Esta producción protagonizada por George C. Scott cumple 50 años de su estreno; los obstáculos que enfrentó antes y después de su rodaje dan cuenta del complicado camino que atravesó y que tal vez hubiera sido mejor abandonar el proyecto
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La síntesis que puede hilvanarse para referir el cincuentenario de una película que nadie desea recordar podría ser: George C. Scott después de interpretar a Patton; Georges Delerue después de musicalizar Jules et Jim; Robert Merle después de ganar el prestigioso premio Goncourt, y Buck Henry después de crear al El súper agente 86 en una amalgama de nombres que incluye a Mike Nichols, Sharon Tate, Roman Polanski y... delfines. Todo eso convierte a su aniversario en el resultado fallido que nadie desea celebrar, en el desenlace de un escenario de terror que nadie desea recordar y en una película que, de tanto insistir, finalmente existió aunque eso no haya terminado siendo la mejor idea.
Quienes suscriben al pensamiento de que el tiempo se encarga de poner las cosas en su lugar también reconocerán que incluso genera admiradores para obras originariamente subvaluadas y seguramente se conozca hoy a quienes reivindiquen a El día del delfín que Mike Nichols rodó luego de la infinita fama que le habían brindado ¿Quién le teme a Virginia Woolf? y El Graduado, pero jamás sospechó que filmaría y mucho menos que sería celebrada hoy por sus valores ecologistas y su trama extravagante. Pero allí donde el argumento de la realización muy libremente basada en Un animal doué de raison, de Merle, comenzaba con un científico que junto a su esposa entrenan delfines para que se comuniquen con los seres humanos era, en rigor, la continuación de un prólogo extracinematográfico que incluyó una trama macabra surgida de la vida real.
El 8 de agosto de 1969 Jay Sebring, Voytek Frykowski, Abigail Folger y Sharon Tate eran brutalmente asesinados en la casa que esta última compartía con Roman Polanski en Los Ángeles cuando estaba a pocas semanas de dar a luz al hijo que tendrían ambos. El Clan Manson se había ensañado salvajemente con todos ellos en una orgía de violencia que desconcertó a los investigadores y llevó a Polanski a vivir en una paranoia que duró hasta la resolución del caso. ¿Por qué no estaba Roman Polanski esa fatídica noche en la casa que fue escenario del horror? Se había retrasado su regreso desde Londres y así se lo había comentado por teléfono a Sharon Tate en esas instancias insospechadamente finales, cuando estaba abocado a su próximo proyecto cinematográfico: El día del delfín. Polanski abandonó el proyecto al regresar de urgencia para asistir a una de las escenas más trágicas de la historia de la Meca del Cine y así la producción de United Artists quedó vacante.
Pero Hollywood a la vez que buscaba reinventarse intentaba repetir el extraordinario suceso que conquistó Stanley Kubrick con 2001: odisea del espacio y así aparecieron varios títulos que reflexionaban sobre cómo la ciencia podía torcer el curso del ser humano e introducirlo rumbo a lo desconocido. Había otros temas en el candelero como la mirada a la ecología que también se mostraba con películas como La última esperanza (Boris Sagal); Edicto: prohibido procrear (Michael Crichton), Cuando el destino nos alcance (Richard Fleischer) o Rollerball (Norman Jewison). Pero también la política era un hervidero con tres hechos fundamentales en los Estados Unidos durante el decenio que va desde 1963 a 1973 como el asesinato de Kennedy, la guerra de Vietnam y el Watergate. Franklin Schaffner intentó quedarse con el proyecto pero su deseo no prosperó y así fue como United Artists puso sus ojos en Mike Nichols y depositó en sus manos un guion en el cual Buck Henry resumió todo el pulso de la opinión pública para mezclar ciencia ficción, ecología y política pero cambió principalmente la mirada a la Guerra Fría que era un elemento fundamental en el libro original de Merle y lo trasladó a un thriller político con delfines parlanchines (en prolijo inglés, claro), que son secuestrados para colocar una bomba y volar el yate del presidente norteamericano. Así de rocambolesca era la historia que podía haber pertenecido a un capítulo de su inefable El súper agente 86 pero que era firmada por un nombre hasta entonces intocable y exitoso de la gran industria de Hollywood que enfrentó las complejidades de un rodaje lejos de los grandes sets de filmación y en los escenarios naturales de las islas Ábaco, en Bahamas, donde cuenta la leyenda que los delfines protagonistas (que personificaron a Alpha y Beta en la historia), en el penúltimo día de filmación se escaparon y nunca regresaron.
A su estreno, en diciembre de 1973 en Nueva York, El día del delfín no convenció ni al público ni a la prensa especializada. Fue un rotundo fracaso. Roger Ebert sintetizó en una demoledora crítica: “Mike Nichols viaja con su propio estilo y se esfuerza tanto por no ser un thriller de ciencia ficción convencional que, por desgracia, no logra ser nada”. Vincent Canby en The New York Times se preguntaba: “¿Cómo puede un actor como George C. Scott interpretar una escena dramática con un delfín? No importa lo que haga, el delfín está destinado a despojarlo”. Mike Nichols quedó tan decepcionado con el resultado de El día del delfín y su siguiente película The fortune que continuó su trayectoria entre proyectos teatrales y televisivos para volver recién en la década del ochenta a la pantalla grande para entregar títulos de impacto como Silkwood (1983), Secretaria Ejecutiva (1988) o Closer (2004).
Ya sea por su insólito argumento, su originalidad sin timideces, o las grandes firmas que construyeron aquel fracaso, El día del delfín quedó particularmente anclada en el imaginario estadounidense y se permitió volver con ímpetu desde Los Simpson hasta Guillermo del Toro, cuando la incluyó como referencia al ser acusado de plagio por el dramaturgo Paul Zindel, que lo culpó de haber copiado su obra Let me hear you whisper, de 1969: “El elemento de un animal liberado se puede encontrar en cualquier cosa desde Project X hasta Un, dos, tres... Splash, pasando por Nacida libre y ¡Liberen a Willy!, pasando por Starman, hasta un episodio de ¡Oye, Arnold! o Los Simpson. Podría seguir y seguir. También podría incluir The Day of the Dolphin, que de hecho fue escrito dos años antes de la obra. No es un elemento de diagrama innovador. Y la belleza de esta película no se reduce a un elemento de la trama de una obra de teatro”, señalaba Del Toro en su defensa y poniendo de relieve a aquella película surgida casi por accidente, pero que quedó como uno de los grandes fracasos de un director consagrado pero también como sinónimo de algo inexplicable por parte de la cultura popular que la devuelve siempre a la superficie.
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