Al parecer, Denis Villeneuve es un hombre temerario. Si no sería difícil de entender por qué el exitoso director canadiense está dispuesto a llevar a la pantalla grande Duna, la novela de ciencia ficción de 1965 del escritor estadounidense Frank Herbert. Una empresa que intentaron antes el chileno Alejandro Jodorowsky y el norteamericano David Lynch sin grandes resultados. En el caso del primero, se gastó a mediados de los 70 casi dos millones de dólares en la preproducción de una película que nunca vio la luz. Por su parte, Lynch logró filmar su película, estrenada en 1984. Pero se arrepintió toda la vida de haberla hecho y afirmó en varias ocasiones que Duna había sido un "gran fracaso".
Ninguno de estos antecedentes desanimó al director de La llegada y de Blade Runner 2049, que ya concluyó el rodaje de la primera de las dos películas que hará en base al clásico de ciencia ficción. Su estreno está previsto para el 19 de diciembre de 2020 en Argentina.
Pero, ¿cuál es la historia de Duna? Ambientada en el año 10.191, la novela narra la lucha de dos familias enemistadas, los Atreides y los Harkonnen, por el control de Arrakis, también llamado Duna, un planeta desértico habitado por enormes gusanos de arena donde se produce una sustancia llamada especia, o melange. Ésta prolonga la vida, expande la conciencia y es vital para viajar por el espacio. Preocupado por mantener su liderazgo, el emperador galáctico Padishah Shaddam IV envía a los Atreides a controlar Arrakis para correrlos de escena. Allí, el joven Paul Atreides tendrá que luchar contra el malvado barón Harkonnen y terminará liderando a los fremen, un pueblo que espera desde hace tiempo la llegada de un Mesías.
Villeneuve asegura que sueña con adaptar Duna desde que leyó el libro en su adolescencia. Escribió el guion junto con Eric Roth (Forrest Gump) y Jon Spaihts (Prometeo). Y si bien dice que tiene un enorme respeto por Lynch, en 2017 aclaró en una entrevista: "No tendrá ningún vínculo con la película de David Lynch. Me voy a basar en el libro, y en las imágenes que me surgieron cuando lo leí".
Para su versión, Villeneuve cuenta con un elenco en el que destacan Timotheé Chalamet como Paul Atreides, Oscar Isaac como su padre, el duque Leto; Rebecca Ferguson como Lady Jessica; Stellan Skarsgård como el barón Harkonnen, Javier Bardem como Stilgar, el líder de los fremen, así como Charlotte Rampling, Jason Momoa, Dave Bautista y Josh Brolin, entre otros.
Pero hay más: el nuevo servicio de streaming de WarnerMedia, HBO Max, anunció hace pocas semanas que Villeneuve supervisaría también una serie ambientada en ese universo, Dune: The Sisterhood, con el acento puesto en la enigmática orden de las Bene Gesserit, una suerte de cofradía de brujas con poderes sobrenaturales y designios de dominación galáctica a la que pertenece Lady Jessica, la madre del protagonista.
La llegada de un Mesías cinematográfico
"Quise crear un profeta para cambiar las mentes jóvenes de todo el mundo. Para mí, Duna iba a ser como la llegada de un dios, un dios artístico, cinematográfico", confesó Jodorowsky en el documental Jodorowsky’s Dune, de Frank Pavich (2013). "Para mí no se trataba de hacer una película, sino algo más profundo. Quería crear algo sagrado, libre, con nuevas perspectivas, ¡abrir la mente!". Lo cierto es que el proyecto de Jodorowsky era tan ambicioso que, según confesó, la película debería haber durado al menos diez horas. En total, el también artista plástico y escritor dedicó casi cinco años a este sueño descomunal.
Para 1973, Jodorowsky había dirigido tres películas: Fando y Lis, El topo y La montaña sagrada. Las últimas dos habían sido un éxito en Francia, lo que llevó al productor Michel Seydoux, que las había distribuido allí, a proponerle al chileno que trabajaran juntos. Seydoux le ofreció filmar lo que quisiera. Y Jodorowsky respondió que lo quería era filmar Duna.
Lo primero que hizo Seydoux fue alquilarle a Jodorowsky un castillo en Francia, donde éste se encerró a escribir el guion. Luego el director convocó a Jean Moebius Giraud, uno de los más grandes historietistas franceses, quien desarrolló junto a él un storyboard con unos 3000 dibujos que plasmaban en detalle la frondosa imaginación del chileno. Muchos de esas imágenes, que nunca se tradujeron en cine, conformarían luego su cómic El Incal.
