La recordada película de David Fincher es un producto anti sistema creado sorpresivamente en el núcleo de una poderosa industria que, por un momento, se atrevió a mostrarse cínica y descarnada
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Cuando la cúpula de FOX vio el resultado final de El club de la pelea, hubo varios directivos que se agarraron la cabeza. La película no era peligrosa por su desfile de violencia (que a fin de cuentas, ni siquiera era tanto), sino más bien por su discurso de barricada, que chocaba de frente contra la lógica consumista de una industria como la establecida en Hollywood. Sin embargo, el director David Fincher se mantuvo firme en su visión de una historia encantadoramente incendiaria. Y aún vista hoy en día, El club de la pelea es un salvaje manual de autoayuda para sobrevivir en los tiempos que corren.
Lejos de Joe Black
Publicada en 1996, la novela El club de la pelea de Chuck Palahniuk era un fenómeno de culto, un libro que heredaba cierto espíritu del escritor Bret Easton Ellis y que retrataba de manera feroz las miserias ocultas que atravesaban a un sector de la sociedad. La idea de un grupo de hombres que se reúnen a molerse a golpes como forma de encontrarle sentido a una alienante rutina de trabajos grises, apareció en la mente del escritor cuando, luego de recibir una golpiza, descubrió que nadie le preguntaba cómo había obtenido los brutales moretones asentados en su rostro. Palahniuk consideraba que ahí se encontraba el germen de un desinterés entre las personas por conectar en un nivel que fuera más allá del cotidiano “¿todo bien?”, y desde ese eje empezó a escribir su novela.
Cuando la leyó por primera vez, el productor Raymond Bongiovanni confió en que El club de la pelea podía ser la materia prima para una gran película, y eso le dijo a Laura Ziskin, responsable de la división FOX 2000. Inicialmente ella rechazó la idea, asegurando que la novela era “extremadamente perturbadora, incendiaria y peligrosa”, y que el público se iba a “retorcer” ante ese material. Pero a pesar de recibir ese veredicto, Bongiovanni logró persuadir a Ziskin, quien más por agotamiento que por convicción, le dio luz verde al proyecto sin saber el baile que le esperaba.
El primer elegido para dirigir el film, fue Peter Jackson, que rechazó la oferta porque estaba sumergido en el extenuante trabajo que le implicaba El señor de los anillos. Luego lo llamaron a Brian Singer, pero también lo rechazó. La siguiente opción fue Danny Boyle, cuyo nervio cinematográfico había hecho de Trainspotting un áspero retrato generacional. Sin embargo, Boyle prefirió focalizarse en un largometraje titulado La playa (dicho sea de paso, otro título maldito nacido en el seno del mainstream). Y así apareció en escena David Fincher, que ya había intentado comprar los derechos de la novela de Palahniuk. Y aunque el director dudó en aceptar la oferta, preocupado porque los productores quisieran suavizar su contenido, finalmente aceptó el trabajo.
La elección de Brad Pitt al frente de film fue resultado de un extenso tira y afloje. Un productor insistía con que Russell Crowe (un desconocido en ese momento) era ideal para el papel, pero Fincher prefería a un nombre de mayor peso, y así surgió Pitt. Brad atravesaba una pequeña crisis luego del fracaso que había sido ¿Conoces a Joe Black?. La atípica historia romántica estuvo lejos de ser un éxito, y el actor quería un proyecto que le permitiera renovar esa deslucida imagen de galán. Entonces Fincher, que lo había dirigido en Pecados capitales, llevó a Pitt a tomar algo y lo convenció que El club de la pelea le iba a dar ese cambio de imagen que tanto buscaba.
Con respecto al rol central, ese hombre anónimo que conduce la historia, Matt Damon y Sean Penn eran las opciones que sonaban con más fuerza, pero Fincher insistió con Edward Norton. Por otra parte, el rol de Marla era un verdadero espanta actrices. Ella era una mujer que sobrepasaba todos los límites, y que debía ponerle el cuerpo a escenas y líneas de diálogo verdaderamente salvajes. Courtney Love, Winona Ryder, Sarah Michelle Gellar y Reese Witherspoon fueron consideradas para el papel, que finalmente cayó en manos de Helena Bonham Carter. Poco tiempo después, y para construir el aspecto roto de Marla, Bonham Carter confesó que se había inspirado en los últimos años de Judy Garland, una declaración muy a tono con la vocación provocadora de la película.
El único capricho que Fincher no se pudo dar fue convencer a los integrantes de Coldplay de musicalizar su película, al tiempo que Thom Yorke se negó por el cansancio que le supuso la gira promocional de Ok Computer junto a Radiohead. Con el guion terminado, el elenco confirmado y un presupuesto de cincuenta millones de dólares (de los cuales, 17.5 componían el cachet de Pitt, y 2.5 millones el de Norton), Fincher comenzó a filmar su nihilista retrato de los yuppies al borde de los dos mil.
