Diez películas bélicas para repensar la guerra en estos tiempos de pandemia
La patrulla perdida (The Lost Patrol, 1934)
La Primera Guerra Mundial fue un tema espinoso para el cine bélico clásico. Una guerra dolorosa, confinada a las trincheras, en el marco de la escalada imperialista de comienzos del siglo XX y signada por la ausencia de un villano identificable. Así, sus odiseas fueron más humanas que de combate, teñidas por la culpa y la reflexión. John Ford filmó una pequeña historia en un territorio extraño y desértico, en el frente oriental. Una patrulla británica, al mando del sargento interpretado por el supremo Victor McLaglen, se pierde en territorio árabe luego de la ilusión de un oasis. Solo le queda esperar un rescate, mientras las dudas y los miedos de los soldados desmoronan la unidad militar. Con apenas un puñado de personajes –entre los que destaca Boris Karloff como un oficial mesiánico- y un trabajo notable del fuera de campo, Ford consigue una película lúcida y excepcional sobre la angustia que genera ese enemigo invisible, que no aguarda en el campo de batalla sino que acompaña nuestra inevitable fragilidad. Disponible en Qubit TV.
Hasta el último hombre (Hacksaw Ridge, 2016)
El camino del soldado Desmond Doss (Andrew Garfield) resulta una forma peculiar de Vía Crucis. Mel Gibson vuelve a filmar el itinerario de Cristo, ahora en el marco de la Segunda Guerra Mundial y en la piel de un joven devoto que resucita del fuego y la muerte como un héroe por salvar vidas y no destruirlas. Sin el efectismo ni la provocación de La pasión de Cristo, aquí Gibson se interna en los recovecos de una fe que resulta puesta a prueba al mismo tiempo que sus ideas de puesta en escena. Original, atrevida, desorbitada, su película esquiva los tópicos tradicionales del género bélico para hacer su propio camino de santidad junto al del personaje, aquel que exorciza sus demonios internos en cada salvataje, que esgrime sus dilemas entre el compromiso a una fe que lo constituye y el deber a una nación que lo demanda. Casi existencial, Hasta el último hombre es una película sobre una guerra interna que se celebra en los confines de un espíritu destinado a sobrevivirla. Disponible en Netflix.
Rescatando al soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998)
El hoy considerado clásico de Steven Spielberg sobre la Segunda Guerra Mundial es un relato que evoca la épica de los héroes anónimos. En la inmediata posguerra, la impronta del patriotismo y la cruzada contra Hitler habían dado paso a la celebración del triunfo en el terreno cinematográfico, con películas sobre el éxtasis de la liberación y las exigencias que traía aparejada la reconstrucción del nuevo orden. Luego vinieron la Guerra Fría y la tragedia de Vietnam y Spielberg, después de su renovación de géneros como la aventura o la ciencia ficción, decidió reponer en el bélico aquella gesta individual en un rostro único como el de Tom Hanks. Contra todos los obstáculos, su capitán decide sortear miedos y mandatos para llevar un mensaje, para rescatar a un hombre, para reponer lo humano en el seno de la espeluznante deshumanización que lo invade. Spielberg filma el desembarco en Normandía con esa impronta, convirtiendo ese hecho abstracto en sus dimensiones más dolorosas de muerte y destrucción. Disponible en Amazon Prime Video.
Más allá de la gloria (The Big Red One, 1980)
Basada en los diarios escritos por Sam Fuller durante su servicio en la Segunda Guerra, Más allá de la gloria es el mejor exponente de esa voz en primera persona en relación con la experiencia de la guerra. El espíritu desencantado, casi al borde del cinismo, que Fuller expuso en películas notables como El rata (1953) o La ley del hampa (1961) para retratar el universo criminal, reaparece en el crepúsculo de su obra como antídoto a cualquier tentación de nostalgia. El sargento que interpreta Lee Marvin no solo debe lidiar con los recuerdos imborrables de la guerra, con las tensiones internas entre el gobierno de Vichy y las fuerzas de la Francia Libre en el norte de África, sino con la ansiedad y el desconcierto que le despiertan las misiones suicidas y absurdas que debe afrontar. Fuller reflexiona, desde esas voces descarnadas, sobre lo que la muerte significa, sobre lo que esa destrucción implica para quienes la padecen y la protagonizan. Disponible en Netflix.
La infancia de Iván (Ivanovo detstvo, 1962)
La ópera prima de Andrei Tarkovski nació como un proyecto de la Mosfilm que convirtió al estudiante prodigio de la VGIK, el Instituto Estatal de Cinematografía de Moscú, en uno de los grandes cineastas de la segunda mitad del siglo XX. Filmando en Ucrania, en la región del río Dnieper, Tarkovski se aleja del espíritu patriótico que dominaba al cine soviético previo al deshielo, quiebra la linealidad narrativa con la irrupción de los sueños de Iván, y consigue dar vida a un trágico relato sobre la infancia, salpicado de apuntes y referencias autobiográficas. Iván es un chico que ha perdido a sus padres, no da discursos en nombre del Partido ni del pueblo para denunciar la perversidad de los nazis sino que la ha sufrido en carne propia. Es más un mártir que un héroe, y su sacrificio resulta absurdo e inútil. La infancia de Iván resignifica los elementos claves del cine bélico, convirtiendo al enemigo en un espectro indescifrable, a los combates en ecos a la distancia, a la destrucción en el rastro que deja a su paso aquel mundo perdido para siempre. Disponible en Qubit TV.
