El cineasta John McTiernan cree que Hollywood piensa como los esclavistas y que el patriarcado caerá “en 200 años”
El gran autor de acción de los 80 llegó al festival de Mar del Plata para ser homenajeado por clásicos del género como Depredador, Duro de matar y La caza del Octubre Rojo; crítico de la industria que afirma que ha sido “cooptada por los ricos”, se ilusiona con un regreso con una aventura en el espacio
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MAR DEL PLATA.- John McTiernan confiesa que comenzó su recorrido en el mundo del cine por ambición: quería participar del espíritu de su época. Y lo hizo dirigiendo algunas de las películas más emblemáticas del cine de acción de los 80, como Depredador (1987) y Duro de matar (1988). Pero si estas le siguen valiendo hasta el día de hoy fuertes aplausos –como los que recibió el domingo por parte de sus fanáticos en la charla abierta que brindó en el Festival de Cine de Mar del Plata, del cual es uno de los principales invitados- no es solo porque eran entretenidas y estaban protagonizadas por las grandes estrellas del género de la época, como Arnold Schwarzenegger y Bruce Willis (quien, en realidad, se convirtió en un héroe de acción recién a partir de su papel como John McClane).
Si McTiernan sigue generando semejante entusiasmo es porque legiones de cinéfilos detectaron en él a un autor. Un director que no se contentó con plantar la cámara y filmar a dos, tres o cuatro tipos deformándose el cuerpo a golpes sino que puso especial atención a la puesta en escena y a la composición de los planos, llevando el cine de acción a otro nivel. Por no hablar de la originalidad de sus historias (hay que poner a un tipo a enfrentarse ¡descalzo! a una banda de terroristas en un edificio repleto de vidrios que estallan) y el humor siempre presente en sus películas (¿cómo olvidar el momento en el que el alienígena de Depredador se quitaba la máscara y Schwarzenegger exclamaba en el papel de Dutch: “¡Qué hijo de puta más feo!”).
Alejado de la industria desde hace veinte años por, entre otras cosas, un confuso episodio en el que fue acusado de contratar a un detective para espiar a un productor y mentirle luego al FBI al respecto, por lo que cumplió un año en la cárcel, el director estadounidense, quien se confiesa admirador de cineastas como John Ford, Stanley Kubrick, Francois Truffaut y Bernardo Bertolucci dialogó con LA NACION desde Mar del Plata.
-Usted filmó películas de acción en una época en la que el uso del CGI (las imágenes generadas por computadora) no estaba tan extendido ¿Qué cree que ganó o perdió el cine con el CGI?
-Es tan solo una técnica. Las computadoras son apenas una herramienta. Creo que muchas personas todavía no se dieron cuenta de eso. El tema es que no podés hacer una película solo con eso. No sustituye el entretenimiento. Por otro lado, siempre que aparece una nueva herramienta, es como que la gente se obsesiona con ella. El problema es que apenas el público se da cuenta de que se trata de un efecto generado por computadora, es como que desconecta, porque se da cuenta de que no es real. Yo también usé computadoras para crear efectos especiales, pero lo escondí de forma de que nadie se diera cuenta. Como en Duro de matar 3 – La venganza, donde hay varios “casi” accidentes de autos. La mayoría de las cosas que se veían en la imagen eran reales, y quizá había un auto que salía de algún lado que no, que estaba generado por computadora. Pero para el público se veía real, y eso hacía que se lo creyera.
-Es decir que el problema no es el CGI, sino cómo se lo usa.
-Sí. Hay gente que no lo sabe usar. Vos podés hacer una película que esté toda generada por computadora y dejárselo en claro al público de entrada, como si se tratara de un libro de cuentos. La podés pasar muy bien leyendo un libro de cuentos y engancharte con eso. Pero si estás tratando de decirle al público que algo es real, y el público sabe que no lo es, lo perdiste. El público no te perdona cuando se da cuenta de que le estás mintiendo.
