Disney+: Chip y Dale al rescate es una ingeniosa comedia animada que esconde una afilada crítica a los ídolos caídos
La historia de las simpáticas ardillitas combina humor, nostalgia, y una brillante vuelta de tuerca sobre los vicios del Hollywood actual
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Chip y Dale: al rescate (Estados Unidos/2022). Director: Akiva Schaffer. Guion: Dan Gregor, Doug Mand. Elenco: Andy Samberg, John Mulaney, Will Arnett, Seth Rogen, J.K. Simmons. Duración: 97 minutos. Disponible en: Disney+. Nuestra opinión: muy buena.
El Hollywood que se mira con desencanto no es algo nuevo. No fueron pocos los largometrajes que se animaron a observar con desconfianza las trampas y los vicios que inundan la industria del cine, ese lugar que los Oscar y otros rituales, insisten en mostrar solo a través de sus luces. Pero las sombras existen, y obras como El ocaso de una vida, Cautivos del mal o El camino de los sueños se ocuparon de revisar las grietas detrás de la fama. Y Chip y Dale al rescate se anima a estudiar esos mismos temas, pero poniendo el acento en el humor y en un afilado poder de observación.
En el universo de Chip y Dale al rescate, los humanos conviven con los personajes animados. De ese modo, los protagonistas de los dibujos más entrañables son artistas que buscan conservar su lugar en una industria que los desecha, según pasan las modas. Las antiguas glorias quedan recluidas a firmar autógrafos para los viejos fans, mientras que otros eligen abandonar la actuación para dedicarse a trabajos que les den techo y comida. Y esa dicotomía es la que divide a las dos ardillas protagonistas. Durante los primeros años 90, protagonizaron la serie Chip y Dale: los rescatadores, un éxito que no tuvo continuidad, y que terminó por separar el camino de sus estrellas. Chip se dedica a vender pólizas de seguro mientras que Dale busca recuperar algo de su fama perdida, asistiendo a eventos y retocando su figura (pasó de ser un personaje animado en dos dimensiones, a un CGI mucho más moderno). Entre ambas la relación es distante, pero el secuestro de un viejo compañero de elenco, las volverá a unir para llevarlas al submundo de los dibujos animados caídos en desgracia.
Alcanzan pocos minutos para llegar a una conclusión evidente, y es que Chip y Dale al rescate es hija directa de ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (de hecho, el conejo es uno de los primeros cameos en este film). Hay una idea de explorar el mundo de las criaturas animadas desde un ángulo policial, mediante una trama que se potencia cuando le guiña el ojo a los adultos, y no tanto a los más chicos. Y como en esa obra maestra de Robert Zemeckis, la contundencia de un relato claramente desencantado, se disfraza de gags y de una infinidad de cameos, que enmascaran eso que tanto le preocupa al director, Akiva Schaffer.
A lo largo de su hora y media, en esta película se puede encontrar una innumerable cantidad de apariciones que delatan el interés del director por subrayar que la animación siempre es mucho más compleja de lo que parece, y que los personajes underground de Robert Crumb, pueden convivir con un Butt Head presidente, como también con Mi pequeño Pony o Peppa Pig. Los personajes animados, aún los más inocentes (o peor aún, los considerados “tontos”), reflejan la falta de lucidez de esa audiencia que les quita importancia. Y en ese mundo que destruye prejuiciosas jerarquías, y que reivindica la nostalgia millenial que salva del olvido a figuras como He-Man, es en donde se mueven las ardillas protagonistas.
Chip y Dale, personajes menores en el panteón Disney, nunca tuvieron la importancia de Mickey, Donald, Pluto o el resto de ese grupo. Lo más alto que llegaron fue la mencionada Chip y Dale: los rescatadores, una ficción menor que bien puede agruparse con otros proyectos Disney queridos y olvidados por igual, en la línea de Los Osos Gummi o Los Wuzzles. Y la película ficcionaliza ese doloroso caer en el olvido, con dos personajes que, como le sucede a innumerables estrellas fugaces del cine, se encuentran ante el desafío de insistir en la derrota de una carrera en Hollywood, o en abandonar dicho sueño para abrazar una rutina gris.
De esa manera, esta pieza no busca descubrir la pólvora, pero sí retratar las amarguras de una industria carnívora, que actualmente se nutre a base de superhéroes descartables, franquicias estiradas y crossovers, spinoff, secuelas y precuelas que rayan lo absurdo. Entonces, el eje de Chip y Dale al rescate no solo pasa por la lucha de sus personajes, sino también por ese mundo en el que se mueven, fascinante y trágico a la vez, y tan claramente inspirado en eso que sucede todos los jueves en la cartelera.
Esta no una gran película porque mire con cinismo a Hollywood, sino porque pone en práctica eso que denuncia, y es la importancia por reivindicar los mal llamados títulos menores (o peor aún, “pasatistas”), en este caso, las comedias de animación. Y Chip y Dale al rescate demuestra que las reflexiones más lúcidas no llegan desde los lugares inesperados, sino desde aquellos que injustamente pasan debajo del radar.
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