El aro 4: El despertar, un film totalmente olvidable
A 25 años del estreno de la primera entrega de Ringu, esta secuela demuestra que no hay nada nuevo que decir
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El aro 4: El despertar (Sadako DX, Japón/2022). Dirección: Hisashi Kimura. Guion: Kôji Suzuki, Yuya Takahashi. Fotografía: Kasai Takahito. Música: Kôji Endô. Edición: Tominaga Takashi. Elenco: Hiroyuki Watanabe, Hiroyuki Ikeuchi, Koshiba Fuka, Kazuma Kawamura, Naomi Nishida, Mario Kuroba, Yuki Yagi. Duración: 100 minutos. Distribuidora: BF Distribution. Calificación: solo apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: regular.
A 25 años del estreno de la primera entrega de Ringu -la película que catapultó el terror japonés a nivel mundial- El aro 4: El despertar se empecina en destruir prolijamente todos los elementos de su mitología en pos de... ¿un renacer de la franquicia? Y algo de razón tuvieron sus responsables porque era eso o dejar descansar a Sadako (Samara en la adaptación norteamericana de la saga estrenada en la Argentina como La llamada) para siempre. Lo que tampoco habría estado nada mal.
Ocho secuelas en Japón, adaptaciones en los Estados Unidos, Corea y China, un crossover con El grito (Ju On, la otra gran franquicia representativa del J-Horror), la verdad es que mucho más para decir no había. Por lo que el director Hisashi Kimura optó por hacer una película que es pura ironía hacia la franquicia, así como también hacia el género que impulsó.
La película comienza con la noticia de una sucesión de muertes misteriosas sin motivo aparente. Mientras Ayaka Ichijo (Fuka Koshiba), una estudiante de coeficiente intelectual privilegiado elige buscar una respuesta científica, el brujo mediático Kenshin (Hiroyuki Ikeuchi) advierte de la maldición que conocemos desde hace 25 años. Y en estos dos carriles se desarrollará la historia, que aprovecha para burlarse de los tópicos del terror Made in Japan mientras traza analogías nada sutiles con la pandemia de Covid-19.
Si se abraza el metamensaje, El aro 4: El despertar provoca alguna que otra sonrisa, no más que eso. A pesar de las presumiblemente buenas intenciones, el film de ostenta una pereza narrativa que roza la vergüenza ajena: Sadako apenas aparece, los siete días para morir se redujeron a 24 horas sin explicación, los condenados dan una vuelta carnero como último estertor, y buscando respuestas la protagonista hace una asociación libre entre la esencia mortal del video con el período de incubación de la viruela. Todo muy risible y nada tenebroso.
La saga de Ringu nunca tuvo demasiado sentido, es cierto, pero con El aro 4: El despertar por primera vez lo acepta públicamente. Y se regodea en ello.
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