Doctor Dolittle: un protagonista celoso, un set sumido en el caos y el fracaso en taquilla que dejó a un estudio en la cuerda floja
El film musical de Richard Fleischer fue la gran apuesta de Fox en 1967; tras su estreno, tuvo malas críticas y una taquilla decepcionante que provocó una crisis puertas adentro de la productora
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Durante los últimos años de la década del 60, los estudios de Hollywood estaban en crisis. La televisión se había consolidado como una fuente de entretenimiento en el centro de los hogares y la revolución que se propagaba en otros ámbitos de la cultura popular aun no había llegado al cine mainstream. Pero había un tipo de película en la que se podía confiar para atraer a multitudes, un género que se había desarrollado con éxito en las primera mitad del siglo XX: el musical.
Al menos, eso creían los jefes y ejecutivos de los grandes estudios. Tenían buenas razones para hacerlo. Los 60 habían comenzado con el éxito de Amor sin barreras, de Robert Wise y Jerome Robbins (1961). Luego, en en 1964, coincidieron dos grandes ejemplos del género que cosecharon taquilla y premios: Mi bella dama, de George Cukor, y Mary Poppins, de Robert Stevenson, con Julie Andrews. La protagonista del film de Disney se coronó como la reina absoluta del musical al año siguiente, cuando encabezó el elenco del suceso internacional La novicia rebelde, también dirigida por Wise.
Los excelentes resultados de estos musicales para atraer al público y la noción de que el diferencial del cine frente a la televisión era el gran espectáculo, con decorados y vestuarios fastuosos, multitud de personas en escena y música de orquesta a todo volumen, parecían indicar que el musical era el camino a seguir. Pero los vientos de cambio pronto traerían una época difícil para el género y quedaría demostrado, una vez más, que en el cine no existen las fórmulas infalibles.
Una de las películas que se convirtió en ejemplo de estos cambios de época fue Doctor Dolittle (1967), dirigida por Robert Fleischer y protagonizada por Rex Harrison, Samantha Eggar, Anthony Newley y Richard Attenborough. Décadas antes de que Eddie Murphy y Robert Downey Jr. encarnaran al veterinario que habla con los animales, se produjo una versión musical basada en los libros de Hugh Lofting, que no resultó el éxito de taquilla que todos esperaban.
El destino de Doctor Dolittle -que puede verse por Disney+- estuvo signado por ubicarse en el momento justo en el que las expectativas del público se estaban transformando y algunos realizadores jóvenes aparecían con propuestas novedosas. En el mismo año en el que se estrenó este musical para toda la familia, películas como Bonnie y Clyde, de Arthur Penn, y El graduado, de Mike Nichols, entre otras, anunciaron que la revolución cinematográfica de las nuevas olas europeas había llegado a Hollywood.
Pero como en todo momento de transición, lo nuevo y lo que estaba por quedar atrás compartían espacio. En la última mitad de los 60, los grandes estudios aún se aferraban a las fórmulas que les habían funcionado hasta entonces. Envalentonados por el gran éxito de La novicia rebelde, que con un presupuesto de 8.200.000 de dólares recaudó 158.671.368 de dólares en su estreno original (según datos de Box Office Mojo), Dick Zanuck, vicepresidente a cargo de la producción de 20th Century Fox, consideró que apostar a un musical familiar era un buen negocio y le dio al proyecto de Doctor Dolittle un estatus prioritario dentro de sus producciones.
Talentos huídizos
La tumultuosa historia de la adaptación al cine de Doctor Dolittle comenzó cuando el productor Arthur P. Jacobs consiguió los derechos de los libros de Lofting, una propiedad intelectual codiciada por varios productores, Walt Disney incluido. La viuda del escritor británico, su hijo y el abogado de la familia no solo querían conseguir una buena compensación, sino también asegurarse de que la adaptación cinematográfica le hiciera honor a la creación de Lofting. Jacobs los convenció, prometiéndoles que el famoso libretista de musicales y letrista Alan Jay Lerner (quien junto con Frederick Loewe escribió Mi bella dama, Brigadoon y Gigi, entre otros) trabajaría en el film y que el protagonista sería Rex Harrison.
