Al revisar el listado de las doce películas más vistas en lo que va del año en Argentina, se puede apreciar con claridad el estado de las cosas en la industria del cine. No hay excepciones: las doce son secuelas o remakes de marcas ya existentes. Nada de nada es nuevo, lo ya conocido es más previsible a la hora de recaudar. Lo que importa a la hora de producir y vender globalmente es "la marca", lo seguro, lo conocido, lo reconocible. Es raro pensar que alguna vez Star Wars fue algo nuevo que aparecía en el mundo, e incluso que Harry Potter tuvo un inicio, una presentación ante los lectores. Estamos en la era del reciclaje en una escala monstruosa, difícil de exagerar y que no propicia la circulación de lo que ubica en lugares más periféricos, y de esa manera mucho cine valioso queda invisibilizado. En este contexto, una de las marcas más exitosas del cine –la más exitosa de la historia del estudio Universal– es Rápido y furioso, o dicho en plural, o con algún juego con las palabras y la tipografía. Y este es un caso singular de derrotero de marca, porque desde sus comienzos ha mutado de formas inusuales.
De hecho, si bien estuvieron lejos de ser fracasos, las tres primeras películas estuvieron en una escala distinta a lo que ocurrió desde la cuarta, cuando el éxito se catapultó a otro nivel. Uno de los protagonistas de la franquicia, Paul Walker, murió en 2013 en un accidente automovilístico. Y diversos actores y actrices famosos se fueron sumando en las secuelas, incluso uno que debutó en la quinta entrega pasó a ser uno de los protagonistas-emblema de la marca. Y las ganancias siguieron creciendo, pero ese protagonista sumado en la quinta película tuvo una discusión con uno de los que estuvieron desde el principio y se fue de la saga. Bueno, en realidad es más complicado, porque el que se fue... sigue. ¿Cómo es esto? Es más o menos así: el personaje Luke Hobbs, que apareció en la quinta entrega, ahora tendrá su propia película, presentada bajo el sello de Rápidos y furiosos pero como un desprendimiento, una derivación (spin-off) de la línea central de la saga. Hobbs estará junto a Shaw, personaje que debutó en la sexta entrega en Rápidos y furiosos: Hobbs & Shaw, que se estrena el próximo jueves en nuestro país. Y Hobbs, al menos por ahora, parece que no volverá a la saga central. El poderío de las marcas conocidas es tal que se generan estos fenómenos. Hobbs & Shaw están interpretados por dos estrellas: Dwayne Johnson y Jason Statham.
Whoa @GIPHY! Hobbs invented smacktalk. Big mistake. https://t.co/yzRFRNRNPzpic.twitter.com/1a6PyM41Xb&— Dwayne Johnson (@TheRock) July 25, 2019
Dos estrellas carismáticas, principalmente dedicadas al cine de acción, esa zona del cine en la que los actores no suelen cosechar demasiados elogios y suelen ser mirados con desdén. Pero más allá de frecuentes menosprecios y a juzgar por la escasa aparición de nuevas estrellas, no es nada fácil ser actor de acción. Ojalá hubiera estrellas de acción carismáticas en más países, y está muy claro que al cine argentino le vendrían muy bien, como a cualquier cine que quiere sumar más público. Dwayne Johnson, además, carga con el peso de sus dimensiones físicas: más de un metro noventa de altura, cerca de 120 kilos de peso, tremenda masa muscular. Además, tuvo un pasado como luchador al estilo de Titanes en el ring, bajo el nombre de The Rock, del que todavía no se ha podido liberar por completo.
Las discrepancias y discusiones de Johnson en un rodaje fueron con el otro grandote protagonista, Vin Diesel, con quien han peleado de forma furibunda en la ficción. A partir de ese "duelo de titanes" puede plantearse una comparación y pensar los motivos por los cuales Johnson construyó una carrera más rica y prolífica que Diesel. Johnson posee en mayor medida esa cualidad tan necesaria para el cine y tan inasible: carisma, esa especie de revestimiento de gracia y atractivos que nos hace querer ver al actor interpretando a diversos personajes en diversas películas. Y The Rock tiene, además, un sentido del humor amplio, que le permite incluso reírse de sí mismo, y de esa manera hacernos cómplices de las más exageradas y hasta absurdas escenas de la acción más desmadrada, como en la vertiginosa y orgullosamente bestial Terremoto: La falla de San Andrés. El mismo que hizo que le ofrecieran conducir la última ceremonia de los Oscar, oferta que declinó por el rodaje de Jumanji 3.
No muy alejada de ese estilo fue Rampage: devastación, en la que Johnson tenía que vérselas con unos animales gigantes. Y Rascacielos: rescate en las alturas –los dos puntos en los títulos locales parecen perseguir al actor– llevó el nivel de hipérbole y descaro para la acción a alturas demenciales. Y en todos esos bretes que incluyen saltos, golpes, tiros, movimientos dignos de súper hombres y actos heroicos inconmensurables, está Johnson para sostenerse como protagonista y convencernos de que todo eso es posible porque él está ahí para hacerlo.
