Dunkerque, un episodio bélico real que convalida las batallas de Christopher Nolan
La nueva película del prestigioso realizador, que se estrena hoy, reconstruye un épico rescate de más de 300.000 británicos a comienzos de la Segunda Guerra Mundial
"Fue una brillante operación histórica y había que llevarla a la pantalla", escribe Homero Alsina Thevenet al comienzo de la crítica de la versión original de Dunquerque (Dunkirk, 1958), publicada en el diario El País, de Montevideo, el 7 de agosto de 1959 e incluida en el tomo II-A de sus Obras incompletas. Parece mentira que haya pasado más de medio siglo entre aquella película y el estreno de una nueva inspirada en el mismo hecho histórico, uno de los acontecimientos decisivos de toda la Segunda Guerra Mundial, ocurrido 77 años atrás, entre fines de mayo y principios de junio de 1940.
La distancia entre aquel clásico de los estudios Ealing, dirigido por Leslie Norman y protagonizado por Richard Attenborough y John Mills, y la nueva versión que estrenará Warner mañana en los cines argentinos no está marcada sólo por el tiempo ni por una leve variación en el título, que no varió en el original, pero se estrena en la Argentina como Dunkerque. Así se conoce en castellano la ciudad francesa del mismo nombre en la que transcurre la acción. Pero en este caso lo más importante tiene que ver con su director. Y ninguna obra de Christopher Nolan pasa ciertamente inadvertida cuando sale a la luz. Todo lo contrario.
Es la primera vez que el realizador de Memento, El origen, Interestelar y la trilogía de Batman conocida bajo la denominación de El Caballero Oscuro recurre a un hecho de la vida real. A través de este hecho, que dejó de ser una dramática evacuación para transformarse en un acontecimiento épico que le dio otra fisonomía al decurso del pavoroso conflicto bélico, Nolan lleva adelante su propia guerra. Su lucha es contra quienes considera que reducen hasta los bordes de la extinción la experiencia básica y fundamental del cine. El hecho esencial e intransferible de ver una película en el lugar concebido, preparado y dispuesto para cumplir con ese ritual.
"Hacemos películas para ser vistas en una sala de cine. Y no me refiero solamente al tamaño de la pantalla ni a la tecnología que está detrás de ella, por más que ambas sean importantes. Lo esencial pasa por la experiencia compartida que viven quienes participan de ella", dijo Nolan hace poco a la agencia AP. El hecho intrínseco, característico y definitorio del cine para Nolan es la "fascinante, intensa y maravillosa tensión" que se establece entre la experiencia subjetiva que nos llega a través de la imaginación del cineasta y la "extraordinaria" posibilidad de compartirla con otras personas que se disponen a vivirla al mismo tiempo y en el mismo lugar. "La única definición posible de una película es aquello que puede verse dentro de una sala de cine", afirmó.
Nolan se propone como el artífice del rescate de esta tradición, representada a través de su voluntad de imponer en Estados Unidos proyecciones preferentemente analógicas (en un mundo dominado por la impronta digital) y rodar con cámaras de 65 mm e IMAX, que es el formato en el que mejor se aprecia la intensidad de la triple perspectiva de la narración. La trama de Dunkerque se mueve de manera sucesiva e intercalada en situaciones que transcurren en el aire, el agua y la tierra firme.
Lo que la película narra es la llamada Operación Dinamo, una acción tan convencida como desesperada que Winston Churchill impulsó para rescatar a 338.226 combatientes británicos empujados por el avance alemán en la Francia y la Bélgica ocupadas hasta el punto francés más nórdico y próximo al canal de la Mancha. Allí quedaron en una playa abierta a la espera de un vano rescate desde el mar (los destructores británicos no podían llegar) y a merced del fuego de los aviones enemigos. Cuenta el historiador e investigador Michael Burleigh en Combate moral, una historia de la Segunda Guerra Mundial que la operación de salvamento estaba condenada a un desastroso fracaso, pero Hitler decidió frenar sus tanques a sólo 25 kilómetros de la playa para usarlos luego "contra las numerosas fuerzas francesas que seguían en combate" y creyó en la palabra de su lugarteniente Hermann Goering, quien le prometió "que la Luftwaffe por sí sola podía acabar con los británicos". Contra reloj, antes de que lo peor ocurriera, Inglaterra "requisó toda clase de embarcaciones civiles, las hizo cruzar el canal y comenzó el rescate de su ejército", según resume Alsina Thevenet en su crítica. Fueron 861 las embarcaciones civiles de todo tipo (de veleros y ferries a buques de pesca) que rescataron a esa multitud de tropas inermes.
El ánimo de derrota se transformó en el "espíritu de Dunkerque", una expresión simbólica que para la investigadora británica Susan Hayward no sólo sirvió desde allí para retratar el indómito espíritu que aflora a veces entre los británicos contra toda lógica. También lo utilizó el cine inglés para reconstruir los hechos de la guerra a través de películas concebidas con propósitos patrióticos o propagandísticos en aquellos tiempos de guerra e inmediata posguerra. Lo afirma en el libro Cinema Studies, The Key Concept al hablar del cine bélico.
Pocos días atrás, en vísperas del estreno de la película en tierras británicas, aquel "espíritu de Dunkerque" volvió a resonar. Muchos lo identificaron como un símbolo del Brexit, en especial desde la mirada política más conservadora. Se dijo que esa actitud solitaria e integradora fortaleció a los británicos al decidirse a actuar fuera de Europa, afirmando patrióticamente su superioridad.
La mirada de Nolan aporta otro matiz. "Vivimos en una era en la que se exagera el individualismo a expensas de lo que podemos hacer juntos. Lo que Dunkerque nos dice es que podemos hacer mucho a partir de un heroísmo común. Lo que resuena más entre nosotros es esta historia de guerra tan inusual en la que militares y civiles actúan juntos", señaló.
Dunkerque es un inmediato éxito global: arrancó primera en la taquilla de 15 países, incluyendo Estados Unidos. Nolan también aborrece la sangre, y en este sentido su película se instala en las antípodas de las miradas que Steven Spielberg (Rescatando al soldado Ryan) y Mel Gibson (Hasta el último hombre) tienen de la Segunda Guerra Mundial. "Prefiero acelerar las tensiones e ir superponiendo distintas capas de suspenso", opinó, en cambio. La particular "guerra" de Nolan, en la que aparecen adversarios como el cine digital y Netflix, empieza a rendir sus frutos.
Nombres ignotos, conocidos y una grata sorpresa
A los 20 años, debutante absoluto en el cine, Fionn Whitehead se convirtió en el protagonista de Dunkerque. Nolan quiso al frente del elenco una figura casi ignota, ajena al star system y que pudiera reflejar la imagen de chico común y corriente expuesto a los espantos de la guerra. A Whitehead se sumaron el galés Aneurin Barnard y la estrella de la música pop Harry Styles. "Me impresionó muchísimo en las audiciones. Lo elegí exclusivamente por su talento actoral", dijo Nolan del chico de One Direction. Estas juveniles presencias conviven con algunos nombres consagrados en papeles secundarios, pero decisivos: Kenneth Branagh, Mark Rylance y dos viejos conocidos del realizador y habitués de su obra: Cillian Murphy y Tom Hardy.
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