Las promesas del productor no fueron tan fáciles de cumplir. Lerner aceptó la propuesta inmediatamente, pero se tornó huidizo a la hora de mostrar avances en su trabajo. “Trabajó en la película durante 15 meses, por momentos sí y por momentos no; más momentos que no -cuenta Jacobs en el libro The Studio, de John Gregory Dunne-. Le pintamos una oficina para él, pintamos su nombre en un espacio de estacionamiento y esperamos. Y esperamos un poco más. Lo llamé y me dijo que sabía lo que quería, que estaba todo en su cabeza. Más llamadas. Me dice que me quiere ver acá (Los Ángeles), lo voy a ver y me dice que se está yendo a Nueva York en diez minutos. Hago una cita para verlo en Nueva York, viajo a Nueva York y me dicen que se fue a Roma. Eso es todo. Así que contraté a Leslie Bricusse para que escriba el guion y haga la música”.
La salida de Lerner del proyecto y la incorporación del menos experimentado Bricusse fueron aceptadas por los herederos de Lofting, luego de que el compositor presentara algunas canciones. Al que iba a ser un poco más difícil de convencer era a Rex Harrison. El actor británico estaba en un momento alto de su carrera, tras ganar el Oscar por Mi bella dama, por lo cual contaba con el poder necesario para interferir en distintos aspectos de la película.
Harrison tenía opiniones férreas sobre el casting; no quería a nadie que fuera del ámbito de la “comedia musical” y estaba en contra de que Sammy Davis Jr. fuera contratado para uno de los papeles, probablemente debido a la inseguridad del actor por no ser un buen cantante.
La elección del director y la aprobación del guionista y compositor también estaban en sus manos. Richard Fleischer fue el director elegido por Jacobs y Dick Zanuck, jefe de Fox, luego de que se descartaran nombres como John Huston, William Wyler y Vicente Minelli. El realizador tenía en su haber la adaptación de 20 mil leguas de viaje submarino, producida por Disney, y Compulsión, película que estuvo en la competencia oficial del festival de Cannes de 1959.
Fleischer y Bricusse tuvieron que viajar a Italia a ver a Harrison y conseguir su bendición. La experiencia fue un anticipo de lo complicado que sería lidiar con el actor. Ambos, acompañados por el productor, tuvieron que esperar 90 minutos a que Harrison apareciera en el almuerzo acordado para conocerse. La cita concluyó con la esposa del actor, la actriz Rachel Roberts, que sufría de depresión y era alcohólica, totalmente borracha y ladrando, a modo de prueba de casting espontánea para darle la voz a alguno de los animales del film, según cuenta Mark Harris, en su libro Pictures at a Revolution.
Luego de varias reuniones, el actor aprobó al director pero fue un poco más ambiguo en cuanto a Bricusse. Mientras tanto, obligó al productor y a Fleischer a ofrecerle a Sidney Poitier el rol para el que querían a Sammy Davis Jr., una movida que le costaría tiempo a la producción y terminaría con ninguno de los dos actores en el film.
Las exigencias y amenazas de abandono de Harrison fueron demasiado lejos y cansaron tanto a Darryl Zanuck como a Dick Zanuck, presidente y vice de Fox, respectivamente. Hacia fines de 1965, padre e hijo decidieron que Harrison sería reemplazado por Christopher Plummer. Al ser despedido, el actor británico cambió su actitud y se mostró completamente comprometido con Doctor Dolittle. Dick Zanuck lo volvió a contratar y Fox perdió 87 mil dólares que tuvieron que pagarle a Plummer solo para rescindir su contrato recién firmado.
