Un galán romántico de TV, un edificio recién estrenado y un guion que tardó 30 años en escribirse y se completó recién en el set fueron los inesperados ingredientes de la fórmula del éxito de Duro de matar, la película que rejuveneció el género de acción en todo el mundo e inspiró decenas de otros títulos en la década del 90.
La historia de este gran film de acción, que muchos suelen elegir como su película navideña favorita, comenzó en 1968, cuando Frank Sinatra protagonizó El Detective, con un libreto basado en una novela homónima de Roderick Thorpe. El suceso fue tal que tanto los estudios Fox como su protagonista querían una secuela, pero Thorpe aseguraba no estar inspirado para pensar cómo seguir la historia.
Casi una década más tarde, y cuando todos habían perdido la esperanza de que la trama continuara, Thorpe editó la ansiada secuela, una novela llamada Nada dura para siempre, que tal como El Detective era un policial llano, sin humor ni demasiada novedad. En este caso el protagonista, Joe Leland, ya era un policía retirado de 48 años y la acción se desata cuando acompaña a su hija a la fiesta de Navidad de la empresa en la que ella trabaja, en Los Ángeles, en donde son atacados por terroristas que eventualmente la terminan matando.
El libro durmió en un cajón hasta que Fox, que poseía los derechos para una potencial adaptación, le encargó al escritor novato Jeb Stuart que lo volviera un guion potable. Por su monotonía y su protagonista parecía una tarea imposible. Hasta que una noche, Stuart discutió con su mujer por un asunto doméstico, se subió a su auto y encaró furioso una autopista, en donde casi pierde la vida en un accidente. "Fue allí cuando entendí todo. Esta no es una película sobre alguien de 50 años que termina perdiendo a su hija de 20 en un ataque terrorista a un edificio: es sobre un treintañero que discute con su mujer, no le dice que lo siente a tiempo y luego todo se va al demonio. Era justo lo que yo había vivido", explicó.
En busca de un protagonista
Una vez que se escribió y se aprobó la nueva versión de la historia, se la enviaron a Sinatra, quien por contrato tenía derecho a ser el primero al que le ofrezcan el rol. Lo rechazó de inmediato y los productores fueron a hablar con Arnold Schwarzenegger, una de las estrellas del cine de acción del momento. Sin embargo, tampoco lo lograron seducir. Lo mismo pasó con Sylvester Stallone, Richard Gere, James Caan y Burt Reynolds. Todos rechazaban el proyecto.
"No olvidemos que esto era 1987. Lo que funcionaba en el cine era Rambo, Comando, Depredador... Todos protagonistas claramente heroicos, rudos y perfectos. Y acá el rol central era para un hombre común y corriente, que a muchos les habrá parecido un cobarde", puntualizó Stuart en el libro Die Hard: An Oral History.
Finalmente los productores terminaron convocando a Bruce Willis, que era una estrella de la televisión gracias a la comedia romántica Luz de luna pero que venía del fracaso de crítica del film Cita a ciegas y el fracaso comercial de Sunset, quizá la peor película de la que sería una larga carrera en el séptimo arte. Para muchos, incluido él mismo, su vida en Hollywood había terminado y quizá por eso aceptó un rol que nadie quería tomar.
A todos en Fox les quedaba claro que Willis era una elección inesperada para el papel, ya que el público en general lo tenía como un cómico de la pantalla chica, pero no había muchas opciones disponibles y realmente el papel de John McClane le quedaba mejor a alguien que no pareciera un héroe de la guerra.
Willis había soñado desde chico ser estrella de cine. Antes de volverse conocido por un comercial de TV había sido "Bruno", el responsable del local Café Central en el Upper West Side de Nueva York, una exclusiva cafetería en donde su carisma le había permitido tener un sitio especial. Sus compañeros de trabajo de por entonces recuerdan que tocaba la armónica en sus momentos libres y que le daba trato especial a cualquiera que trabajara para Hollywood. "Sabía a dónde quería llegar y no dejaría que nada se interponga en su camino", explicó uno de sus mozos.
El elenco se completó con Alan Rickman como el villano Hans Gruber, un criminal alemán; Bonnie Bedelia como la esposa de McClaine, quien estaba peleada con su marido; Alexander Godunov como secuaz malvado de Hans y por Reginald VelJohnson, la inesperada ayuda para McClane en el rol del Sargento Al Powell.
Caminando sobre vidrio
El otro gran protagonista del film era el edificio, el Nakatomi Plaza. Tras una semana de exploraciones y búsquedas de posibles locaciones, lo encontraron más cerca de lo que esperaban, en el mismo lote de Fox. Era una gran torre de oficinas recién estrenada que no tenía todos sus pisos ocupados y que podían usar de set sin gastar mucho.
"Casi toda la película se filmó en ese edificio. La escena en la que pierde sus zapatos, por ejemplo, y tiene esa gran pelea... ¡Fue en unas oficinas que luego alquiló Ronald Reagan! De hecho, cuando su equipo comenzó a amueblar el sitio, encontró marcas de balas y algunos cartuchos en las esquinas porque el rodaje había sido semanas atrás. Se enloquecieron, creyeron que era un atentado y llamaron al FBI", recordó el guionista Steve E. de Souza.
