Duna-Parte 2: una epopeya galáctica que aspira a ser una experiencia inmersiva en las salas de cine
El film de Denis Villeneuve, que se estrena hoy, potencia las virtudes físicas de las salas de cine; filmado en Jordania, privilegia el paisaje y el realismo sobre los efectos especiales
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En una película repleta de secuencias visuales extraordinarias desplegadas a todo lo ancho de la pantalla de cine, algunas de las escenas más destacadas de Duna-Parte 2, la épica de ciencia ficción dirigida por Denis Villeneuve que se estrena hoy en la Argentina, se concentran en el vínculo entre sus personajes centrales, Paul Atreides, interpretado por Timothée Chalamet y Chani (Zendaya). La imagen de Paul y Chani iluminados por el sol del desierto, el hogar de ella y el sitio del renacimiento de él, resume mucho de lo que el film quiere contar. Y, según Villeneuve, el evocativo plano fue uno de los más difíciles de filmar durante el rodaje realizado en Jordania.
“Si hay algo de lo que me siento especialmente orgulloso es que en el proceso de rodar la película no comprometimos nuestra visión artística. Greig Fraser, el director de fotografía, se pasó horas calculando el momento exacto de la salida del sol y como aprovechar los primeros diez minutos del amanecer para captar esa escena. Fue una filmación muy divertida pero también resultó exigente y precisa”, explicó Villeneuve en una charla vía zoom con periodistas de todo el mundo de la que participó La Nación. Su meticulosidad y hasta la obsesión para lograr el ansiado plano, admite el director, hizo que unas escenas que lucen muy simples en pantalla no terminaran de satisfacerlo hasta no encontrar “la roca exacta, con el color exacto con la luz adecuada reflejada en un momento específico del día”.
De hablar pausado y amable, la tenacidad del realizador canadiense hace de la segunda parte de la adaptación de la legendaria novela de Frank Herbert, un despliegue de contrastes y temáticas fascinantes. La acción comienza dónde finalizó la película anterior estrenada en 2021, con Paul y su madre Lady Jessica, interpretada por la magnífica Rebecca Ferguson, intentando sobrevivir en Arrakis, el desértico planeta que sus habitantes nativos, los fremen, buscan defender de los malvados conquistadores comandados por el Barón Vladimir Harkonnen (Stellan Skarsgård) y su prole. Con una porción de los nativos convencidos de que Paul es el mesías del que hablan sus profecías ancestrales, la trama incorpora temas como los peligros del extremismo religioso y el lado oscuro del poder que estaban presentes en la novela original y sobre todo en su continuación Mesías de Dune, cuya historia seguramente formará parte central de la tercera parte de la saga cinematográfica de Villeneuve.
Claro que para esta segunda entrega, la preocupación principal del director era otra: “el gran conflicto político, el drama con letras mayúsculas era importante de retratar pero mi prioridad era contar el vínculo entre Paul y Chani. Si el público no se conectaba con su relación estoy convencido de que no teníamos película”. Para lograr la alquimia perfecta entre epopeya galáctica e íntimo drama romántico, Villeneuve y su equipo-prácticamente el mismo que trabajó con él en la primera parte-, intentaron apoyarse principalmente en los imponentes escenarios naturales de Jordania y Abu Dabi y las escenografías creadas por la producción más que en lo que los efectos visuales podían aportar en el proceso de posproducción. “Intentamos hacer todo en cámara, la dirección de fotografía se estableció en el rodaje con un uso mínimo de componentes digitales. Estoy muy contento de haberlo hecho así. Era el mejor modo de hacer que los actores se sintieran cómodos y tuvieran la libertad de concentrarse en sus personajes sin tener que estar preocupados por la pantalla verde o la falta de realismo en sus interpretaciones. Así, en este rodaje muchos me decían que sentían que estábamos haciendo una película independiente. La idea era protegerlos para que no padecieran la “gran maquinaria industrial” que un film como este trae consigo y darles el espacio para experimentar con sus personajes”, explicaba Villeneuve a La Nación.
Según contó Chalamet en una entrevista con el diario The New York Times el método de trabajo y el entusiasmo del director inspiraron enormemente tanto al elenco como al equipo técnico. “Siempre querés que esté orgulloso de vos”, decía el protagonista alabando al realizador, un reconocimiento al que se sumó Dave Bautista (Guardianes de la galaxia), que encarna a uno de los despiadados Harkonnen. “Nunca tuve un director como Denis. Cuando me sentía cohibido e inseguro en el primer film, él me dio la confianza que necesitaba. Me dijo que yo era un actor con mucha potencia. Ese tipo de apoyo, que yo nunca había tenido antes ni volví a tener después de un director de su talla, significa todo para un actor, es la validación que necesitas”.
La gran pantalla
Aunque muchos especialistas y fanáticos categorizan a Duna como uno de los exponentes fundamentales de la ciencia ficción galáctica (la novela es el libro más vendido del género desde su publicación en 1965), para Villeneuve su adaptación está más cerca de la poesía que de las estrellas. “Esta no es una película que tome la ciencia ficción desde el lado más tradicional del género, se trata más bien de explorar una nueva cultura. Para mí es mucho más interesante y cinematográfico retratar las caminatas sobre la arena que el interior de una nave espacial”, decía hace pocas semanas el director en una entrevista con The New York Times. Su punto de vista, aunque pueda incomodar a los fans de Herbert y por elevación a los de Star Wars, que tanto le debe a Duna, no fue el más polémico que el realizador desplegó en los últimos días.
En una nota publicada el domingo pasado por el diario británico Times, Villeneuve fue contundente respecto al cine y su estado actual: “francamente, odio los diálogos. Los textos son para el teatro y la televisión. No recuerdo películas que me hayan quedado en la memoria por sus parlamentos y sí aquellas que me impactaron con sus imágenes poderosas. No estoy interesado en absoluto en los textos. Para mi, el poder del cine es pura imagen y sonido, pero eso no es algo que resulte tan obvio en los films que se hacen hoy en día. Las películas han sido corrompidas por la televisión”.
En la charla con LA NACION sin embargo, el director prefirió un acercamiento al tema bastante más moderado, tal vez alguien le haya advertido que para la campaña de promoción de Duna-Parte 2 la polémica y el conflicto no son las herramientas más efectivas para atraer al público a las salas que es, después de todo, el mayor objetivo y horizonte creativo del proyecto en el que lleva trabajando más de cinco años y al que le dedicará al menos dos más para completar la tercera película que aún no tiene fecha de estreno.
“El tipo de films que me inspiraron para ser director siempre fueron los que se hacían para y se proyectaban en las pantallas lo más grandes posibles, obras inmersivas en las que se disfrutaba al máximo la experiencia de ir al cine. Y como amo profundamente esa sensación ahora hago todo lo que está a mí alcance para hacer películas en esa línea. Muchos dicen que en el futuro cercano las pantallas de los televisores y la calidad de los proyectores hogareños sumado a las capacidades de la realidad virtual estarán a la par de lo que pueden ofrecer las salas pero aún si así fuera lo que nunca podrán superar y ni siquiera igualar es la definición del sonido como se escucha en el cine, para eso se necesita espacio y el oxigeno que te rodea que crea un impacto fenomenal en los espectadores. Estoy trabajando muy intensamente con mi equipo para alcanzar esa noción de espectáculo de la manera más irrepetible posible”, concluye Villeneuve que con la deslumbrante, lírica e innovadora Duna-parte 2 aporta el argumento definitivo para convencer al público de que no hay mejor experiencia cinematográfica que la que se vive en las salas de cine.
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