Caos en el set
El presupuesto de la película había subido de 6 millones de dólares a poco más de 12 para cuando comenzó el rodaje, en junio de 1966, en el pintoresco pueblo inglés de Castle Combe. El rodaje en Castle Combe fue muy complicado. La producción tuvo que poner una nueva antena pública de televisión para poder sacar todas las de las casas y que no haya anacronismos al filmar (aunque se trate de una fantasía, Doctor Dolittle está ambientada en el siglo XIX, en la Inglaterra victoriana). Hubo un sabotaje por parte de habitantes que no estaban de acuerdo con la filmación y una gran cantidad de días de lluvia que demoraron la producción.
Además del mal clima de la locación y el carácter de Harrison, Doctor Dolittle tenía otra complicación enorme: los animales. La producción había cometido un error de cálculo y entrenado animales en California para actuar en el film, sin pensar que tendrían que estar en cuarentena al ser enviados a Inglaterra, debido a las normas de ese país. Esos animales tuvieron que volver a California y quedaron a la espera de la porción del rodaje que se haría allí, mientras otros animales fueron entrenados en Inglaterra, pero debido al poco tiempo, resultó muy difícil filmar con ellos. Los rinocerontes se enfermaron de neumonía, una ardilla tuvo que ser sedada con gotas de gin y Harrison sufrió varias mordidas de sus compañeros de elenco no humanos.
El productor decidió cortar antes el rodaje en Inglaterra y volver a California, donde se terminaría de filmar. Jacobs tuvo un ataque cardíaco justo antes de irse de Londres, lo cual, por un tiempo, lo mantuvo lejos del set en California, en donde los problemas continuaban.
“El olor, tanto de los desechos de los animales y los galones de amoníaco usados para limpiar el set, era insoportable, como también lo era el ruido incesante. Los pájaros estaban atados a barandas, pero varios se escaparon, volando hacia la red que estaba sobre el set, donde se enredaban y se hacía imposible rescatarlos. Los actores soportaban condiciones terribles, mientras eran llevados del set en Fox al rancho Jungleland, donde ahora tenían que filmar en los mismos decorados en donde los animales habían sido entrenados, para evitar los costos de tener que volver a construir esos decorados en el estudio”, cuenta Harris, en su libro.
La última parte del rodaje en la isla de Santa Lucía, en el Caribe, se atrasó y fue aun más complicada, con tormentas tropicales, enfermedades y Harrison cada vez de peor humor. Los insultos a su compañero de elenco Anthony Newley, a quien resentía por ser joven y amigo del guionista, se acrecentaron y tomaron un tono antisemita. El resto del elenco se puso en contra de Harrison, quien vivía separado de todo el equipo, en un gran barco anclado en el puerto de la isla.
El rodaje continuó por cuatro meses más en Los Ángeles y el presupuesto del film siguió subiendo con agregados como dos canciones nuevas que Zanuck le pidió a Bricusse, para que la película sea aun más grande y espectacular, y la novedad de que Harrison había cambiado de opinión y quería volver a grabar las canciones que ya había cantado en vivo durante la filmación.
Según cuenta Dunne en The Studio: “Jacobs se mostró despreocupado de que las demoras y los problemas hubieran aumentado el presupuesto de Dolittle a 18 millones de dólares, o aproximadamente 6 millones sobre el presupuesto original. ‘Todo el mundo quiere estar identificado con esta película’, dijo. ‘Todo el mundo. Todas las empresas grandes quieren hacer algún tipo de promoción conectada con la película. No vas a poder ir a ningún negocio sin ver al Doctor Dolittle haciendo publicidad de algo. Uno pensaría que eso va a hacer que vaya mucha gente al cine. Quiero decir, son grandes empresas. Y no hacen esto por cualquier película’”.