Una vez fichado Moebius, el artista chileno salió a buscar al resto de sus "guerreros", como llamaba a las personas que quería sumar a su proyecto. Por empezar, necesitaba a un experto en efectos especiales que pudiera dotar a aquel universo de fantasías desbordadas de la mayor verosimilitud posible. Es así como Jodorowsky llegó a Dan O'Bannon, que había protagonizado, coguionado y trabajado en los efectos especiales de la primera película de John Carpenter, Dark Star (1974). Para el diseño de las naves espaciales convocó a Chris Fosse, quien se había hecho famoso por sus ilustraciones de libros de ciencia ficción de autores como Philip Dick e Isaac Asimov. Y para idear el castillo del barón Harkonnen, el cineasta contrató –por recomendación de Salvador Dalí– al artista suizo H. R. Giger, creador de mundos sombríos habitados por humanoides, máquinas, calaveras y seres que se asemejaban a reptiles y moluscos.
Conformado el equipo creativo, Jodorowsky comenzó a buscar a sus actores. Para Paul Atreides pensó en su hijo Brontis, por ese entonces un adolescente, a quien quiso convertir en un auténtico guerrero, sometiéndolo a un exhaustivo entrenamiento en artes marciales que duró dos años ¡a un ritmo de seis horas al día los siete días a la semana! Se fueron sumando a la lista David Carradine, Mick Jagger y Udo Kier (a quienes Jodorowsky elegía, en gran parte, por sus "vibras energéticas") y hasta Orson Welles y Salvador Dalí. En cuanto al director de El ciudadano, a quien por ese entonces comer bien le interesaba tanto o más que el cine, lo convenció para interpretar al rubicundo barón Harkonnen prometiéndole que, si aceptaba, iba a comer todos los días del rodaje como en los mejores restaurantes del mundo.
Para la música se entrevistó con los jóvenes músicos de Pink Floyd, que venían de grabar El lado oscuro de la luna, y con los franceses Magma, cuyo rock progresivo más oscuro y experimental le pareció perfecto para musicalizar al temible barón Harkonnen.
A esa altura, el proyecto de Jodorowsky prometía ser uno de los más y revolucionarios de la historia del cine. Pero tenía un problema: su director. Cuando los productores franceses viajaron con su frondoso álbum-storyboard a Hollywood para convencer a los gigantes de la industria, ninguno se animó a embarcarse en semejante viaje con un capitán como Jodorowsky al mando.
El resto de la historia es conocida: el grupo creativo ideado por Jodorowsky terminaría haciendo Alien, el octavo pasajero, de Ridley Scott (1979), liderados por O'Bannon, quien ideó y escribió la historia y le pidió a Giger que creara al famoso monstruo espacial. A ellos se sumaron Moebius y Chris Foss. Pero aún no estaba dicha la última palabra. A principios de los 80, la productora italiana Raffaella De Laurentiis le entregaría el proyecto a David Lynch.
Una pesadilla y un aprendizaje
Duna es considerada, de forma casi unánime, como la peor película en la filmografía de un director de culto como Lynch, evaluación con la que parece acordar el mismo cineasta. "No sería justo decir que Duna fue una pesadilla absoluta, pero sí quizá que fue en un 75 por ciento pesadilla. Y el motivo es que no tuve el corte final", diría años después. "Yo ya lo sabía. ¿Por qué lo hice? No lo sé. Pero cuando no tenés el corte final ni total libertad creativa, estás preparado para morir. Y me morí".
Por ese entonces, Lynch venía de filmar Eraserhead (1977) y El hombre elefante (1980), que contó con ocho nominaciones a los Oscar, entre ellas las de mejor película y mejor director. Para cuando Lynch comenzó a trabajar en el guion de Duna –un dato curioso: primero le ofrecieron el proyecto a Ridley Scott, quien finalmente lo rechazó para hacer Blade Runner (1982)–, ya se habían estrenado aventuras especiales clave como Star Wars (1977) y Alien. La vara estaba alta.