-En su charla con el público fue muy crítico con el cine de superhéroes de la actualidad. Dijo que se trataba de un cambio que tenía que ver con que los grandes estudios ya no pertenecen a personas que vienen del mundo del cine, sino a los bancos y las grandes corporaciones, y que reemplazar a los personajes de carne y hueso por superhéroes era una forma de volver a poner en primer plano a los poderosos. Lo describió incluso como una contrarrevolución de enorme importancia política.
-El medio más importante de nuestro tiempo ha sido cooptado por los ricos y está sirviendo a los fines de los ricos.
-Pero sin embargo, los superhéroes funcionan. A pesar de que no son humanos como John McClane en Duro de matar, de alguna forma la gente se identifica con ellos.
-¡No, no! Momento: eso es porque se gasta dos o tres veces más en marketing que en hacer la película en sí. De esa forma pueden hacer cualquier cosa y siempre habrá una cantidad considerable de gente diciendo: “¡Oh, qué película fabulosa!”. No les importa el efecto que puede tener una película. No les importa más de lo que le importaba en 1750 al supervisor de una plantación en Georgia lo que se hacía con el algodón que les hacía cosechar a los esclavos negros. A los supervisores que controlan los estudios de cine tampoco les importa una mierda el producto mientras recuperen lo suficiente y se protejan los intereses de los dueños de los estudios.
-Hoy se habla mucho de la representación de los afroamericanos en el cine. Sin embargo, pienso que en sus películas, 30 años atrás, si bien los protagonistas eran blancos, siempre había roles de peso para actores afroamericanos. Como Carl Wheaters y Bill Duke en Depredador, Reginald Vel Johnson en Duro de matar, James Earl Jones en La caza del Octubre Rojo, Frank McRae en El último gran héroe…
-Se trata simplemente de tener un comportamiento decente. Nada se vuelve posible hasta que no se lo imagina. Sí, en La caza del Octubre Rojo hice de James Earl Jones un almirante. En ese momento no había almirantes negros en la Marina de Estados Unidos, nunca los había habido. Sin embargo, desde entonces hubo muchos. Y yo estoy bastante -no sé si la palabra es “orgulloso”, pero sí diría que “contento”- de haber mostrado a un montón jóvenes blancos y rudos diciéndole “¡Sí, señor!” a un hombre negro que era mayor que ellos y que además era su superior. En las mentes de todas las personas que vieron esa escena era perfectamente lógico que un hombre negro tuviera ese puesto. ¿Por qué no habría de tenerlo? Si es tan inteligente como todos los demás. No se trató de nada especial. Es simplemente la manera en que me crié.
-¿Cómo se crió?
- Los familiares de mi padre eran políticos irlandeses. Mi bisabuela era política en el estado de Nueva York cuando Franklin D. Roosevelt era todavía gobernador, aún no era presidente. Ella y las personas que la rodeaban pasaban mucho tiempo yendo a los centros comunitarios polacos, a los clubes sociales italianos y a los centros ucranianos porque en el estado de Nueva York había todo tipo de personas, de muchos lugares distintos. Y el mensaje de ella siempre era: “Miren, estamos todos en la misma. Somos todos pobres, somos los marginados, así que deberíamos darnos cuenta de que tenemos más en común entre nosotros que con los dueños de todo”. Una de las ideas centrales de esto es que las diferencias entre las personas son solo culturales.
-¿Es por eso por lo que, si bien en sus películas hay siempre una subtrama política –la guerrilla latinoamericana en Depredador, el terrorismo urbano alemán en Duro de matar, los rusos en tiempos de la Guerra Fría en La caza del Octubre Rojo-, nunca ridiculiza a los adversarios, algo que era bastante frecuente en el cine de la época?
