Dino de Laurentiis, una vida de película
"Una vida monótona carece de interés; en cambio, los altibajos dan adrenalina, ganas de empezar de nuevo." Debe de ser el secreto de Dino de Laurentiis, que cumplió los 90 y parece no haber conocido nunca esas planicies del ánimo: su biografía está colmada de conquistas y quebrantos, abismos y renacimientos. Es como una película. Empieza con el hijo del panadero (nació en Torre Annunziata, al pie del Vesubio y frente al golfo de Nápoles), que ingresa en el Centro Sperimentale di Cinematografia romano queriendo ser actor y descubre que su lugar está en el mundo que se mueve detrás de las imágenes. Continúa con la montaña rusa de una carrera como productor que lo lleva de Fellini y Totò al sueño frustrado de un Hollywood propio; del éxito comercial al subibaja de una experiencia norteamericana que se inicia con un triunfo ( Serpico ) y se prolonga hasta hoy, y de los proyectos más ambiciosos a los más estrepitosos fracasos. El film personal de De Laurentiis incluye secuencias románticas (Silvana Mangano, la estrella de Arroz amargo , su primer gran éxito, fue su mujer durante más de 30 años; desde los 71 está casado con Martha, esposa y socia), y secuencias trágicas (la muerte de su hijo Federico en un accidente aéreo), y tiene el eterno vaivén de la vida de un jugador que sueña en grande, apuesta fuerte, cae en la ruina y encuentra el modo de renacer. No se detiene. Aunque su última producción conocida aquí fue Hannibal, el origen del mal (2007), sigue en acción: entre sus proyectos inminentes, hay una nueva Barbarella , que en 1968 fue uno de sus grandes éxitos y consolidó la imagen de Jane Fonda como estrella sexy.
Su extensa carrera dificulta la síntesis, pero pueden señalarse algunos períodos: el primero, en Italia, incluye su sociedad con Carlo Ponti y títulos tan memorables, como La strada y Las noches de Cabiria (Fellini), Europa 51 (Rossellini) o El oro de Nápoles (De Sica); después, vienen los costosos films épicos, como Guerra y paz (King Vidor) o La Biblia (Huston), y el estudio propio, Dinocittà, del que debe terminar desprendiéndose; más tarde, a los 55, se prueba en Hollywood y otra vez conoce los altibajos. Triunfa con Los tres días del Cóndor , con Ragtime , con El vengador anónimo ; fracasa con Duna y King Kong (la versión de Jessica Lange), pero insiste y saca bastante rédito de Hannibal Lecter. Siempre así.
Está de acuerdo con el uso de la tecnología. Su objetivo fue siempre entretener al público. "El cine -dice- no morirá porque es el único juego del que disponen los adultos." El sigue jugando.