pill, mientras que en Okja lo hizo otra vez con Swinton, Giancarlo Esposito, Jake Gyllenhaal, Shirley Henderson, Paul Dano y Lily Collins) y en este momento le llueven ofertas y propuestas.
En este sentido, su horizonte ya no parece ser solo el cine, sino que apunta a tener también un lugar privilegiado en esta era dorada de las series y el creciente boom del streaming: en marzo se producirá en el marco del Festival SXSW de Austin el estreno de Snowpiercer (TNT), cuyo showrunner es Graeme Manson (Bong Joon-ho figura como uno de los productores ejecutivos de los diez episodios) y con Jennifer Connelly como protagonista; mientras que hace pocos días se anunció que trabajará personalmente con HBO en una versión de Parasite en formato de serie limitada.
Hombre inteligente y gentil (muchos asistentes recuerdan su proverbial generosidad cuando estuvo como integrante del jurado oficial en el Festival de Mar del Plata de 2013), Bong Joon-ho no es por eso un artista complaciente.
Embarcado en una suerte de cruzada cinéfila, aprovecha cada entrevista, cada aparición pública, cada discurso en una entrega de premios para lanzar un mensaje destinado sobre todo a los espectadores angloparlantes: es tiempo de que dejen su comodidad de lado, que empiecen a leer subtítulos y se abran así al cine del resto del mundo. Como invitado de lujo (pero invitado al fin) a esa (auto) celebración de Hollywood que son los Oscar, asegura que esa comunidad debe abandonar su provincianismo, dejar de mirarse siempre el ombligo y convertirse en serio en un evento que tenga en cuenta a la producción artística de todo el mundo (y no solo en la categoría de Película Internacional).
LA NACION estuvo con Bong Joon-ho en un encuentro que mantuvo con algunos enviados de la prensa internacional en el marco del último Festival de Cannes y, consultado por su pasión por los géneros, indicó: "Siempre me interesaron sus códigos y guiños, pero los uso como disparadores, como puntos de partida para mis historias, que apuntan a repensar lo que está pasando a nivel social. Memorias de un asesino tiene todos los elementos del policial; The Host es claramente una película de monstruos y Parasite ha sido definida como una tragicomedia familiar, pero también como un thriller horrorífico, una sátira muy negra y en varios sentidos yo la veo como un drama humano con un trasfondo muy realista".
A la hora de definir su búsqueda principal, el objetivo central y la esencia de su cine, este brillante artista coreano no duda: "Sorprender, ir siempre contra las expectativas lógicas y habituales que pueda tener el público. En este caso, trabajé sobre la polarización, sobre los extremos (una familia que se ha ido degradando hasta caer en la clase más baja y otra de nuevos ricos, arrogantes y con todo el esnobismo de la élite urbana moderna. En situaciones normales estos dos mundos jamás se tocarían, pero aquí se ven forzados a cohabitar de algun manera y describo qué ocurre cuando se cruzan líneas que en general nadie atraviesa. Parasite habla sobre la pauperización de unos, del cinismo y el ejercicio del poder de otros; sobre los que quieren recuperar lo perdido y sobre quienes no aceptan ceder nada de sus privilegios, sobre las castas, las jerarquías de clases que se pretenden sostener de generación en generación. Es un retrato sobre las inequidades de una sociedad capitalista que -aunque en la superficie cotidiana sean difíciles de ver- empiezan a mostrar sus miserias, sus fisuras y sus inevitables erupciones muchas veces violentas. En este sentido, aunque en principio puedan parecer historias muy disímiles, creo que Parasite complementa y profundiza muchas cuestiones que vengo abordando desde Snowpiercer y Okja".
En una entrevista más reciente con el diario The New York Times, se mostró sorprendido y sobrepasado, pero obviamente orgulloso y agradecido, por los múltiples halagos y elogios de las últimas semanas y por el fenómeno comercial de Parasite. Además, tuvo la delicadeza de reconocerse dentro de la rica tradición y la larga historia del cine coreano y, más puntualmente, como heredero de todo aquello que sembraron en los últimos años colegas como Park Chan-wook y Lee Chang-dong.
"Nunca esperamos un fenómeno global de estas dimensiones. Concebí Parasite por los aspectos controvertidos que tenía la historia y siempre me preocupó cómo serían recibidos por el público en todo el mundo. Estoy muy feliz de ver que los espectadores aceptaron los desafíos que propusimos", dijo. Y agregó: "Con mis películas quiero que la gente quede cautivada física y emocionalmente mientras las ven. Quiero que sean absorbidos por la trama. Quiero agarrarlos por el cuello y sacudirlos. Y que luego, después de dos horas, puedan irse a sus casas, ducharse y acostarse en la cama; y recién en ese momento se sientan golpeados por todos los aspectos intelectuales y los mensajes polémicos que el film tiene para ofrecer, que se obsesionen con lo que la película intenta decir y no puedan dejar de pensar en ello. Ese es el tipo de experiencia que quiero proporcionar al público".
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