-Siempre traté de ser consciente de las implicancias políticas de lo que hacía. John Ford le enseñó a toda una generación de hombres, al menos de hombres estadounidenses, cómo se debía comportar un hombre. Cómo debía tratar a las mujeres, cómo comportarse con dignidad y decencia, incluso aunque fuera un tipo duro. Ese fue su legado. En 50 años haciendo películas, ese fue su logro más importante, mucho más que el dinero que pudo haber hecho con esas películas o cualquier otra estupidez.
-Usted dirigió películas como Depredador y Duro de matar que luego se convirtieron en sagas con secuelas que usted no dirigió, salvo Duro de matar 3 ¿Qué siente cuando ve las secuelas dirigidas por otros? ¿Es una sensación parecida a ver crecer a un hijo que decide tomar un camino distinto al que uno soñó para él?
-No, para nada. Pero por algo tampoco las veo.
-¿No? ¿Ninguna?
-Es que es apenas gente copiando. Por eso por lo general tampoco quise hacer las secuelas, porque lo que querían era que hiciera la misma película dos veces. Y, sinceramente, eso me parece una actividad bastante vergonzosa. Si ya hiciste la película no vas a ir a rehacer la misma película solo porque dio mucha plata. Si lo único que te interesa es hacer plata, probablemente estés en la industria equivocada.
-Hay versiones de que está trabajando en un nuevo proyecto llamado Tau Ceti Foxtrot, que combina ciencia ficción con acción y que protagonizaría Uma Thurman. ¿Qué nos puede contar al respecto?
-Tau Ceti Foxtrot es el nombre de un planeta. Espero poder hacerla. Veremos.
-¿Pensó alguna vez en hacer una película de acción protagonizada por una mujer? En El caso Thomas Crown Rene Russo tenía un rol importante, pero no era una película de acción.
-La película es sobre ella. Ella es la heroína, el personaje principal. De hecho se lo aclaré a Pierce (Brosnan) de entrada. Y como Pierce es un buen hombre, lo aceptó sin problemas. Le dije: “La historia es sobre ella. Vos sos la montaña a la que ella tiene que enfrentar”. De hecho el proyecto de Tau Ceti Foxtrot tiene que ver con hacer una película de acción con una mujer. El tema es que, en un punto, hacer una película de acción con una mujer no termina de tener sentido, porque es mezclar dos cosas que no necesariamente pegan. Porque las películas de acción son historias de luchas masculinas. Limitarse a poner a una mujer en el medio de eso está bien, pero no tiene mucho sentido.
-¿Por qué?
-Porque estás tratando de hacer dos cosas al mismo tiempo. Estás tratando de glorificar virtudes masculinas y femeninas al mismo tiempo. Y son diferentes. No estoy diciendo que una cosa sea mejor que la otra, pero son distintas. Perdón que hable de antropología, pero lo cierto es que estamos en medio de un cambio enorme. La religión tiene que ver siempre con la tecnología dominante. Cuando éramos cazadores-recolectores, teníamos dioses mixtos: dioses para la caza, dioses para la recolección. Cuando aprendimos la agricultura, los dioses se volvieron mujeres, porque la agricultura era un misterio femenino. Cuando la agricultura ya no fue un misterio, y hubo alimento suficiente para todos y tratamos de armar sociedades más amplias, se volvió más importante la conquista. Fue ahí cuando apareció la Biblia y Dios se convirtió en un viejo señor enojado. Y de repente había solo un dios. Ahí nace el patriarcado. La Biblia judeocristiana es el documento fundante del patriarcado. Pero antes de eso hubo un matriarcado. Pero no está documentado. Ahora estamos en medio de un cambio histórico que empezó en 1916, en Europa, en la batalla del Somme, cuando 3 millones de hombres murieron sin lograr nada exhibiendo virtudes masculinas. Entonces muchas personas empezaron a decir “Quizá esto no funciona”. El otro clavo en el cajón del patriarcado fue Hiroshima, cuando quedó en claro que la guerra ya no era negocio, que la guerra solo genera muertes y no construye futuro. El patriarcado no funciona. Ahora estamos en eso. Quizá nos lleve 200 años aprender a hacer los cambios.
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