Escribir las aventuras de Walter White y Jesse Pinkman requería al menos tanta improvisación como las propias correrías de los propios criminales. Ni los narcotraficantes ni los narradores eran buenos para seguir planes al pie de la letra. Gran parte de lo que hizo que Breaking Bad fuera una de las mejores series de televisión de la historia era la manera como tanto el programa como sus personajes principales quedaban entre la espada y la pared, y luego lograban escaparse -en general, con una jugada que incluía una gran explosión-.
El desvío más importante ocurrió temprano. El creador de Breaking Bad Vince Gilligan había asumido que Jesse introduciría a Walt al mundo de la droga, y que luego lo matarían. En su lugar, Aaron Paul demostró ser tan convincente en el rol que Jesse no sólo sobrevivió, sino que, en términos narrativos, llegó a ser tratado como un igual de Walt. Cuando la serie terminó, Walt yacía muerto en el suelo de un laboratorio de metanfetamina, mientras que Jesse estaba vivo y... no exactamente coleando, tras meses de cárcel y torturas, pero al menos libre y camino a un lugar nuevo.
Ahora, Jesse sobrevivió a su mentor, tanto en la narrativa de Breaking Bad como en el universo de Heisenberg que Gilligan y sus amigos construyeron en los años desde la partida de Walt. (Véase también la sorprendente -incluso para el propio Gilligan- precuela, Better Call Saul). La película El Camino: A Breaking Bad Story, escrita y dirigida por Gilligan, provee el cierre que Jesse no había recibido al final del programa original -cuando Walt retomó el dominio de la trama-, al tiempo que demuestra que Paul es más que capaz de sostener una historia en este mundo en el que Jesse es el único protagonista.
Al retomar inmediatamente donde la serie original había dejado a Jesse -alejándose de un destrozado recinto nazi en el vehículo que da título a la película- y recorrer paso a paso los muchos problemas que tiene que resolver para salir vivo de Albuquerque, Gilligan regresó a uno de los principios centrales del programa. Entre las mejores cosas de Breaking Bad estaba su micro-enfoque en la logística pesadillesca del trabajo criminal, algo que muchas historias pasan por alto: deshacerse de cadáveres, establecer redes de distribución, incluso algo tan básico como cómo cargar y usar un revólver. La vida como fugitivo es un dolor de cabeza no menor a estos, y los viajes de Jesse convocan una buena cantidad de viejos conocidos, empezando por su amigo Skinny Pete (Charles Baker), quien se luce en esta extraña ocasión.
El Jesse a que seguimos en El Camino es un criminal más maduro que cuando se hacía llamar Cap’n Cook y cortaba la droga con ají molido, pero tampoco es el genio que era Walt. Gran parte del placer de la película consiste en él cayendo en una trampa tras otra, y salvándose con la tenacidad como su única arma. (Esto incluye varias escenas en las que de hecho tiene un arma, graciosamente). El programa había colocado a Paul en el centro de varios episodios, de modo que no sorprende lo carismático y cautivante que está acá. Pero sigue siendo un lindo recordatorio de por qué se había convertido en una estrella, más allá del placer absoluto con el que decía: "Yeah, bitch!".
Como en el programa original (y en Saul), parte de la acción es atrapante, otra parte es horripilante, y por momentos simplemente hilarante. Y en las mejores partes de El Camino, todo al mismo tiempo. (Te va a arruinar para siempre un clásico de las radios de easy listening, entre otras cosas).
Gilligan también usa la batalla de Jesse por su libertad como un correctivo para el desenlace tan centrado en Walt que tuvo Breaking Bad. Paul está en casi todas las escenas, y Gilligan construye la película de una manera que completa muchos agujeros narrativos y emocionales acerca de períodos en Breaking Bad en los que la historia de Jesse quedaba subordinada a la de Walt. Si la conclusión de BB tuvo un defecto -más allá de la cuestión de si creés que debería haber terminado con Walt huyendo en la van de Ed the Disappearer en "Ozymandias", o si debería haber seguido con él matando a los nazis y rescatando a Jesse en "Felina"- es que Jesse quedó un poco en segundo plano.
Y esa es la justificación para la existencia de la película. El Camino empezó como un corto que Gilligan quería hacer para el décimo aniversario de la serie. Aunque se expandió a un largo, de todos modos se siente como ese regalo a los fans que se suponía que sería, y no como algo esencial para la experiencia mayor de Breaking Bad. Pero cuando tenés a Vince Gilligan operando en la cima de su talento, y tomándose el tiempo para arreglar una de las pocas cosas que su programa no hizo del todo bien, se transforma en un regalo absolutamente entretenido.
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