El largometraje protagonizado por Michael Keaton debió tomar distancia de la versión en tono de comedia de la serie de televisión que protagonizó Adam West; las dudas iniciales, la apuesta por un director casi desconocido y la elección del elenco cargada de incertidumbre
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En 1989, un director prácticamente desconocido tomó a un ícono de la historieta y lo convirtió en el comienzo de una franquicia millonaria. Nadie confiaba en Batman como marca exitosa, pero el film de Tim Burton lo cambió todo. Y ese triunfo, en buena medida, tuvo mucho que ver con Jack Nicholson y su gran interpretación como el Guasón.
El sueño de un joven lector
La historia de Batman comienza con un joven productor llamado Michael Uslan. Él era un gran fan del héroe de Gotham y durante mucho tiempo fantaseó con una película de gran presupuesto, que se alejara del estilo camp de la ficción protagonizada por Adam West. Luego de años de negociaciones, en 1979 consiguió los derechos para llevar al personaje al cine y fue recién ahí que comenzó su peregrinaje. Ninguna de las grandes productoras de Hollywood estaba demasiado interesada en invertir en un proyecto sobre Batman. La única que le prestó algo de atención fue la CBS, pero solo si la aventura transcurría en el espacio exterior, una idea absurda que Uslan rechazó de cuajo. Finalmente, Warner Bros. mostró un tibio interés en la idea y le dio luz verde al film.
Sin perder un minuto, el productor convocó a Tom Mankiewicz, uno de los guionistas de Superman, para desarrollar un primer boceto de guion. Ese exitoso largometraje, estrenado en 1978, fue una suerte de faro inicial para el proyecto Batman, al punto que en Warner quisieron contratar también a Richard Donner, responsable de esa pieza. Enfrascado en su tarea, Mankiewicz elaboró una trama de origen, protagonizada por Batman y Robin, ambos enfrentándose al Guasón y al Pingüino. Poco a poco el proyecto tomaba forma, pero aún faltaba encontrar un director y, más importante aún, al elenco.
La importancia de Bettlejuice
Uslan repasaba listas con nombres de posibles realizadores. Ante la negativa de Donner, se barajaron los nombres de Steven Spielberg, Ivan Reitman y Joe Dante, quienes pensaban en una historia más ligada a la comedia. Alex Cox, director de culto responsable de grandes obras como Repo Man o Sid & Nancy, también recibió una oferta para dirigir la pieza, pero la rechazó. Nadie parecía interesado en el proyecto, hasta que se hizo la luz (o la oscuridad), y surgió el nombre de una joven promesa llamada Tim Burton.
Una comedia absurda estrenada en 1985 y titulada La gran aventura de Pee-Wee puso a Burton en escena. El realizador no sabía mucho de Batman, aunque le interesaba el proyecto, y por esos días su segunda película estaba por llegar a los cines. Se trataba de Bettlejuice, una comedia de terror protagonizada por Michael Keaton. Ante esa opción, desde Warner Bros, optaron por ser muy cuidadosos antes de confirmarlo como director del film. “Ellos nunca lo hubieran admitido”, reconoció Burton, “pero la situación era esta: no me iban a dar la película a menos que Bettlejuice fuera un éxito”. A pesar de no ser confirmado, Burton y su pareja, la guionista Julie Hickson, revisaron el libreto de Mankiewicz, desecharon la gran mayoría de sus ideas y elaboraron un nuevo tratamiento de treinta páginas.
Finalmente Bettlejuice fue un éxito y Burton fue nombrado responsable del proyecto. Francamente entusiasmado, Uslan veía cómo un sueño de casi diez años parecía llegar a buen puerto. El director no dejaba de reescribir los lineamientos de la trama y consideró que el relato debía reducirse a un cruce entre Batman y el Guasón, sin el pingüino ni Robin (personaje que ya le habían ofrecido a Kiefer Sutherland, aunque él lo rechazó). En una entrevista de la época, el realizador explicó: “Toda la historia y la mitología de lo que sucede gira alrededor del duelo entre dos freaks. El eje está centrado en la batalla entre estas dos personas realmente perturbadas”.
