El campo en mí refleja la memoria viva de una sobreviviente del horror del nazismo
Este singular documental se apoya en imágenes de un frondoso archivo familiar para contar la historia de una heroica sobreviviente del horror del nazismo, abuela de la directora
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El campo en mí (Argentina, 2024). Dirección y guión: Tamara Mesri. Fotografía: Tamara Mesri, Mariana Manuel Bellone, Margarita Almirón. Edición: Camila Sassi. Elenco: Luba Alkón de Biegún, Ethel Biegún de Cadoche, Lea Zajac, Margarita Lovera, Paloma Lovera, Tamara Mesri. Duración: 62 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
“El pasado no terminó, ni siquiera es pasado”. Con esa célebre frase del escritor estadounidense William Faulkner empieza este documental apoyado, como muchísimos otros en los últimos años, en un puñado de archivos visuales familiares. Y el mensaje resuena fuerte porque es rigurosamente cierto: mientras sea recordado, el pasado efectivamente se incorpora al presente, está vivo. Suele estar íntimamente asociado a la melancolía, pero también despierta otras sensaciones.
En este caso, el recuerdo lastima porque está relacionado con un trauma: la historia de Luba Alkon de Biegún es la de muchos judíos que sufrieron el Holocausto. Nacida en Polonia en 1927 y fallecida en 2013, Luba fue una sobreviviente heroica del horror nazi: cuando tenía apenas 13 años supo de las miserias de la guerra. Muy pronto vivió la pesadilla de pasar por el gueto de Bialystok y los campos de Treblinka, Majdanek, Auschwitz, Ravensbrück, Neustadt y Glewe, donde finalmente fue liberada por los rusos. Logró mantenerse viva “gracias a la suerte y el destino”, según sus propias palabras.
“Desde que nací escuché las historias de mi abuela”, dice la voz en off de la directora, también fotógrafa y coreógrafa. Unas historias dolorosas pero que, según ella misma admite, le sirvieron para entender a Luba y también la impulsaron a reinterpretarla desde su perspectiva, orientada a revelar la tragedia sin caer en la tentación de la solemnidad.
Hay un humor agudo y a la vez terapéutico en la película que asoma ya desde el inicio y después va reapareciendo en la hora de su metraje de diferentes formas: a partir de las declaraciones de esa señora cargada de templanza que confiesa algunas intimidades hilarantes sin prejuicios o con la combinación de las imágenes sombrías de un campo de concentración y un fondo musical animado por la voz cristalina de The Barry Sisters.
La memoria suele ser difusa, fragmentada, y El campo en mí refleja esa característica a través de su estructura, un patchwork que incluye viejas cintas de VHS, álbumes de fotos familiares y una gama variada de entrevistas, entre otros elementos que van configurando una narración variada, sólida y emotiva.
Como buena parte de los documentales de este tipo, la historia particular es un puente hacia un panorama más general. “Una búsqueda personal, íntima, un intento de transmitir a mis hijas y a su generación las vivencias de una persona cercana y presente en nuestro recuerdo como lo fue mi abuela. Para que el holocausto no sea una página más en los libros de historia y algo de ese linaje continúe en ellas también. Que sea algo palpable y tangible. Personas de carne y hueso vivieron ese horror y las marcas de lo sucedido nos acompañan aún y lo seguirán haciendo. Por lo menos a través de esta película”, dice Tamara, parte de un linaje de mujeres de su familia a las que define como espejo del temperamento de Luba: alegres, aceleradas, verborrágicas, inteligentes, intrépidas, ingeniosas, caraduras, estructuradas, exigentes. De alguna manera, todas sobrevivientes.
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