Es difícil imaginar a Johnson, por ejemplo, en una película de los hermanos Coen, que en muchas ocasiones suelen implicar alguna clase de distanciamiento socarrón del actor frente a las acciones que se están narrando, un "estar más allá". Johnson cree, con devoción y entrega, en los disparates que protagoniza, y nos hace creer en él, aún cuando salta de un rascacielos a otro, bajo fuego, esquivando balas y encima de noche y en el extranjero. Con su convicción, Johnson facilita la suspensión de la incredulidad y nos invita a aceptar con placer mundos fantásticos, alegres en su energía desbordada, en su apuesta por el cine como arte del asombro. No es casual su protagonismo en la muy recomendable Viaje 2: la isla misteriosa (del director Brad Peyton, con el que ha trabajado en varias ocasiones), en la nueva vida de Jumanji y su aporte fundamental en Moana: un mar de aventuras de Disney.
La presencia de Johnson, su singularidad como actor, su fotogenia no canónica, generan un fenómeno digno de atención, algo así como la tentación de ponerlo en roles transitados por otros, o en universos ya explorados: es decir, la industria sabe que tiene valor, poder de venta preguntarse cómo quedará The Rock en Jumanji, en Baywatch, o encarnando a Hércules. Dwayne Johnson tiende a apropiarse de muchas películas, que pasan a ser suyas más allá de quién sea el director: él es el centro gravitatorio, quien asume el rol del ancla del relato, quien parece querer sostener con entusiasmo digno de mejores causas incluso también las películas menos logradas de su carrera, como alguna de esas comedias "familiares" de las que se ubican entre lo más anodino y carente de filo de Hollywood.
Johnson es una de las pocas estrellas que sobreviven en un cine en el que, como decíamos al comienzo, la marca de franquicias ya probadas suele prevalecer. Y ese rasgo la industria lo valora como lo que es, algo excepcional: en su primera película como protagonista, El rey escorpión, Johnson obtuvo el récord de salario para un debutante. Y siguió recaudando, y en 2018 Forbes anunció que se había convertido en el actor mejor pago de Hollywood(este año cayó al quinto lugar, aunque se llevó 13 millones de dólares por Hobbs & Shaw). Johnson sabe hacerse valer y sabe que su presencia vende, y también sus modos de comunicarse, y hasta pide más dinero si se pretende que promocione las películas que protagoniza en sus cuentas de redes sociales. Además, este señor nacido en California en 1972 de madre samoana tiene su propia productora, y también una licenciatura en criminología, y fue un jugador que prometía de fútbol americano pero una lesión en la espalda le cortó la carrera. Luego fue campeón en diversas categorías de la lucha libre y su popularidad fue enorme (y este año estrenó una película sobre el tema y haciendo "de sí mismo": Luchando con mi familia).
Con una carrera sorprendente, Johnson es una de esas anomalías de la industria, y es de los poquísimos intérpretes que hoy en día puede valer tanto o más que las franquicias. De hecho, en un cine en el que como decíamos al principio casi no surgen novedades, The Rock pudo garantizar el éxito de Terremoto, de la que se esté preparando la secuela, una de las varias y rutilantes producciones en las que está trabajando para este año y el que viene, para seguir recaudando y demostrando que la tradición estelar de Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger -del que es amigo- tiene un digno heredero, uno que sabe aprovechar notoriamente el ancho y la promesa de espectacularidad de la pantalla grande.
Cinco películas de The Rock para descubrir
- Rápidos y furiosos 5: sin control (2011), de Justin Lin. Con Vin Diesel y Paul Walker. La "familia" de Dominic Toretto se refugia en las favelas de Río de Janeiro, donde arma un equipo de expertos para birlarle a un zar del narcotráfico un botín de 100 millones de dólares. Johnson hace su aparición en este film como Hobbs, dedicado a atraparlos.
- Viaje 2: la isla misteriosa (2012), de Brad Peyton. Con Josh Hutcherson, Michael Caine y Luis Guzmán. Secuela de Viaje al centro de la Tierra, tiene a Josh Hutcherson de nuevo como el adolescente Sean Anderson en otra aventura inspirada en relatos de Verne y Swift. The Rock interpreta a su padrastro.
- Jumanji: en la selva (2017), de Jake Kasdan. Con Kevin Hart, Karen Gillan y Jack Black. Esta reinvención del film centrado en un mortal juego de mesa lo transforma en una suerte de algoritmo que incluye partes iguales de Jurassic Park y las películas de Indiana Jones, en el que cuatro jóvenes marginados de distintas formas procuran escapar del selvático planeta virtual al que el juego los arrastró.
- Rascacielo: rescate en las alturas (2018), de Rawson Marshall Thurber. Con Neve Campbell y Chin Han. Suerte de Duro de matar anabolizada, Johnson debe rescatar a su familia de una torre en llamas en Hong Kong.
- Luchando con mi familia (2019), de Stephen Merchant. Con Florence Pugh, Lena Headey. La historia real de cómo Saraya (su nombre artístico terminó siendo Paige), una joven británica no demasiado atractiva y de físico tampoco demasiado exuberante, terminó convirtiéndose en una sensación mundial en un negocio dominado por hombres como la WWF.
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