El árbol de la vida: el espíritu creador
Con Brad Piit, el jueves se estrena la obra más ambiciosa de Terrence Malick, abierta a la polémica
Hoy el marketing de un artista de primer nivel se construye a partir de la (sobre)abundancia de sus apariciones mediáticas y de una obra amplia que se sostiene gracias a la continuidad en el tiempo, Terrence Malick debería ser el director menos conocido del planeta. Sin embargo, este cineasta de 67 años, que no da entrevistas, que casi no ha sido fotografiado, que no concurre a lugares públicos (ni siquiera cuando le han concedido un premio), y que apenas ha rodado cinco largometrajes en más de cuatro décadas de carrera, es reconocido por todos como uno de los realizadores más venerados e influyentes de la historia.
Visionario (y con algo de profético), Malick encajaría sin dificultades en la categoría de director maldito o de culto, pero es mucho más que eso. Trazando analogías con la literatura, tanto por su talento como por su personalidad misteriosa y elusiva, sería una suerte de J. D. Salinger o Thomas Pynchon, pero su alcance en términos de la historia del cine es todavía mayor.
Figura clave de la corrosiva generación que conmovió los estamentos de la industria de Hollywood durante los años 70 –en aquella época rodó dos films, hoy considerados clásicos absolutos, como Malas tierras (1973) y Días de gloria (1978)–, Malick terminó con dos décadas de ostracismo en 1998, cuando estrenó la épica bélica La delgada línea roja (sobre la batalla de Guadalcanal en la Segunda Guerra Mundial). Su mirada revisionista continuó siete años más tarde con El nuevo mundo, en la que retomó la leyenda del Capitán Smith y Pocahontas. Si bien en todos esos films ya había trabajado con intérpretes de renombre (Martin Sheen y Sissy Spacek en Malas tierras; Richard Gere en Días de gloria; George Clooney, John Travolta, Nick Nolte y un impresionante elenco de La delgada línea roja, y Colin Farrell en El Nuevo Mundo) y también había hecho gala de un enorme virtuosismo formal para historias siempre grandilocuentes, con El árbol de la vida Malick construyó su film más ambicioso y polémico, esta vez con el aporte de Brad Pitt, Sean Penn y la actriz de moda, Jessica Chastain.
El premio que le faltaba
Malick, que ya había ganado la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián y el Oso de Oro en el de Berlín, consiguió en mayo último con El árbol de la vida el otro gran premio que le faltaba: la Palma de Oro de Cannes. El jurado presidido por su compatriota Robert De Niro no ahorró adjetivos para elogiar a esta mirada poética y espiritual sobre el sentido de la existencia.
El árbol de la vida arranca como un melodrama familiar ambientado en los años 50 (e inspirado en los recuerdos de infancia del propio Malick) sobre un matrimonio (Pitt y Chastain) que sufre la muerte de uno de sus tres hijos. Sin embargo, durante su segunda hora, el director propone un acercamiento más sensorial y una narración fragmentaria (se parece a un caleidoscopio y a un rompecabezas), que se permite desde un ballet cósmico sobre el polvo de estrellas, un documental sobre las maravillas naturales del planeta, un ensayo prehistórico (con dinosaurios y todo), y una mirada bastante solemne sobre el amor, la muerte, la culpa, el duelo y la redención.
En la película, Malick expone en toda su dimensión aquello que aprendió en sus años de estudiante (es egresado de Filosofía de Harvard y Oxford) y de profesor (dio clases en el MIT), y que luego pasó a formar parte de su visión del mundo. En este sentido, El árbol de la vida es un film radical y proselitista, que se ubica entre el panteísmo, el cristianismo y las tendencias new age. Una combinación que ha fascinado a muchos, pero también irritado a varios otros.
Todo el tiempo del mundo
Para El árbol de la vida, Malick se tomó –como siempre– mucho tiempo: el film estuvo a punto de ser presentado en Cannes 2010, pero el director decidió "pulirlo". Así, llegó con la lengua afuera… pero para la edición de 2011. Con un presupuesto de 32 millones de dólares y el aporte de 14 productores y 5 compaginadores, la película se posicionó como una de las aspirantes a quedarse con varios de los habituales galardones de fin de año y a ingresar en la carrera por los Oscar. En este sentido cuenta con un importante aval: 205 críticos de todo el mundo agrupados en la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (Fipresci) le otorgaron su distinción anual.
Luego de una carrera llena de obstáculos para concretar sus distintos proyectos (sus pretensiones de control absoluto sobre el corte final chocan contra las exigencias de una industria dominada por productores, financistas y expertos en marketing habituados a incidir en el contenido artístico), ese obsesivo y perfeccionista que es Malick parece decidido a recuperar el tiempo perdido, ya que tiene tres largometrajes en pleno desarrollo.
En principio, ya terminó el rodaje de The Burial, drama romántico sobre la crisis de una pareja que contó con extraordinario reparto (Ben Affleck, Rachel McAdams, Rachel Weisz, Javier Bardem, Olga Kurylenko, Barry Pepper, Jessica Chastain, Michael Sheen y Amanda Peet). Si bien es imposible predecir cuándo estará lista, se prevé su estreno para el año próximo.
Otro de sus proyectos se titula Voyage of Time, documental sobre el universo y la naturaleza producido por el mismo equipo de El árbol de la vida, que contará con narración de Brad Pitt y Emma Thompson, y se verá en 2013 o en 2014 en salas IMAX.
Y eso no es todo. En los últimos días se filtraron en las redes sociales fotos y videos de Malick trabajando en un set de filmación con Christian Bale. Muy poco se sabe de este proyecto, que estaría ligado al mundo de la música (hace tiempo que quiere rodar una película sobre Jerry Lee Lewis), pero lo cierto es que estamos ante una nueva etapa, mucho más prolífica y entusiasta de un director que podrá gustar o no, pero jamás deja indiferente al público. Desde el jueves próximo, los argentinos podrán dar cuenta de ello.
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