El realizador iraní Ali Abbasi se pone al frente de una biopic que encuentra su fuerte en las actuaciones de Sebastian Stan, como el empresario devenido en presidente de los Estados Unidos, y Jeremy Strong, como su pérfido y amoral maestro
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El aprendiz (The Apprentice, Canadá-Dinamarca-Irlanda/2024). Dirección: Ali Abbasi. Guion: Gabriel Sherman. Música: David Holmes. Fotografía: Kasper Tuxen. Elenco: Sebastian Stan, Jeremy Strong, Maria Bakalova, Martin Donovan. Duración: 140 minutos. Calificación: apta para mayores de 16 años. Nuestra opinión: buena.
Entre los muchos atributos que Donald Trump suele otorgarse a sí mismo está el de ser un self-made man. La realidad es que fue su progenitor, el antiguo miembro del Ku Klux Klan Fred Trump, quien hizo la fortuna de la familia en el rubro inmobiliario. Además, cuando Donald aún trabajaba como empleado de su padre, fue tomado por el influyente abogado neoyorkino Roy Cohn bajo su ala y se convirtió, de ahí el título del film, en su aprendiz (el título también remite, desde luego, al reality show que Trump condujo y coprodujo por 14 años en la televisión norteamericana, en el que juzgaba la aptitud para los negocios de los participantes y los eliminaba con el latiguillo “¡Estás despedido!”). Convertido en mentor del joven Trump, Cohn le dio acceso al más encumbrado poder político y económico de Nueva York. Gracias esos contactos, al dinero de su padre y a la habilidad del abogado para torcer la ley, Trump hizo sus primeros negocios. Esta película es la historia de esa relación.
Un personaje mucho menos conocido que Trump, Roy Cohn fue asesor de Joseph McCarthy durante el momento más álgido de la fiebre anticomunista y la caza de brujas en Estados Unidos. Antes, había tenido un rol prominente en la condena a Julius y Ethel Rosenberg, una pareja ejecutada en la silla eléctrica por entregar secretos del estado norteamericano a la Unión Soviética (mucho después, se comprobó que la mujer era inocente de los cargos). Interpretado por Jeremy Strong con la misma alteridad reptílica y los ojos vacíos de Kendall Roy (el otro ultracapitalista que lo hizo célebre, en la serie Succession), la película lo muestra como un individualista extremo, inescrupuloso y ruin aunque no sin carisma, que considera que quienes pretenden usar el dinero de los ricos para “repartirlo entre los perdedores que viven de la asistencia social son peores que los nazis”. Su primera lección a Trump (Sebastian Stan, también excelente): “No hay bien o mal, no hay verdad, todo es una construcción, una ficción. Nada importa, excepto ganar”. El ávido pero ingenuo Donald absorbe esta filosofía personal, una versión un poco caricaturesca del neoliberalismo desatado de los 80, y la perfecciona hasta volverse más cruel, mezquino y amoral que su maestro.
Claramente, el retrato de Trump está lejos de ser favorable y produjo amenazas de juicio desde las filas del candidato republicano. Sin embargo, las contrarias tampoco se mostraron satisfechas con el film porque afirman que Trump aparece humanizado y no sin atractivo para cierta mentalidad ultraconservadora. Esto es dudoso, considerando que la película lo muestra traicionando a su mejor amigo y forzando sexualmente a su esposa Ivana (Maria Bakalova). El realizador iraní Ali Abbasi se ocupó de retratar monstruos en sus últimos films, las excelentes Border y Holy Spider; esta no es la excepción, salvo que el protagonista no empieza como un monstruo, sino que llega a convertirse en uno.
La captura granular de la ciudad de Nueva York en los años 70 y 80 remite vagamente a las primeras películas de Scorsese, al tiempo que el ascenso de Trump hacia la cima a cualquier precio puede hacer pensar en El padrino (hasta aparece un Freddy, con una impronta similar). Aunque el relato es ágil y no carece de humor, la película está, desde luego, muy lejos de cualquiera de estas referencias. Nadie le pide tanto. La realización, sin embargo, no se corre de la mera competencia. Salvo los protagonistas, los personajes carecen de espesor y el film es una sucesión de escenas sin un conflicto cautivante, ligadas por la noción de que Trump es un estertor de otra era. Más que al cine americano de los 70, El Aprendiz se parece a una correcta biografía televisiva.
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