Soy Batman
La gran incógnita era quién iba a interpretar a Batman. El desfile de candidatos parecía interminable y entre ellos figuraron Mel Gibson (la opción que más interesaba en Warner Bros.), Pierce Brosnan y Kevin Costner, pero ante la negativa de ellos, un productor deslizó a Michael Keaton como una posibilidad. Burton, que ya lo había dirigido en Bettlejuice, no estaba muy convencido de esa opción. Keaton tampoco estaba demasiado eufórico ante la idea, pero luego de leer el libreto cambió rápidamente de idea.
Para el actor se trataba de un enorme desafío, y comprender que la mirada de Burton se alejaba del estilo de Adam West, otorgándole oscuridad al mundo de Gotham, aumentó mucho su interés. Como tarea para el hogar, el intérprete recibió una copia de El regreso del caballero oscuro, una emblemática historieta que mostraba a un Batman entrado en años, amargado y lacónico. Esa mirada influyó en la construcción que Keaton hizo del héroe y, en consecuencia, del perfil que Batman tendría en cine y televisión en los años venideros. Pero mientras el director y su estrella compartían ideas y perfilaban su versión del encapotado, surgieron voces en contra.
En un período muy anterior a las campañas de odio en internet, en 1988 Warner Bros. recibió la friolera de cincuenta mil cartas de fans que se pronunciaban en contra de Keaton como protagonista de Batman. Para colmo de males, el rumor generalizado insistía en que este film iba a ser una comedia, al punto que Adam West públicamente manifestó la tristeza que lo invadió cuando Burton no lo convocó para interpretar a Bruce Wayne. En Warner Bros. sabían que tenían un problema entre manos y por ese motivo decidieron editar un avance de noventa segundos para proyectar en cines. El objetivo era hacer correr la voz y demostrar que este film era muy serio. Como era de esperar, el público enloqueció con ese brevísimo adelanto. De golpe, el actor era el ideal y el Batimóvil era el vehículo con el que todos soñaban. Pero lo que desató una verdadera oleada de obsesión por ver la película fue ver por primera vez a Jack Nicholson en la piel del Guasón.
El rey del crimen
Jack Nicholson debía ser el Guasón, Burton no dudaba de eso. Convocar a un nombre de tanto prestigio era elevar el título a una categoría muy por arriba de la que podía tener un film de aventuras del montón (se trató de un recurso muy similar al de Marlon Brando cuando participó brevemente en Superman). Pero las excentricidades de Nicholson eran famosas en la industria y ante la posibilidad de un no, la producción barajó nombres como el de Tim Curry, Willem Dafoe, Jeff Goldblum, Donald Sutherland, Alan Rickman, Robert De Niro, Brad Dourif e incluso David Bowie. El actor se mostró muy dubitativo cuando recibió la propuesta formal para encarnar al popular villano. Ante ese escenario, desde Warner emplearon una estrategia ingeniosa, pero que dejó una víctima en el camino. Con la sola idea de persuadir a Nicholson, la producción le ofreció el papel a Robin Williams, quien rápidamente cerró un trato de palabra. Con esa carta en la manga, le comunicaron a Jack que retiraban la oferta, porque Williams ya había dicho que sí. Nicholson mordió el anzuelo y por miedo a perder esa oportunidad, les insistió con que quería quedarse con el Guasón. Los productores se habían salido con la suya y así lograron confirmar al protagonista de Chinatown para el proyecto. Como era de esperar, cuando esa artimaña salió a la luz, Robin Williams se ofendió enormemente. No solo rechazó interpretar al Acertijo en Batman Eternamente, sino que durante mucho tiempo se negó a participar de cualquier largometraje producido por Warner Bros.
En lo referido al salario, el actor aceptó cobrar seis millones (en vez de diez, que era su cachet habitual), pero con la posibilidad de percibir un plus de porcentaje por entradas vendidas. Al final del recorrido, Nicholson obtuvo más de cincuenta millones de dólares, convirtiéndose por lejos en el trabajo más rentable de su carrera y en uno de los intérpretes que más dinero obtuvo por participar de un film de superhéroes.