Vivir al límite (The Hurt Locker, 2008)
Con Vivir al límite, Kathryn Bigelow no solo se convirtió en la única mujer ganadora de un Oscar sino que abordó un conflicto reciente en la historia norteamericana desde una óptica inusual. El sargento William James (Jeremy Renner) integra un escuadrón destinado a desarmar dispositivos explosivos en las calles de Bagdad. La adrenalina que implica su labor instituye al riesgo como esencia de su vida. Bigelow escenifica cada acción física como el eco de una acción espiritual, profunda y decisiva para sus personajes. Es ese estado de perpetua alienación, en el que la normalidad ya no es ni siquiera un concepto posible, el que define la vida de James, tanto en las calles en guerra como en los pasillos de un supermercado. El abismo que implica la vida civil demuestra para Bigelow que la guerra no es una anomalía de la vida contemporánea sino un estado permanente, que invade el interior de sus criaturas para ya nunca abandonarlas. Disponible en Flow.
Fuimos los sacrificados (They Were Expendable, 1945)
John Ford finalmente hizo su película sobre la retaguardia bélica. Así como contó el otro rostro de la caballería de Estados Unidos en sus westerns Fuerte Apache (1948), La legión invencible (1949) y Rio Grande (1950), tríada imprescindible para deconstruir aquel lugar común que malinterpretó su patriotismo, Fuimos los sacrificados explora los tiempos finales de la guerra en el frente del Pacífico a partir de esa vida en los márgenes. Un grupo de soldados espera un ataque de la flota japonesa. Lo espera mientras su vida cotidiana continúa, mientras surgen disputas ridículas y romances imprevistos. Ford ofreció una madurez temprana para observar una guerra que aún no había concluido, sin triunfalismo ni propaganda, y eso le trajo serias objeciones del ejército de su país (del que era miembro en ese tiempo de compromisos) y algunas pujas por el montaje final con la Metro Goldwyn Mayer. Disponible en Qubit TV.
Nacido para matar (Full Metal Jacket, 1987)
La guerra de Vietnam no fue una guerra como las anteriores. Por primera vez, el público siguió el desarrollo de los combates desde los televisores de sus casas. No era lo mismo ver un compilado de noticias en un bloque previo a una película de ficción, que asistir día a día a las muertes que las cadenas televisivas mostraban en pantalla. El horror se hizo cotidiano y el público se acostumbró al consumo de imágenes atroces. La guerra se trasladó de Asia al interior de la sociedad norteamericana. Vietnam fue la guerra que despertó las protestas masivas de la población civil y cuya derrota significó el final definitivo de la infancia de los Estados Unidos. Stanley Kubrick filmó con una crudeza inusual los efectos de ese conflicto en un grupo de marinos, desde una puesta rigurosa e implacable. Al igual que directores como Brian de Palma, Francis Ford Coppola u Oliver Stone, ofreció un díptico feroz sobre la formación militar y el combate físico, ambos eslabones de una cadena inquebrantable de pánico y tragedia. Disponible en HBO Go.
Casco de acero (The Steel Helmet, 1951)
Sam Fuller fue uno de los directores emblemáticos de la década de los 50, veterano de la Segunda Guerra, periodista y diestro narrador que se convirtió luego en uno de los directores que mejor retrató una guerra breve e incómoda para el cine como la de Corea. El protagonista de Casco de acero es un desertor, un hombre que masca tabaco, descreído de misiones e ideales. En su huída del deber se encuentra con un niño norcoreano y un médico negro que también ha abandonado las filas del combate. Como en una peregrinación de desclasados, los tres atraviesan la selva, asediados por el hambre y el fuego de las bombas, sin horizonte ni redención posible. Fuller desnudó aristas espinosas como el racismo y los conflictos de mando que asediaban al frente norteamericano, apenas unos años después de la algarabía del triunfo en la Segunda Guerra. Con escenas documentales y una puesta de notable austeridad, Casco de acero es uno de los mejores retratos de esa guerra invisible. Disponible en Qubit TV.
La patrulla infernal (Paths of Glory, 1957)
La primera obra de madurez de Stanley Kubrick es quizás uno de los más definitivos retratos sobre la Primera Guerra. Junto a Sin novedad en el frente (1930), de Lewis Milestone, sobre una novela de Erich Maria Remarque, La patrulla infernal sintetiza el espíritu de aquellas trincheras, sumergidas en el terror y el desconcierto del fuego y las mutilaciones. Al mismo tiempo, la película explora la esencia de los ejércitos imperiales europeos, estructurados en base a herencias aristocráticas del siglo XIX sobre el honor y el sacrificio. Por ello, Kubrick escenifica la segunda parte de la película sobre la dinámica de un juicio, militar e histórico, que expone las obligaciones y responsabilidades de la dirigencia militar. Aguda y profundamente compleja, su puesta en escena descubre en el fragor de la acción el costado más impúdico de aquella guerra moderna. Un legado imborrable que hoy sigue influyendo en las nuevas miradas sobre aquel tiempo. Disponible en Qubit TV.
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