La campaña de marketing diseñada para Doctor Dolittle fue casi tan expansiva como la de cualquier película de gran presupuesto de la actualidad. Las imágenes del film ilustrarían todo tipo de productos, desde cajas de cereales y remeras; se fabricaron juguetes inspirados en la película; y estrellas de la música de la época como Bobby Darrin, Tony Bennet y hasta Sammy Davis Jr. grabaron sencillos con las canciones del film.
Luego de una post-producción casi tan complicada como las otras etapas de la película, se pusieron en marcha las campañas de lanzamiento. El film se presentó al público en una serie de pre-estrenos, en los que los espectadores recibían tarjetas para calificarlo. El primero fue en Minneapolis y la plana mayor de Fox estuvo presente para la enorme decepción de los puntajes bajos que recolectó el film. Luego de cortar algunas escenas, se volvió a presentar en otras ciudades y las respuestas fueron mejorando. Pero en el estudio ya sabían que el éxito que deseaban no sería posible.
Un fracaso sonoro
Doctor Dolittle se estrenó en diciembre de 1967, en Londres. Unos días más tarde, tuvo su estreno norteamericano en el Paramount Theatre, en pleno Hollywood. El toque exótico lo dieron los animales, que bajaron de sus limusinas luciendo joyas y un chimpancé hasta llevó puesto un sombrero de copa. No faltaron a la cita figuras de la industria como Henry Fonda, Gregory Peck, Cher y Steve McQueen, además del entonces gobernador de California, Ronald Reagan y su esposa Nancy.
Las críticas fueron negativas en su mayoría y la taquilla tampoco acompañó. Durante su paso por los cines, Doctor Dolittle recaudó apenas 9 millones de dólares. La campaña de merchandising, que tanta ilusión le hacía a Jacobs y en la que se invirtieron 11 millones de dólares, también fue un fracaso.
“Mirás hacia atrás ahora y pensás: ¿cómo pudimos ser tan estúpidos? -dice Zanuck en el libro de Harris-. Doctor Dolittle fue concebida en un período de euforia. Estábamos todos subidos a una ola del musical y no nos dábamos cuenta de que se iba a estrellar contra la playa. Claro, probablemente había señales y advertencias al respecto, pero ya estás comprometido financiera y emocionalmente, y es muy difícil cancelar estos grandes emprendimientos (…) Cuando el gran musical llegó a su fin, terminó con un batacazo. Y nos golpeó fuerte”.
Gracias al éxito de La novicia rebelde, Fox había sobrevivido a la debacle de Cleopatra (1963), un enorme fracaso financiero que casi termina con la empresa. Dos años después del salvataje, Doctor Dolittle volvía a poner al estudio en la cuerda floja. En parte, la pobre performance del film se debió a que el clima de época estaba cambiando, pero también porque la película, demasiado larga y sin números musicales lo suficientemente atractivos, no tenía la potencia de La novicia rebelde o Mi bella dama.
Sin ningún otro gran estreno en su haber, Fox inició una fuerte campaña para conseguir nominaciones al Oscar para el film de Fleischer. Durante los meses anteriores a la entrega de premios, el cine ubicado en el predio de Fox fue reservado por 16 noches seguidas con el fin de ser utilizado para funciones del film, a las que fueron invitados los votantes de la Academia. Además de la posibilidad de ver la película, se les ofrecía una cena gratis con champaña.
A juzgar por los resultados, el ardid funcionó. Al menos hasta cierto punto. Doctor Dolittle obtuvo nueve nominaciones a los Oscar, incluida a mejor película. Finalmente, se llevó dos: mejores efectos especiales para L.B. Abbot, y mejor canción original para Bricusse, por “Talk to the Animals”.
Los premios de la mayoría de las categorías principales fueron para los títulos que auguraban una nueva era en el cine norteamericano: Al calor de la noche, El graduado y Bonnie y Clyde. Estaba naciendo el Nuevo Hollywood, marcado por un cine de autor y comprometido con los aspectos más problemáticos de la realidad. Una época en la que no había lugar para novicias cantantes, ni doctores que hablan con los animales.
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