Al momento de filmar, Nicholson gozaba de ciertas licencias. El actor tenía permitido llegar al set a las diez de la mañana, aunque todos comenzaran varias horas antes. Y una vez en el estudio solía tomar una siesta de tres horas, mientras el equipo de maquilladores le aplicaba las prótesis faciales. Por otra parte, Nicholson exigió participar en lo referido al diseño del villano. Él mismo se ocupó de contratar a un escultor llamado Nick Dudman, que trabajó junto a Burton en la elaboración del rostro del Guasón. A pesar de sus pedidos y exigencias, el rodaje funcionó a la perfección. Burton estaba encantado con el actor y le dio vía libre para que se dejara llevar por esa impredecibilidad que caracterizaba al personaje y al mismo Nicholson. Keaton, que confesó los nervios que le producía trabajar junto a una leyenda como Jack Nicholson, luego opinó que él era muy cordial y hacía sentir a todos muy cómodos. De hecho, Nicholson fue el único capaz de controlar a Jack Palance, un intérprete legendario conocido por su talento, pero también por sus conductas rebeldes.
Un éxito perdurable
Batman estaba en marcha y Burton debía algunos últimos detalles del elenco. Billy Dee Williams interpretó a Harvey Dent con un plan a futuro que contemplaba su transformación en Dos Caras (cuando eso finalmente sucedió en la tercera parte de la saga, el rol quedó en manos de Tommy Lee Jones). Michael Gough, del que Burton era un fan por su trabajo en el cine de terror, se ocupó de encarnar a Alfred. Con respecto a Vicky Vale, hubo varios problemas. El director quería a Kim Basinger, pero la negociación se empantanó. El papel cayó entonces en manos de Sean Young, quien forzosamente dejó el proyecto cuando se accidentó, durante el ensayo de una escena a caballo. Burton pensó entonces en Michelle Pfeiffer, que por esos años estaba en pareja con Michael Keaton. Sin embargo, y justamente por eso, el actor le dijo a Tim que prefería no trabajar con su novia, porque iba a sentirse incómodo (el director se dio el gusto en Batman vuelve, tres años después, cuando la convocó para hacer de Gatúbela). La producción finalmente se acercó a Kim Basinger, que rápidamente aceptó el papel y comenzó a filmar unos pocos días después. Con el elenco completo, el rodaje se extendió a lo largo de doce semanas en un gigantesco estudio de Inglaterra.
El 13 de junio de 1989, Batman llegó a los cines de Estados Unidos (en Argentina su estreno fue el 23 de ese mes). La euforia por el film fue inmediata, y no era para menos. Durante los meses previos al lanzamiento, Warner montó una agresiva campaña publicitaria para alimentar la ansiedad del público. En Estados Unidos se convirtió en la película más vista del año, y durante ese tiempo se estableció un fenómeno conocido como la Batimania, cuya euforia llegó hasta la Argentina. En este país también hubo una fuerte promoción, que incluyó especiales de televisión y hasta la publicación del cómic que adaptaba la película, recursos que nunca se habían empleado en la difusión de un largometraje.
Vista en retrospectiva, Batman dejó un legado ineludible, no solo porque puso un significativo grano de arena en lo referido al éxito de personajes de cómics en el cine, sino también porque estableció un tono que aún hoy es un faro para muchas producciones similares. El largometraje también dio pie a Batman, la serie animada (quizá el producto audiovisual más fiel basado en el hombre murciélago), y a un cómic editado hace pocos días, que bajo el nombre de Batman 89 explora en profundidad esta versión del héroe.
La ciudad oscura, el tono noir, villanos tan crueles como cautivantes y un justiciero marcado por una tragedia insuperable fueron algunos de los aspectos que Tim Burton elaboró en esta historia. Irónicamente, el director no es muy fan de esta pieza, y en una entrevista aseguró: “Me gustan algunos tramos, pero el relato como un todo me resulta algo aburrido. Estuvo bien, pero me parece que todo se debe más a un fenómeno cultural que a un gran film” (en Batman Vuelve, el realizador sí pudo hacer una obra mucho más fiel a los temas que integran su perfil autoral). Si bien este largometraje puede que no respete demasiado algunos lineamientos del héroe en los cómics y que sea una película mucho más “de Batman que de Tim Burton”, su impacto cultural aún hoy es innegable. Batman le demostró a la industria del cine que las historietas habían dejado de ser solo cosas de chicos.
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