El astro del momento, en foco
Hace una década vivió el momento más bajo de su carrera; ahora todos lo admiran y están pendientes de lo que hará
Lo primero que hizo Ben Affleck después de subir el domingo último al escenario del Dolby Theatre para recibir el Oscar como mejor película para Argo fue cumplir un ruego familiar y afeitarse la barba. Lo hizo durante el festejo del triunfo en Craig’s, un nada ostentoso restaurante de Melrose Avenue, ubicado casi en el límite entre West Hollywood y Beverly Hills. Allí, a la vista de su esposa Jennifer Garner, sus hijos Violet (7 años), Seraphina (4) y Sam (12 meses), tomó la afeitadora y cumplió el ritual con sus manos. También contemplaban sonrientes ese momento –y con sus barbas intactas– George Clooney y su socio en la producción Grant Heslov. Ambos fueron los responsables de convocar a Affleck para que condujera delante y detrás de las cámaras la película que en los últimos dos meses no dejó premio sin ganar. "Lo que Ben tiene, como George cada vez que dirige, es una profunda atención hacia la realidad y el detalle. Los dos son muy parecidos. Saben lo que quieren y cómo conseguirlo. Pero con una gran diferencia. Ben es mucho más alto", señaló Heslov. Le faltó decir que a Clooney nunca le tocó salir del subsuelo para llegar a lo más alto. Hace diez años, Affleck había sido "premiado" como el peor actor del año. Algo cambió.
A nada se parece más este Oscar para Argo que a la reivindicación definitiva de una figura que una década atrás caminaba en términos de valoración y reconocimiento por los subsuelos de Hollywood. Hace una década, en el día previo a la entrega del Oscar 2003, Affleck había sido elegido por triplicado como el peor actor del año en el reparto de los Razzies, universalmente aceptados más allá de su carácter informal como la contracara de los premios de la Academia de Hollywood.
La cosecha de ese año para el actor (y luego director) nacido en Berkeley (California) y criado en Cambridge (Massachusetts) no pudo ser peor. Los "méritos" que le dieron ese año el "anti-Oscar" se repartieron en tres películas: Daredevil, el hombre sin miedo , El pago y Gigli . Fue la única vez que se llevó ese nada envidiable galardón, por el que fue nominado dos veces más, en 2001 (por Pearl Harbor ) y 2004 (por Padre soltero y Sobreviviendo a la Navidad ).
Pero en ninguno de esos títulos cayó más bajo que con Gigli, aquella parodia de las películas de mafiosos que en su momento costó 54 millones de dólares y recaudó algo más de siete en todo el mundo. La atención que la prensa indiscreta de todo el mundo le prestaba al instante al romance de alto perfil que en la vida real Affleck mantenía con Jennifer Lopez se transformó casi en un hazmerreír mundial después del ridículo que la pareja vivió al protagonizar ese film, uno de los grandes fiascos de toda la historia de Hollywood.
Por entonces, Benjamin Geza Affleck-Boldt conocía de sobra lo que significaba quedar tan expuesto. Vivía experiencias así desde 1998, cuando logró conquistar con su aire cool de tipo alto, pintón, simpático y hasta algo torpe en sus movimientos a Gwyneth Paltrow, la primera famosa con la que se vinculó sentimentalmente. Pero ese romance no tuvo nada que ver con los años de Bennifer, tal como los medios del corazón denominaban a la pareja de Ben y Jennifer Lopez.
Barajar y dar de nuevo
La ruidosa ruptura entre ambos en 2005 marcó un quiebre en la carrera de Affleck y dejó en claro cómo había quedado en segúndo plano, casi escondido, ese otro aspecto de la vida del actor que con el tiempo finalmente fue como la génesis del camino coronado hace menos de una semana con el Oscar para Argo . En 1998, Affleck y su amigo de la infancia Matt Damon recibieron su primer Oscar por el guión original de En busca del destino, primer acercamiento cinematográfico del astro del momento a escenarios y personajes tan familiarizados con su vida como los de Boston y su entorno.
Nueve años después de aquel logro, Affleck volvió a ese lugar para debutar como director con la durísima y lograda adaptación de Desapareció una noche , a partir de un relato de Dennis Lehane, el mismo autor de Río místico . A esa primera aparición como realizador, recibida por los críticos más exigentes con elogios unánimes, le siguió la aún más lograda Atracción peligrosa (2009), impecable policial en el que Boston es presentado como "la capital norteamericana de los robos de bancos".
Paralelamente, Affleck tenía el otro pie en la costa oeste, buscando tal vez sin quererlo una reivindicación completa en otros terrenos. Como actor, encontró en Hollywoodland (2006) el final para el largo calvario de una carrera actoral que cada vez menos estaban dispuestos a tomar en serio. Ese reencuentro con la familia de Hollywood transformó a Affleck, al mismo tiempo, en un hombre de familia. Encontró en otra estrella (Garner) a la mujer de su vida y a la madre de sus tres hijos. La última entrega del Oscar dejó sobradas muestras de esa conducta: el ampuloso Affleck de hace una década y media es ahora un modelo de discreción y sobriedad.
De todas maneras, nunca abandonará sus maneras expansivas. Frente a la prensa (como lo pudo comprobar LA NACION en Toronto, en ocasión del estreno mundial de Argo ) es locuaz, intenso y verborrágico. Se emociona con facilidad, pero jamás pierde la lucidez y una mirada de conjunto que le debe de haber quedado de su formación universitaria (ver aparte).
Ahora le llueven proyectos. Todos esperan su nueva película. Como actor lo veremos pronto en To the Wonder , la nueva fábula romántica de Terence Malick. Y como director, se espera un reencuentro con Damon para que ambos encaren juntos una película inspirada en el caso de Whitey Bulger, un famoso jefe criminal de Boston cuya vida es una mezcla de realidad (le adjudican 19 muertes) y cierta leyenda romántica. Mientras deshoja la margarita, es casi seguro que por un buen tiempo no volverá a dejarse ver con barba.
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