El diablo viste a la moda cumple diez años y sus protagonistas revelan seis secretos de su rodaje
Recuerdos del exitoso film de Meryl Streep que podría nunca haberse hecho
En su edición más reciente, la revista especializada Variety realizó un reportaje especial para celebrar el décimo aniversario de El diablo viste a la moda, la exitosa película protagonizada por Meryl Streep y Anne Hathaway adaptada de la novela The Devils Wears Prada que repasaba, con la ayuda de la ficción, los años que pasó su autora, Lauren Weisberger, como asistente de la temible editora de la revista Vogue, Anna Wintour. En la nota, además de recordar que la película había sido pensada como la opción más modesta y para "chicas" de la esperada Superman regresa, la película pochoclera más prometedora del verano estival de 2006 y que terminó superándola, sus propios protagonistas revelan algunos divertidos secretos del film.
Meryl Streep vale doble. Aunque todos estamos de acuerdo en que sin Meryl Streep la película no sería lo que es y que nadie más que ella podía interpretar a la exigente Miranda Priestley, lo cierto es que lo productores del film estuvieron a punto de perder a su estrella. Según contó Streep, desde el momento en que leyó el guión supo que la película sería un éxito y aunque ella siempre había evitado negociar el dinero que le pagaban por sus papeles ésta vez se puso firme y exigió que merecía más que la suma "casi insultante" que pretendían pagarle. Al día siguiente le ofrecieron el doble, aceptó el trabajo y descubrió que "a los 55 años acababa de aprender, muy tarde, como negociar un trato a mi favor".
Todo gracias a Rachel McAdams. Los productores se desesperaban por tenerla y ella no hacía más que decirles que no. Luego de protagonizar Diario de una pasión, Rachel McAdams era la actriz joven que todos querían para sus proyectos pero ella estaba decidida a evitar películas de perfil tan alto y por eso rechazó varias veces el papel de Andy Sachs, la graduada universitaria con aspiraciones de periodista seria y poco interés por las revistas de moda. Y su negativa fue una bendición para Anne Hathaway, que aunque no tuvo que probarse para el papel, sí se tuvo que armar de paciencia para esperar a que los productores que intentaban convencer a McAdams se cansaran y la contrataran a ella, su segunda opción.
Más tropiezos que éxitos. El proceso de realizar una película suele estar repleto de inconvenientes que luego, si hay suerte, no se reflejarán en la pantalla. En el caso de El diablo viste a la moda, aunque la historia transcurriera en un mundo de lujo y excesos, lo cierto es que el presupuesto con el que contaba David Frankel, su director, era bastante modesto. Tanto que la producción no pudo conseguir los permisos para rodar en el MoMa ni en Bryant Park, dos locaciones fundamentales para el mundo de la moda neoyorquina y hasta tres días antes de empezar el rodaje no conseguían encontrar al actor que interpretara a Nigel, la mano derecha de Miranda que terminaría interpretando por Stanley Tucci.
Miranda Priestly de Eastwood. Uno de los elementos que hacen inolvidable la actuación de Streep es la voz que eligió para construir a su criatura. Demandante, tiránica y despiadada, todos suponían que la editora tendría una voz estridente y de volumen elevado. Sin embargo, la actriz decidió ir hacia el extremo opuesto y susurrar cada uno de sus parlamentos. Muchos pensaban que estaba imitando a Wintour, pero para la nota aniversario ella se ocupó de aclarar la verdad detrás de su inspiración. "Es la voz de Clint Eastwood. Él nunca, jamás, eleva su voz y todo el mundo se tiene que inclinar para escucharlo y así, automáticamente, se transforma en la persona más poderosa de la habitación", contó Streep sobre su director y compañero de elenco en la brillante Los puentes de Madison.
Jeans y zapatillas. Después de realizar un casting de más de cien actrices para el papel de Emily, la asistente principal de Miranda, Frankel estaba desesperado. Hasta que se cruzó por su escritorio la grabación de Emily Blunt que un agente había tomando cuando la actriz ya tenía un pie en el avión para volver de Hollywood a su Londres natal. El director quedó fascinado y no sólo cambió el personaje para que fuera británica en lugar de norteamericana, como en el libro, sino que hasta esperó que otro proyecto que tenía Blunt en la mira finalmente no se concretara. Así, la llamó a Londres para avisarle que para él era la elegida para el papel pero que los ejecutivos del estudio querían verla con vestuario más apropiado que los jeans y las ojotas que usó en el video.
París quedaba demasiado lejos. Ya con el rodaje en marcha y todos los actores disfrutando del trabajo, el director seguía sufriendo porque los productores se negaban a autorizar la filmación de las escenas en París, fundamentales para el desenlace de la historia. Sin embargo, hacia la mitad de la filmación en Nueva York las cosas iban muy bien y un editor armó un adelanto tan entretenido para los ejecutivos del estudio que finalmente dieron el visto bueno para que Hathaway y Simon Baker (que interpreta al seductor Nick) filmaran en París. Lamentablemente, el aumento del presupuesto no alcanzó para que Streep los acompañara.
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