Para el elenco, Lynch convocó a su futuro actor fetiche, el entonces ignoto Kyle MacLachlan, como Paul Atreides (dicen que poco antes habían rechazado el papel Rob Lowe y Val Kilmer). Por su parte, el alemán Jürgen Prochnow fue fichado como el duque Leto Atreides, Kenneth McMillan como barón Harkonnen, Everett McGill como Stilgar, el líder de los fremen y Sting como Feyd Rautha, el joven y bello sobrino del barón Harkonnen destinado a ser su sucesor. A ellos se sumaron Brad Dourif, José Ferrer y Max von Sydow. Muchos de ellos, como Mac Lachlan, Prochnow y McGill terminarían trabajando con Lynch en su serie Twin Peaks.
La elección del músico de The Police parece haber estado inspirada en el proyecto de Jodorowsky, ya que éste también había pensado en un rockero como Jagger para el papel del noble sobrino. Sting apenas tuvo líneas de diálogo en Duna, pero su participación es especialmente recordada por la escena en la que emergía de una especie de ducha espacial envuelto en una nube de vapor y vistiendo tan sólo un slip metálico. Al parecer, la idea original era que apareciera desnudo. Si bien el frontman no había puesto peros, los productores no se animaron a tanto. También parece calcada la decisión de encargarle la banda de sonido de Duna a un grupo de rock. Los encargados fueron los músicos de Toto, mientras que el británico Brian Eno compuso uno de los temas.
En total, a Lynch le llevó tres años y medio terminar la película. El rodaje se hizo en los estudios Churubusco de México y locaciones cercanas. Se construyeron unos 80 decorados y el film contó con un equipo técnico de casi mil personas y 20.000 extras. Todo indicaba nada podría fallar. Pero falló. Tras su estreno en diciembre de 1984 y un buen primer fin de semana, Duna recaudó apenas 31 millones de dólares, nueve menos de los que había costado. La crítica la odió y los fans tampoco quedaron conformes. Incluso hubo quienes vieron en las pústulas que lucía en su cara el barón Harkonnen, a quien le gustaba devorar jóvenes –en el sentido sexual y literal– una alusión al sida y tildaron la película de homofóbica.
Y la verdad es que no les faltaba razón para estar desilusionados. La trama de Duna es difícil de seguir. Algunos de los efectos especiales son mediocres, incluso para la época. Las motivaciones de los personajes no terminan de quedar claras y éstos parecen moverse más bien como autómatas al servicio de una película que no termina de cautivar nunca, salvo escenas aisladas. "Algunos de los efectos especiales de la película terminaron siendo muy baratos. Se les terminó el dinero. Y sé que en muchos casos no le dieron lo que quería", contó alguna vez Brad Dourif.
Es difícil saber si los recortes a los que los productores obligaron a Lynch fueron los únicos culpables. Pero lo cierto es que, como se eliminaron tantas escenas, hubo que añadir insoportables diálogos interiores a los personajes, que se pasan toda la película explicando sus acciones. El monólogo inicial en el que una jovencísima Virginia Madsen introducía al espectador en el universo de Duna también fue añadido posteriormente para echar algo de luz a un argumento de por sí complejo.
Así y todo, Lynch ha asegurado haber aprendido muchísimo de este fracaso. "Dicen que cuando tenés un fracaso no te queda más que subir", señaló en el documental The Great Directors, de Angela Ismailos. "Es tan liberador. De alguna manera es hermoso".
El que también le encontró algo de hermoso fue Jodorowsky. Según contó en el documental sobre su fallido proyecto, el día del estreno de Lynch llegó hasta el cine arrastrando los pies, completamente desanimado. El director norteamericano, a quien admiraba, había logrado cumplir su sueño. "Creí que iba a morirme", confesó. Pero a medida que el film se desarrollaba ante sus ojos, comenzó a cambiar de idea: "Paso a paso me fui poniendo contento porque la película... ¡era espantosa! ¡Era un fracaso!".
Cabe preguntarse ahora si el ya nonagenario artista chileno volverá a arrastrarse hasta el cine para ver la nueva adaptación de Denis Villenueve. Quizá hasta tenga ganas de invitar a David Lynch a acompañarlo.
Más notas de David Lynch
Más leídas de Espectáculos
“La vida es más dura que la ficción”. Thelma Biral: por qué dejó Brujas, la extraña enfermedad que la aqueja y el amor que no pudo ser
Una temporada fugaz. El reality de parejas conducido por Alejandro Fantino finalizó sin cubrir las expectativas de público
De no creer. El increíble cambio de Emma Vich a cuatro meses de la final de Gran Hermano
Qué ver en Netflix. Las mejores series y películas para maratonear este fin de semana largo