Si bien la base de la trama estaba en la novela de Thorpe Nada dura para siempre, se habían hecho muchos cambios y el director John McTiernan -que venía de hacer Depredador, y luego haría La caza del Octubre Rojo y El último héroe en acción- no estaba seguro de que le gustara el final original o muchas de las escenas de la parte central del conflicto. Así que las escenas se fueron escribiendo a medida que iba avanzando el rodaje y los encargados de las coreografías con los dobles de acción se inspiraban con objetos y rincones que iban encontrando para proponer tomas.
"Toda la escena de Bruce caminando descalzo sobre vidrio se nos ocurrió a la tercera semana del rodaje. La verdad es que no teníamos mayor indicación que pensar qué haría el personaje en determinadas situaciones, creíamos que era algo que el espectador también quería ver. Entendimos que no nos resolvía nada mostrar a un gran héroe, precisábamos ver el dolor al pisar vidrio, el sufrimiento al equivocarse... Esos detalles impidieron que McClane se viera como un agrandado o superado, sino que lo devolvía a la senda de la valentía", aseguró McTiernan.
A pesar del caos de no tener claro hacia dónde se dirigía la película, el rodaje se mantuvo por semanas por el famoso mal genio del realizador, con el que nadie quería discutir ni pelearse. "McTiernan puede ser muy intimidante, nadie quiere contradecirlo. Pero también es un genio. Me acuerdo que un día a las 4 de la mañana decidió que la muerte de Takagi debía ser por un disparo que le volara literalmente los sesos. Llamó a los de efectos especiales y les dijo: ‘Necesito que el cerebro explote en la cara del espectador así me van a pedir que quite esa escena y no van a mirar el resto de la película, que sí será violenta’", recordó el publicista Andy Lipschultz.
Para una de las tomas del final, cuando el villano cae al vacío y es capturado por la cámara desde un primer plano de su cara, decidieron que sea Rickman y no un doble de riesgo quien lo realice. Así, el inglés terminó cayendo sin experiencia alguna en un gigantesco colchón inflable. "Calculo que eran diez metros de altura... Lo suficiente como para romperte la espalda si no lo hacés bien, sobre todo si no tenés experiencia en este tipo de cosas. Pero se animó y lo hizo: eso sí, la cara de terror que le ves es real. Eso es imposible de actuar, lo que estás viendo es miedo puro", reconoció el diseñador Jackson De Govia.
El camino del héroe
El rodaje de Duro de Matar se extendió por diez semanas, a pesar de que el presupuesto y el plan original contemplaban sólo ocho. "Había tanto por hacer que fue una locura realizarlo en tan poco tiempo. Tomábamos decisiones en tiempo real y basándonos en nuestros instintos de qué creíamos que era lo mejor y lo que más disfrutaría la audiencia pero sin planes, algo que hoy es imposible. El logo de la Corporación Nakatomi, por ejemplo, fue apenas la segunda versión que se me ocurrió, porque la primera parecía en los reflejos que tenía una esvástica. La nueva, en cambio, era el caso de un guerrero samurai sin tener ningún tipo de explicación más que nos gustaba", explicó De Govia. Pero la película siguió cambiando incluso después de rodada.
"Ya habíamos filmado todo cuando McTiernan me llamaba a la sala de edición y me pedía que agregue más chistes en donde ya estaba todo grabado. De hecho, si prestás atención verás que la mayoría de las frases más graciosas son dichas de espalda o fuera de cuadro, porque no teníamos al actor moviendo los labios", graficó De Souza.
Los primeros afiches de Duro de Matar se dieron a conocer a comienzos de 1988 y la reacción del público fue pésima: nadie se tomaba en serio a Willis en el rol de héroe de acción, así que Fox debió rehacer los anuncios para que sólo apareciera el edificio, que parecía el único protagonista. De hecho, en España se estrenó con el título La selva de cristal.
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La película se estrenó el 15 de julio de ese año de manera muy modesta, con 600 mil dólares de recaudación. Las críticas fueron crueles: nadie entendía por qué el protagonista era un hombre común, por qué era sarcástico y no paraba de quejarse. Pero el público la amó, comenzó el boca a boca y a la semana siguiente recaudó 7 millones. Dos meses más tarde había recaudó 83 millones en los Estados Unidos y 57 en el resto del mundo, cuando su presupuesto había sido de 28.
Duro de matar tendría continuaciones en 1990, 1995, 2007 y 2013, ninguna con la magia y suceso de la original. Pero lo más importante es que inauguró un subgénero de acción, en donde eran personas comunes y corrientes las que vivían las aventuras que antes estaban reservadas sólo a grandes héroes, como Máxima Velocidad o Avión presidencial.
A más de tres décadas del estreno de la película, circulan rumores de que pronto podría llegar una séptima película de la saga. El proyecto se llama simplemente McClane y no tendría a Willis en el protagónico, sino que sería una precuela que cuenta la vida del personaje antes de la primera entrega.
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