Domhnall Gleeson conquista la galaxia, pero también el Lejano Oeste
Si le parece que el actor irlandés de nombre impronunciable está en todos lados, es porque es cierto: forma parte del elenco de cuatro películas nominadas al Oscar, de El renacido a Star Wars: el despertar de la fuerza
El tipo sonríe, mira a la cámara y explica. "Es como Tonal pero con una de en lugar de la te. Y la eme es muda, está ahí solo para confundir a los norteamericanos". Vuelve a sonreír y listo, todo aclarado. Ese actor de nombre aparentemente impronunciable está por todos lados y Hollywood sigue llamándolo, aunque esa eme los vuelva locos.
Domhnall Gleeson forma parte del elenco de cuatro películas nominadas al Oscar, una marca notable para cualquier intérprete y especialmente para uno que siempre supuso que su aspecto "imposiblemente irlándes" (o pelirrojo extremo), le haría perder más papeles de los que terminaría consiguiendo. Sin embargo, si hay que tomar en cuenta a directores como J.J. Abrams y Alejandro Gonzalez Iñárritu, por citar a dos poderosos del cine con los que trabajó recientemente, no hay límite para la carrera del hijo mayor –tiene tres hermanos–, del brillante actor Brendan Gleeson, con el que compartió elenco en Harry Potter y las reliquias de muerte 1 y 2, films en los que el joven Gleeson era el heroico hijo mayor de los Weasley, Bill. También aparecerían juntos en algunos cortos irlandeses, uno dirigido por el propio Domhnall y en una escena de Calvario de John Michael McDonagh, protagonizada por el padre, hasta ahora el más famoso de la casa.
En 2015, el actor –nacido en Dublín en 1983– de repente estuvo en todos lados. En la magnífica fantasía de ciencia ficción Ex Machina, de Alex Garland, nominada al Oscar como mejor guión original, es el ingenuo programador Caleb, enfrentado no solo al excéntrico científico interpretado por Oscar Isaac sino también a la posibilidad de repensar aquello que lo define como humano. Por el modo en que Gleeson lo interpreta, es imposible no establecer un lazo de empatía con el personaje, algo que sucede bastante seguido en sus apariciones.
Lo mismo ocurría en Cuestión de tiempo, de Richard Curtis, en la que interpretaba al hijo amoroso, al novio casi perfecto y al hermano soñado. Un dechado de virtudes que en manos de otro actor hubiera sido insoportablemente empalagoso. Pero gracias a Gleeson no lo es porque detrás de sus sonrisas tiernas y sus suspiros dulces se esconde algo más, un mundo interior un poquito más oscuro. O taciturno, como aquel Levin, todo barba y silencios de estepa rusa que hacía en la versión de Joe Wright de Ana Karenina.
Hay algo en Domhnall (hay que escribir muchas veces el nombre para automatizarlo para los años de carrera que tiene por delante) que a muchos realizadores les sugirió fortaleza, heroísmo, un enclave moral en medio de la crisis. Así aparece en Brooklyn, tan comprensivo y firme que casi es una metáfora del hogar para la protagonista interpretada por Saoirse Ronan, otra promesa cumplida de Irlanda de nombre con truco (se pronuncia Sirsha) y talento notable. Y un función similar, aunque mucho más compleja, cumple en Revenant: el renacido como el capitán que intenta mantener la humanidad en un contexto brutal y primitivo. Allí donde Leonardo DiCaprio, el protagonista de la película de Iñárritu estrenada esta semana, gruñe y repta, Gleeson observa y comunica con poco que todo está perdido pero que aun así la rendición no es posible. Del otro lado del espectro interpretativo está el General Hux que jugó en Star Wars: el despertar de la fuerza, un poderoso aliado del lado oscuro de la fuerza que volverá a la carga en el Episodio VIII que ya comenzó a rodarse en Londres para estrenarse en diciembre de 2017.
De las películas megataquilleras a los dramas más intimistas y las obras teatrales que protagonizó (antes de llegar con todo al cine ya tenía una nominación al Tony por su trabajo en El teniente de Inishmore) junto a su padre y su hermano Brian en Irlanda, el muchacho pelirrojo de pestañas casi transparentes parece adaptarse a todos los terrenos con la facilidad de quién se sabe único, tan especial como cada uno de nosotros.
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