Una química violenta
Para alegría del realizador, Pitt y Norton congeniaron inmediatamente. El compromiso de ambos con el proyecto era total, y para darle convicción a sus peleas, los dos tomaron clases de boxeo, taekwondo, e incluso lecciones de artes marciales mixtas. Norton se sometió a una dieta extrema para subrayar el aspecto demacrado de su personaje, mientras que Pitt trabajó su físico para mostrarse a tono con las luchas de Tyler Durden.
Ellos, que pasaban mucho tiempo juntos, descubrieron que odiaban las mismas cosas (como cierto modelo de auto, que se dieron el lujo de destruir en escena), y procuraban darle toda la verdad posible a sus combates. De hecho, en la escena de su primera pelea, Fincher lo convenció a Norton para que realmente golpeara a Pitt en el oído, con el objetivo de provocarle una mayor irritabilidad a su coprotagonista. Y así fue, y en la película el quejido de Brad es genuino, ante un Norton que en pantalla disimula una mueca burlona.
A pesar de que Fincher consideraba que el rodaje iba sobre ruedas, pronto recibió varios llamados de atención por parte de FOX. Cuando el presupuesto comenzó a inflarse, y de 50 millones pautados el número ascendió a 65 millones estimados, Fincher se enfrentó a los productores y se negó filmar por un valor inferior a ese. Por otra parte, desde FOX veían con preocupación el contenido una trama violenta, con un evidente mensaje de barricada. Constantemente le pedían al director que suavizara los diálogos, pero él se negaba.
La gota que rebalsó el vaso fue una escena en la que después de tener sexo con Tyler, Marla exclama: “Quiero tener tu aborto”. Para la responsable de FOX 2000, Laura Ziskin, eso era inadmisible, y exigió que cambiaran esa frase. Fincher aceptó el pedido, pero el disgusto de Ziskin fue mayor cuando la nueva cita de Marla fue: “No me habían revolcado así desde que estaba en primaria”. La única escena que el realizador prefirió no filmar fue una en la que el protagonista explicaba cómo fabricar una bomba casera, por temor a dar ideas indebidas a la audiencia.
Un éxito demorado
El club de la pelea tuvo su debut el 10 de septiembre de 1999 en el Festival de Cine de Venecia. El público reaccionó de forma tibia, frente a un Pitt y Norton que estallaron a carcajadas durante toda la proyección. El anecdotario alrededor de la premiere del film cuenta incluso que hubo personas ofendidas que se retiraron a mitad de la función, cuando escucharon la polémica frase de Marla. Norton contó en una entrevista, que Pitt estaba eufórico con el resultado final, y que llegó a decirle “esta es la mejor película en la que estuve”. Pero era innegable que el largometraje parecía un suicidio comercial, y por ese motivo, FOX montó una muy campaña de promoción que escondía el verdadero espíritu del film.
Fincher estaba muy molesto: los avances armados desde FOX ponían el acento solo en la violencia, como si El club de la pelea fuera una película de acción sin ningún tipo de contenido. Y aunque el estudio había barrido con la lectura ideológica de la trama, igualmente la campaña no funcionó y, cuando el largometraje se estrenó en octubre de 1999, la taquilla fue muy magra. Sin embargo, eso no evitó que, tal como sucedía en la historia, los fans de El club de la pelea estuvieran ahí, escondidos a la vista de todo el mundo, compartiendo su entusiasmo por la película como si fuera un código solo para entendidos.
El mensaje había llegado y, poco a poco (especialmente en su posterior estreno en DVD), el largometraje se convirtió en un fenómeno de culto. Sus seguidores repetían incansablemente varias de las líneas del film, y en uno de los casos más peligrosos de fanatismo, un joven de 17 años incendió un café en Manhattan, afirmando así le daba inicio a su “Proyecto Mayhem” (nombre que recibe la revolución orquestada por el personaje de Norton).
En una entrevista, el escritor Chuck Palahniuk opinó que el film había mejorado a su libro. No es un elogio menor. Pero es que El club de la pelea fue una película clave para una camada de cinéfilos que empatizaron con esa representación sobre el hartazgo de una sociedad atravesada por el consumo de bienes efímeros. El hombre sin nombre que encarna Norton personifica ese agotamiento y esa necesidad por sentirse vivo a través de la violencia, de escupir sangre y tener los ojos en compota, resignificar la grasa e incluso desconfiar del sexo como fuente de placer. Y ese final inesperado, que el propio Palahniuk confesó que se le ocurrió cuando estaba con más de media novela escrita, le supuso un broche de oro a una de las obras más “anti mainstream” jamás salidas desde el mismo mainstream. Será por eso que, a 25 años del debut de El club de la pelea, Hollywood jamás volvió a ser tan cínico consigo mismo.
El club de la pelea, de David Fincher, está disponible en Netflix y en Star+.
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