El Bafici más valiente y perseverante ya tiene a sus ganadores
Implosión, de Javier Van der Couter sobre la Masacre de Carmen de Patagones, ganó la Competencia Argentina
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Un festival atípico para tiempos singulares. Una edición anómala para circunstancias excepcionales. Cualquier balance del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici), tanto en lo artístico como en lo organizativo, debe contemplar (y casi que empezar por) el hecho de haber sido concretado en medio de una pandemia de alcance mundial como la del coronavirus. Si bien todavía restan dos jornadas de funciones presenciales (y sobre todo de funciones en streaming también gratuito en la página oficial del festival https://vivamoscultura.buenosaires.gob.ar/), los programadores de esta 22ª edición anunciaron este mediodía los premios oficiales y no oficiales.
El Gran Premio de la Competencia Internacional fue para el cortometraje cordobés Mi última aventura, film de Ezequiel Salinas y Ramiro Sonzini que combina elementos de thriller con una profunda melancolía en sus imágenes siempre nocturnas, múltiples citas cinéfilas y canciones populares de Chébere, Trulalá y Eduardo Gelfo y El Feliz Cuarteto Leo. Mientras que el galardón a mejor largometraje fue entregado a The Nose or the Conspiracy of Mavericks, película de esa leyenda de la animación rusa que es el octogenario Andrei Khrzhanovsky inspirada en La nariz, cuento satírico publicado en 1836 por Nikolái Gogol, y en la ópera concebida en 1920 por Dmitri Shostakóvich. En la Competencia Argentina el Gran Premio fue para Implosión, film en el que Javier Van der Couter vuelve a su ciudad natal para reconstruir (y repensar) la Masacre de Carmen de Patagones ocurrida en 2004 con una mixtura entre lo documental y la ficción; mientras Qué será del verano, una película de viajes entre Argentina, Francia y Camerún dirigida por Ignacio Ceroi, obtuvo el de Mejor Largometraje.
Por último, en la flamante Competencia Americana, el Gran Premio recayó en Cosas que no hacemos, conmovedor documental de Bruno Santamaría Razo sobre la identidad sexual rodado en una isla mexicana marcada por la pobreza y el machismo; y el de Mejor Largometraje quedó en manos del ecuatoriano Paul Venegas por Vacío, un film de ficción que tienen como protagonistas a inmigrantes ilegales de origen chino.
Más allá del palmarés, lo importante del Bafici es, antes que nada, que pudo hacerse. Y no es un aspecto menor si se tiene en cuenta que la edición 2020 fue cancelada a último momento. En esta oportunidad, los organizadores decidieron adelantarla de abril a marzo para aprovechar un clima menos frío (y anticiparse a los eventuales efectos de una segunda ola de la pandemia) y así ampliar la oferta de funciones al aire libre. De hecho, más allá de que se programaron proyecciones en salas tradicionales como el Gaumont, el Multiplex Belgrano, el Centro Cultural San Martín o la Sala Leopoldo Lugones, el Bafici se extendió este año a una treintena de otras sedes (anfiteatros, plazas, centros culturales) ubicadas en casi todos los barrios de la ciudad.
De todas maneras, más allá de que los directores argentinos pudieron cumplir con el ritual de estrenar sus nuevas películas junto a sus equipos en pantalla grande, el corazón del festival 2021 fue el streaming. Tras algunos contratiempos iniciales, la plataforma funcionó muy bien y, así, el Bafici pasó de ser una cita exclusiva para cinéfilos porteños a un evento de alcance nacional. Buena parte de su programación de casi 250 títulos entre cortos y largos estuvo disponible sin cargo y para todo el país. Como suele ocurrir en el Bafici, plataforma de lanzamiento privilegiada para buena parte de la producción más independiente y audaz, el cine argentino fue el que más películas aportó, con puntos altos como Bahía Blanca, de Rodrigo Caprotti (lograda transposición de la novela homónima de Martín Kohan); Una casa sin cortinas — El enigma Isabel Perón, documental Julián Troksberg sobre quien fuera presidenta de la Nación entre 1974 y 1976; Cómo mueren las reinas, thriller psicológico de Lucas Turturro protagonizado por adolescentes; Concierto para la batalla de El Tala, experimental incursión de Mariano Llinás en la historia argentina; y la premiada Implosión.
En el terreno internacional, el Bafici presentó los más recientes trabajos de directores consagrados como Hong Sang-soo, Arturo Ripstein, Abel Ferrara, James Benning, Raya Martin, Alexandre Rockwell, Jodie Mack, Sofia Bohdanowicz, Philippe Garrel, Pietro Marcello, Marie Losier y Ryūsuke Hamaguchi, así como una amplia oferta de rockumentales (como el notable Crock of Gold: A Few Rounds with Shane MacGowan, de Julien Temple, sobre quien fuera líder de The Pogues), películas sobre deportes (Lutar, lutar, lutar, trabajo de Sérgio Borges y Helvécio Marins Jr. sobre la rica historia del club Atlético Mineiro) o viajes al pasado cultural de nuestro país como Parakultural: 1986-1990, de Natalia Villegas y Rucu Zárate, sobre el mítico reducto under que funcionó en la calle Venezuela 336. En las inevitables polémicas cinéfilas podrá argumentarse que sobraron ciertos títulos y faltaron otros, pero -tal como ocurrió con la pasada edición del Festival de Mar del Plata en noviembre último- lo principal y lo verdaderamente destacable es que el Bafici se haya hecho contra todos los contratiempos imaginables. Un festival en pandemia es una épica y, sobre todo, un acto de resistencia.
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